Review: La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 2 (2012)

Review: La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 2 (2012)

Escrito por Pedrinho

Por una serie de casualidades o contratos vitales, como esos que establece el amor (donde hay momentos en los que se gana y otros en los que se pierde), me vi sentado hace no demasiado tiempo ante una gran pantalla, viendo, que no contemplando, “La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 2” (The Twilight Saga: Breaking Down – Part 2, Bill Condon, 2012).

Tranquilos y tranquilas, no voy a relatar aquí mis sufrimientos o padecimientos, hasta físicos (no miento, ¡me dio un tirón en una pierna!), durante el metraje de la película, sino que voy a plantear esta review para responder a una pregunta a la que llevo tiempo dándole vueltas: ¿puede hacerse una revisión de una película que no te gusta? Es más, ¿puede hacerse sin caer en un claro y rotundo “es una puta mierda” y ponerse a perder el tiempo en otra cosa?

photo_8852.jpegNo me mires así, que no me lo creo

En teoría, no debería ser demasiado distinto de escribir una review sobre una película que te apasiona, pero en la práctica las diferencias son notables. De hecho, resulta más sencillo perder la objetividad cuando te refieres a algo que para ti es tan evidentemente pésimo que cuando quieres convencer de sus virtudes, algo que has descubierto, que a lo mejor no es tan evidente. Por eso hay que tener mucho cuidado de no caer en la descalificación fácil y presentar los hechos, los errores (de bulto), que los hay y las razones porque una película como esta es mala (muy mala en realidad), algo que no tiene nada que ver con que sea un producto romántico para adolescentes. No, el problema no está en el público al que está destinado, sino en la falta de respeto a unos principios básicos, principios que aplican igualmente a una película del género negro, a una de aventuras o, incluso, a un romance para adolescentes.

Una advertencia importante

No sigas leyendo a partir de aquí si no has visto la película. Mejor dicho, si pretendes verla y te interesa, porque vamos a desvelar el final. Tenemos que hacerlo, porque ese final atenta contra varias de las leyes fundamentales, no sólo de los guiones (de los buenos guiones, los malos tienen otras normas), sino también de la propia literatura. Y es que cualquier aspirante a escritor, escritora o guionista tiene muy claro que no puedes reducir un final a un triste (y tramposo) “todo fue un sueño”.

photo_7252.jpeg¿Somos así por quiénes somos o por para quiénes somos?

Sí, ese es el gran broche, uno en plan “Los Serrano”, serie en la que, tras temporadas y temporadas, insinuaciones, rumores, avances, incestos políticos y muertes casi dramáticas, resulta que todo era un sueño (¿por qué lo hiciste, Resines? Con lo que tú eras, ¿si hasta Belén Rueda lo vio venir y prefirió darse de baja como mamá de los Serrano?). Bueno, no es exactamente así, no llegamos al final (de la película, de la segunda parte y de la saga) y nos encontramos con Bella Swan (Kristen Stewart) recién despertada de un sueño, o pesadilla, según se mire, y de nuevo en un mundo en el que los vampiros no brillan cuando les da el sol, los Vulturi y los hombres lobo sin camiseta no existen, uno donde todo eso que había vivido era un sueño. Un sueño muy largo y muy lento, pero sueño al fin y al cabo.

No, ese no es el final de “La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 2”, pero la broma, o tomadura de pelo, es similar y la sensación de estafa o las ganas de reír a carcajadas son similares y dependen más de si has pagado los casi 8 euros que cuesta ahora una entrada o si las has conseguido gratis (este es un mundo cruel, en el que hasta las estafas o las risas dependen del dinero). Yo, como había acudido con unas invitaciones, que además incluían un combo con palomitas y refresco (ese día me pregunté por qué no vendían cervezas en los cines), me reí. Me reí bastante la verdad, lo que no quiere decir que fuera gracioso.

¿El romance está reñido con la coherencia y el sentido común?

Como decíamos más arriba, “La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 2” no es mala por el mero hecho de ser una superproducción pensada para el consumo masivo, por ser una historia de amor adolescente o por su escaso rigor a la hora de mirar a tantos años de tradiciones vampíricas en el cine y la literatura (ay, si Bram Stoker levantara la cabeza). La película es mala porque el sentido común no abunda y porque el propio guión lleva a callejones de difícil salida en los que las miserias acaban haciéndose demasiado evidentes.

photo_5617.jpegFoto de familia

Si uno se empeña, si se empeña mucho, puede pasar por alto el hecho de que estos vampiros sean casi superhéroes, capaces de ver el futuro, hacer fuego con sus manos o proyectar escudos con su mente, facetas más propias de los "X-Men". Puede intentar obviar las muecas de Kristen Stewart o Robert Pattinson, capaces de pasar de la más absoluta apatía a multiplicar los tics de cualquier adolescente con las hormonas revolucionadas. Si te empeñas mucho podrías llegar a dejar pasar por alto toda esa historia de la imprimación entre el licántropo hipermusculado y una niña casi recién nacida. Sin embargo, cuando estás concentrado, poniendo todo tu empeño en pasar esas cosas por alto, va a el guión y se pone a hacerte cosquillas en los sobacos y así es imposible seguir haciendo fuerza.

