Review: Wendy and Lucy (2008)

Review: Wendy and Lucy (2008)

Escrito por Alejandro

¿Cómo empezar a hablar sobre "Wendy and Lucy" (Id, Kelly Reichardt, 2010)? Es una pregunta muy importante, porque va a definir el modo con el que nos enfrentemos a ella. Si entramos por el lado del cine independiente, podría condicionarnos por los prejuicios (para bien o para mal) que tengamos. Si comentamos que es una película de Kelly Reichardt, estaríamos ligándola al resto de la filmografía de la cineasta  - "Old Joy" (2006), o "Meek's Cutoff" (2010) - . Si nos ciñéramos a una sinopsis, correríamos el claro riesgo de dejarnos mucho, muchísimo, por el camino. Porque "Wendy and Lucy" tiene una virtud por encima de todas sus cualidades cinematográficas, puede ser lo que nosotros queramos que sea.

"Hay algo elíptico en el texto. Sus historias son muy abiertas y dejan mucho espacio al lector para que aporte sus propias experiencias al tema. Esto se traslada muy bien a mi acercamiento al lenguaje fílmico. Él también es muy bueno situando gente en ambientes". Kelly Reichardt en una entrevista, refiriéndose al texto en el que se basa "Wendy & Lucy".

photo_3922.jpegWendy busca iniciar, junto a Lucy, una nueva vida.

Intereses personales

Un cineasta es aquella persona que, para expresarse, necesita hacerlo a través de imágenes, montando una historia. Para ello, se necesita una capacidad de síntesis, la capacidad de trasladar a cada plano las ideas a las que quiere dar salida, que está fuera del alcance del resto de los mortales. Reichardt se alía con Jon Raymond, escritor del relato "Train choir", que forma parte del libro de relatos "Livability", y del que ambos parten para la elaboración del guión, para configurar una historia muy concreta, pero que deja espacio más que suficiente para que la extrapolemos y la adaptemos a nuestra situación particular.

La trama es muy simple. Wendy (Michelle Williams) es una joven de paso por Oregon, de camino a Alaska, donde espera iniciar una nueva vida. Está de viaje, pero no dispone de excesivos recursos, por lo que debe dormir en el coche con su perra, Lucy, su única compañía. Una mañana, un guardia de seguridad la despierta porque debe mover el coche del lugar donde lo ha dejado. El coche no arranca y debe esperar a que abra un taller cercano para intentar repararlo.

Mientras espera, debe seguir con su vida y comienza por algo tan normal como ir al supermercado, donde es cazada robando comida para la perra. El encargado, azuzado por un joven trabajador excesivamente celoso, llama a la policía y la joven es detenida. No pasa mucho tiempo en comisaría, pero sí el suficiente para que Lucy, que se había quedado atada en la puerta del establecimiento, desaparezca. A partir de aquí, las preocupaciones y la historia se bifurcan. Por un lado, Wendy inicia una desesperada búsqueda de su fiel amiga y, por otro, mantiene el problema del arreglo del coche. Son dos tramas condenadas a colisionar y a obligar a Wendy a tomar difíciles decisiones si quiere seguir adelante y continuar su viaje.

photo_1437.jpegEn el rostro de Michelle Williams residen la mayoría de claves de la película.

Lo que ocurre y lo que implica

El argumento puede parecer, por tanto, ligero por lo escaso, pero si bien podría considerarse que no ocurren muchas cosas, sí que estas tienen una gran implicación en la vida de Wendy. La protagonista, de la que se ofrece también algún detalle familiar (una conversación telefónica sugiere los motivos de su partida), es puesta siempre en situaciones comprometidas, y tiene que valorar nuevas opciones, traspasar fronteras que consideramos sagradas, rebajar hasta la extenuación su nivel de vida y aceptar hacer cosas a las que nunca pensaba tener que recurrir. En este sentido, el retrato que se ofrece del entorno es totalmente descarnado.

Michelle Williams mantiene el orgullo, pero se encuentra con que el mundo tiene poco que ofrecerle. Cada uno está demasiado ocupado con sus propios asuntos como para girar la mirada hacia una persona que demuestra saber valerse por sí misma, pero que está viviendo en un equilibrio muy inestable que puede hacerla caer en cualquier momento. La desesperación convive con ella en todo momento, y para que eso trascienda la pantalla, es necesario que la puesta en escena (siempre muy cercana a la actriz, atenta a sus reacciones) y la actuación de la protagonista sea expresiva pero sin ser exagerada.

Es necesario que podamos comprender lo que pasa por su mente, pero sin caer en sentimentalismos. El orgullo que ella demuestra en todo momento, renunciando a la caridad, tiene que quedar también patente en esta contención. Ella realiza todas las disputas internamente cuando está acompañada y solo se permite ciertos excesos cuando está sola y los nervios amenazan con destrozarla.

photo_8465.jpegLas emociones, contenidas casi toda la película, se desatan cuando Wendy ya no puede más.

Las relaciones de Wendy con el mundo

La película, la historia, las intenciones de Kelly Reichardt, en definitiva, descansan, por tanto, en los hombros, más bien en el gesto, de Michelle Williams. La trama está motivada por la perra y el coche pero se desarrolla a través de Wendy. Ella es la que tiene que repartir sus escuálidos recursos entre una desesperada búsqueda y una reparación imprescindible. Unas simples fotocopias son un gasto importante y ni siquiera tiene un teléfono para que la avisen, recurriendo al del compasivo guardia jurado.

Sin embargo, Wendy no está sola en su obligada parada en Oregon y recibe el apoyo dramático de los habitantes del lugar. Está el guardia jurado (Walter Dalton), que parece comprender a la perfección por lo que ha pasado y, desde una cierta distancia, la ayuda en todo lo que puede. Andy, el trabajador del supermercado (John Robinson) que antepone la legalidad a cualquier otra consideración frente a los actos, en su opinión más que reprobables, de Wendy. El mecánico (Will Patton) que expone a su desdichada clienta la realidad del precario estado de su coche. Y finalmente Sadie, la empleada de la perrera (Michelle Worthey), que apenas puede ofrecer consuelo y su simpatía, porque, para ella, no puede ser más que otro perro perdido frente al gran drama que supone para Wendy la falta de Lucy.

Todos ellos completan el cuadro de una sociedad muy concreta, pero que podría ser cualquiera. Una universalidad total expresada a través de un retrato absolutamente local. Porque "Wendy and Lucy" (Id, Kelly Reichardt, 2010) es eso, la historia más grande metida dentro de un envoltorio muy pequeño y personal.