12 años de esclavitud (2013)

12 años de esclavitud (2013)

Escrito por pedrinho

Manteniendo nuestra costumbre de acercarnos a los grandes títulos de la temporada un tiempo después de que hayan dejado de ser el hype del momento, costumbre de la que ya os hablamos con motivo de nuestra revisión de “Lo imposible” (Juan Antonio Bayona, 2012) y que explica por qué tardaremos mucho en ver “Ocho apellidos vascos” (Emilio Martínez Lázaro, 2014), en estos días nos hemos sumergido en “12 años de esclavitud” (12 years of slave, Steve McQueen, 2013), la gran triunfadora de la última edición de los Oscar.

El hecho de que la cinta del director británico se llevara el premio a la mejor película en opinión de la Academia del Cine estadounidense, superando a “Gravity” (id, Alfonso Cuarón, 2013), la que más galardones se llevó de la gala, y el haber leído buena parte de las críticas, esencialmente positivas, recibidas por el trabajo de Steve McQueen, hace que sea lógico que se generen unas expectativas antes de su visionado que es preciso manejar. Por supuesto, el reto no tiene nada que ver con el que tuvo que afrontar nuestra compañera con motivo de “Taxi Driver” (id, Martin Scorsese, 1974), pero sí que obliga a andar con pies de plomo, porque las expectativas son poderosas, y también peligrosas, con capacidad más que sobrada para arruinar tu propia percepción de lo que ves en pantalla.

c7f9f2c2112bd12599be5fefdbd1b14bRecibiendo el Globo de Oro

Por ese motivo, hicimos un gran esfuerzo en poner a un lado los juicios y valoraciones previas, dejándonos llevar por las ganas de acercarnos a una película como “12 años de esclavitud”, en la que se junta un director con una carrera notable y varios actores con un buen número de brillantes trabajos a sus espaldas. En esas condiciones comenzó nuestro camino con la cinta, un recorrido que, como era de esperar, no nos llevó al puerto que podríamos pensar.

La historia de un secuestro

Decía Ellen DeGeneress, con su habitual sentido del humor, que la presencia de “12 años de esclavitud” entre las nominadas a la mejor película en la edición 2014 de los Oscar sólo dejaba dos alternativas al jurado: que fuera la ganadora o que todos fueran unos racistas. Puede que el ácido comentario de DeGeneress resultara más acertado de lo que podríamos pensar en un primer momento, porque es cierto que el tema que trata, o el que dice tratar al menos, la película, condiciona gran parte de las valoraciones a su alrededor. En muchos casos, el hecho de que se aborde un tema como la esclavitud, al igual que puede hacerlo cuando se trata el holocausto o la guerra civil española, predispone a críticos y espectadores hacia una serie de valoraciones.

978cd38e08a17453d2bc42afc5bc64d2Historias distintas en un mismo drama

He de decir que, en mi caso, no ha sido así, y no porque yo no cuente con los mismos prejuicios al respecto, el mismo mecanismo de discriminación positiva, sino que “12 años de esclavitud” no parece en sí misma una película sobre la esclavitud. No, lo que se narra es la historia de un secuestro, una persona a la que se priva de su libertad encerrándola en el lugar en el que resultaba más sencillo encerrarla en ese contexto histórico, las plantaciones de los esclavistas del sur de Estados Unidos. Una historia que podría mantener las mismas coordenadas si hablara de un periodista secuestrado por un grupo talibán, de un preso de guantánamo o de un disidente político en un régimen totalitario.

La importancia del cara a cara

Ahí está el quiz de la cuestión para quien esto escribe, ya que reduce la magnitud del enfoque, alejándose de lo que es el drama de toda una sociedad y época histórica (la esclavitud), con sus características únicas, a una serie de dramas personales, a los que cada uno de los personajes trata de sobrevivir del mejor modo posible. Así lo hace el propio protagonista, un notable Chiwetel Ejiofor, un Salomon Northup que nos muestra en su propio rostro todos los registros que la pena y la desdicha pueden recorrer.

Ese también es el caso de Michael Fassbender, también a muy buen nivel, que navega en medio de un mar de alcohol como el capitán de su propio universo, para quien la faceta de esclavista es sólo uno de los perfiles de su putrefacta personalidad, que ofrece también otras caras nada amables: violador, megalómano, sátiro, misógino... Así sucede, por supuesto, para la propia Patsy, la más que brillante Lupita Nyong'o, en quien coincidimos con la Academia del Cine estadounidense (y sin que sirva de precedente) en reconocer como la mejor interpretación de toda la película (fue la única que se llevó el Oscar).