Sí, así es. Tú estás allí, comiendo palomitas, tratando de obviar la buena serie de incongruencias que se acumulan y a Bella no se le ocurre otra cosa que enfadarse porque Jacob (Taylor Lautner) le llama "Nesi" a su hija Renesme, de apenas unos meses. Nesi... como al Monstruo del Lago Ness (y esto son palabras literales). Cuando lo que más asusta del asunto no es eso. Por favor.

Pero la cosa no termina ahí. En medio de una escena de pretendido romanticismo, Edward (Robert Pattinson) le está enseñando su nueva casa a Bella, que ya es una vampiresa, presumiendo de decoración clásica, pero sin toques góticos (nada de velas, calaveras y ataúdes) y llegan a la habitación. En ese momento todo se para y el diálogo pasa de ser pretendidamente romántico a pretendidamente picarón.    

Y este es el dormitorio (Edward)    

Pero si los vampiros no duermen (Bella)    

No es para dormir (Edward)

No es broma, así, con todas esas letras, como un chiste malo en medio de una película que no es cómica. ¿O sí lo era?

photo_4610.jpegConjunto de poses naturales y nada forzadas (mucha ironía)

La lista tampoco termina ahí, porque hay más detalles que te impiden seguir obviando que la construcción se cae a pedazos casi con cada paso. La culpa no se si será del libro, del guión, de la dirección o será que soy yo, que no entiendo de estas cosas, pero duele ver cuando a un personaje lo tienen que convertir en imbécil para intentar (sólo intentar) no hacer chirriar todavía más las cosas. En ese intento, el padre del Bella, Charlie (Billy Burke), que en otras entregas de la saga había pasado con cierta dignidad, en esta se convierte no sólo en alguien bastante pusilánime, sino en un ser con una increíble capacidad para asimilar hechos increíbles y seguir tan tranquilo, pensando en ir a pescar y en cosas por el estilo. Un chaval se desnuda delante de él y se convierte en un lobo gigantesco ante sus ojos y se asusta (lógico), pero todo queda ahí. Ni más preguntas, ni más comentarios, ni nada. Un mal trago y ya está. Más tarde, su hija le presenta a un bebé (horriblemente hecho por ordenador, por cierto) sobre el que no debe preguntar nada, a pesar de que ella lo mira como si fuera suyo, y él no pregunta. No sólo eso, sino que a partir de ahí tan contentos, viendo cómo ese bebe crece a un ritmo de 15 centímetros cada quince días sin que eso merezca más que un “caray, cómo has crecido desde la última vez, está bien, vamos a abrir los regalos”. Una pena, la verdad.

De todos modos, el padre aun sale algo mejor parado que la madre de Bella, un personaje que esta vez ni aparece, lo que no la deja en muy buen lugar, sobre todo que si recordamos otras entregas, sí que estaba ahí para preguntar por sus amores adolescentes o al menos llegó al día de su boda. En esta ocasión, sin embargo, cuando parece que Bella está muy grave o que incluso pudo llegar a morir, nada. Ni una llamada, ni una presencia, nada. Está claro que las bodas son más divertidas que los entierros, pero es la madre de la protagonista, habría algún otro modo de solventarlo, ¿no? Parece que no.

Con este panorama, lo cierto es que no esperaba gran cosa del final, sin embargo, ahí “La saga Crepúsculo: Amanecer, Parte 2” (The Twilight Saga: Breaking Down – Part 2, Bill Condon, 2012) me vuelve a sorprender. Tras toda una película tratando de evitar una pelea que tenía bastante claro que no se iba a producir, resulta que la pelea se produce. Y no sólo eso, sino que pasando otra vez errores de bulto (personajes que se quedan parados, pésima coreografía de las luchas, imposibilidad de grabar un golpe en su solo plano), uno podía dejarse llevar por las repentinas bajas de personajes en un bando y otro. La sorpresa era máxima porque eso atentaba contra la línea de la saga, pero yo me dejaba llevar, casi feliz de encontrar otra cosa. Sin embargo, parece que esas muertes, las caídas de uno, dos, tres, cuatro... fueron demasiado.

photo_9334.jpegAsí, mejor un final feliz (con arbolito, caramelos, galletas y velas)

Y ahí está la broma, otra vez, la mayor de las bromas. Que no, que no hay nadie muerto, que era algo que podía pasar si no nos portamos bien. Pues hala, nos portamos bien y cada uno a su casa, sin muertos, bajas, sorpresas o rasguños, que para algo somos vampiros que brillamos con la luz del sol.

Eso, para casa que ya está bien.