383b62e61619d8ef32cb11ec2b2de634Lupita Nyong'o brillante en cada una de sus escenas

En este punto queríamos plantear una pregunta: ¿por qué es mejor la interpretación de Nyong'o que las de Ejiofor o de Fassbender? Por una sencilla razón: porque es la única que tiene la oportunidad de dar réplica, de retar a sus pares. Mientras Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender recorren los caminos de sus personajes, unos en los que sólo atienden a sus objetivos, intentando mantenerse ajenos al mundo que les rodea, es la pequeña Patsy la que se atreve a mirarles a los ojos y a batirse en duelo con ambos, aunque los dos eluden el combate.

A nivel interpretativo, las dos mejores secuencias de la película, cuando le pide a Northup que acabe con su vida y cuando se enfrenta al esclavista por haber salido de la plantación en domingo para ir a por una pastilla de jabón que se merecía por su trabajo (esta segunda secuencia, desde que Fassbender ataca a Northup preguntándole por Patsy y finaliza con la joven con la espalda destrozada a latigazos es, sin lugar a dudas, la de más intensidad de toda la cinta), están marcadas por la interpretación de Lupita Nyong'o, recordándonos (a nosotros y a los directores y guionistas) que una interpretación es verdaderamente grande cuando se reta con otras, cuando tiene que responder a otras emociones y provocar otras en el resto de personajes.

Un sencillo motivo con el que justificar por qué el papel de Matthew McCounaghey en “Mud” (id, Jeff Nichols, 2013) sigue sin decirnos nada a favor de esa corriente de opinión que ya lo considera un gran actor (y aquí vuelve a importarnos poco lo que diga la Academia del Cine estadounidense).

La yuxtaposición frente a la unión

Hay que dejar una cosa clara: “12 años de esclavitud” es una buena película. Técnicamente es notable y el equilibrio en la práctica totalidad de sus elementos es más que evidente, pero aun así le faltan puntos para ser una obra maestra. ¿De dónde proceden esas carencias? Lo cierto es que, al igual que sucede con las interpretaciones, lo que falla es la idea de conjunto, ya que al terminar la película nos quedamos con la sensación de que se nos ha planteado una historia armada a base de elementos yuxtapuestos, en vez de un conjunto en el que la suma de las partes sea mayor que estas tomadas de forma individual.

283a52f032bfece59200baf5fca85804Un hombre libre camino al infierno

A toro pasado, cuando ya nos han hablado de las grandes diferencias entre el director Steve McQueen y el guionista John Ridley, resulta sencillo encontrar en esa distancia la causa de esa falta de comunión en la película tomada como un todo. En ciertos momentos, parece como si el director quisiera dejar claro que el valor de la película no reside tan solo en la potencia de la historia que se cuenta, sino también en su pericia técnica. Aparecen entonces esas pausas en el metraje, esas escenas suspendidas sobre el rostro del protagonista que ralentizan el desarrollo global. Cierto que Steve McQueen no permite que eso se le vaya de las manos y, con una duración no excesiva, consigue que la película no termine por hacerse pesada, pero la sensación de cierta pelea entre el guión y la dirección se hace evidente.

Esa impresión de yuxtaposición de historias personales, de dramas, nos dejan también varias de las secuencias. En algunos casos, ese efecto resulta incluso interesante, como si cada una de esas historias fuera un cometa con su propia trayectoria, trayectorias que pueden llegar a colisionar (como cuando Michael Fassbender obliga a sus esclavos a bailar en su salón y su esposa interrumpe la 'fiesta' para agredir a Patsy) o pasar sin tocarse, como si formaran parte de universos distintos (un perfecto ejemplo es el intento de ahorcamiento de Northup, que queda con la soga al cuello, manteniéndose con vida de puntillas mientras la rutina se desenvuelve a su alrededor). En otras ocasiones, esa yuxtaposición de historias no cuaja y ofrece un efecto irreal, forzado (como cuando irrumpe el personaje de Brad Pitt, que parece impuesto por cuestiones de producción), haciendo que pierda fuerza la propuesta.

cbb4d815fb4505f9ace914e48b9fbd30Algo más terrible que un esclavista

La ausencia de esa idea de conjunto nos queda también al pensar en lo que “12 años de esclavitud” nos dice sobre la propia esclavitud. Haciendo memoria ahora, unos días después de su visionado, para quien esto escribe, según la película la esclavitud sería una espalda hecha jirones a latigazos. En ese acto brutal, en el que la dominación física y el sometimiento se unen por medio del dolor, Steve McQueen sí que nos muestra toda la crueldad de la esclavitud. Pero la esclavitud, el drama de una sociedad y un contexto histórico, es mucho más que eso, del mismo modo que “12 años de esclavitud” podía ser más que una buena película.