Narrativa y poética en 'Ayer no termina nunca'

Narrativa y poética en 'Ayer no termina nunca'

Escrito por alejandro

Los rastros y tiendas de segunda mano son ocasiones de oro para encontrar publicaciones que pasaron desapercibidas en el momento de su publicación. Por unos motivos o por otros pasaron por debajo del radar y cuando te las encuentras (a un precio más asequible, lo que indudablemente también ayuda a los anémicos bolsillos) la alegría es doble. Una sensación experimentada por mí cuando me cruce con “Cómo se hace una película” de Claude Chabrol con la colaboración de François Guérif. La oportunidad de leer a alguien que habla claro, con una más que sólida carrera a sus espaldas.

1e1910172cf702008cf4d2f7130bec99Estamos ante el futuro ¿posible? ¿realista?

Tipos de cineastas

No había leído más de tres páginas y ya había comenzado a ver por todas partes sus enseñanzas. La primera de ellas se refiere al tipo de cineastas existentes: los narradores y los poetas. 

Los narradores son los que quieren contar historias, no tienen en la cabeza una visión particular del mundo, no creen tener que transmitir mensajes específicos sino que, por el contrario, quieren dar una forma especialmente atractiva a historias fabricadas por otros.

Los poetas son los que tienen una visión del mundo. A veces esos poetas poseen igualmente aptitudes narrativas, lo que resulta formidable. Pero cuando un narrador acaba por tener una visión del mundo, pasa obligatoriamente al lado de los poetas.

0b699867afb8e4df9ff08ed274842214Candela Peña y Javier Cámara "obligados" a deambular rígidamente

Casi al mismo tiempo que el director francés me abría los ojos con cada palabra, vi, con un año de retraso sobre su fecha de estreno, “Ayer no termina nunca” (Isabel Coixet, 2013). Un ejemplo perfecto de una cineasta perteneciente al bando de poetas. Está claro que la directora catalana tiene una forma personal de ver el mundo. Visión que ha producido películas tan especiales como “Mi vida sin mí” (My life without me, Isabel Coixet, 2003) o “La vida secreta de las palabras” (The secret life of words, Isabel Coixet, 2005).

La evolución de los tipos

Sin embargo, su cine, y su obra en general (documentales, cortos, libros, exposiciones, proyectos interdisciplinares, colaboraciones), a pesar de su indudable prestigio a nivel nacional e internacional, han ido alejándose del gran público. ¿Por qué? Ella puede permitirse trabajar donde quiera, como quiera y con quien quiera, se lo ha ganado, pero eso no aleja esa sensación que el pequeño libro de Chabrol aclara pocas líneas después. 

Esas personas poseen un fuerte espíritu dialéctico y, al desarrollar sus ideas, explican de paso por qué el resto de las ideas no son buenas, lo que genera películas un tanto molestas, por su maniqueísmo y, simplemente, por su pesadez. Ésa es la razón por la que el público prefiere a menudo las películas de los narradores. Y, por supuesto, mejor ver una buena película narrativa que un film poético errado.

Ese maniqueísmo y esa pesadez son la respuesta. Debo decir que, a nivel personal, me interesan las películas de Isabel Coixet. Pero no puedo dejar de pensar en cada plano, en cada línea de diálogo, en cada tema desarrollado, que estoy viendo algo creado por ella. Así ocurre en “Ayer no termina nunca”.

42089e38afed2f98b906bd1e228b6329La luz es un personaje más, uno muy importante en realidad.

Las condiciones impuestas

El entorno, el cementerio de Igualada, diseñado por el arquitecto Enric Miralles, con sus potentes paños de hormigón, esa luz que se cuela y resbala por la superficie, esos espacios gigantes y desnudos, es el marco donde se mueven Candela Peña y Javier Cámara. Cada encuadre podría ser la portada de un disco, muy moderno y cool. La conversación nunca puede ser del todo natural entre ellos porque están condicionados por las ambiciones de la película y su creadora. Quiere, necesita, expresar un sentimiento, dolor, pérdida, amor irracional, consecuencias devastadoras, cada segundo de los 108 minutos que dura la película. 

En este sentido, la interpretación de Candela Peña va siempre al límite. Un paso más y esa sobreactuación la habría convertido en algo falso. Javier Cámara pone el contrapunto. Está incómodo, no solo en la historia, sino que se le ve más forzado. Es un actor de distancias cortas, no de grandes gestos y cuando los personajes están más cerca en el plano muestra su mejor cara.  

497ca32970abf902d6d82bdf2575d998En su interpretación reside la veracidad o falsedad de Ayer no termina nunca.

La historia

También hay una historia. Por supuesto. ¿Cómo no va a haber? Estamos ante un futuro no muy lejano y peligrosamente posible. Una visión tan pesimista como realista. Leo Messi ha ganado su décimo Balón de Oro consecutivo, el país ha pasado de una depresión profunda al sálvese quien pueda y los recortes llegan ya hasta el espacio dedicado a los muertos. 

Una pareja se reencuentra, cinco años después, en un cementerio al que acuden a buscar los restos de su hijo fallecido. Una muerte que los alejó, empujados por el sufrimiento y por el diferente modo en que lo afrontaron. Él eligió marcharse, continuar con su vida lejos del desmoronamiento personal de su mujer y de su país, mientras ella, envuelta en dignidad y ganas de experimentar cada instante de dolor supremo, decidió quedarse, sobrevivir. 

Son condiciones aptas para los reproches. Ella quiere poner las cartas encima de la mesa, hablarlo todo, explicarlo todo, saberlo todo. Él quiere pasar el trago lo más rápidamente posible y regresar a su nueva y próspera vida. Maneras diferentes de convivir con una situación dramática. 

3933f6026092a7f69008d07271de1f7cLas aclaraciones, en privado, porque los secretos mandan en la pareja.

Lugares comunes en la filmografía de Isabel Coixet. En realidad, una ficción fuertemente inspirada en la realidad era para la directora un paso natural tras trabajos como el documental “Escuchando al juez Garzón” o cortos como “Marea blanca”. “Ayer no termina nunca” (Isable Coixet, 2013) es la manera que tiene Coixet de dar su opinión, después de retratar la realidad, toca dar su opinión, interpretarla. Como bien decía Claude Chabrol en la cita “poseen un fuerte espíritu dialéctico y, al desarrollar sus ideas, explican de paso por qué el resto de las ideas no son buena”

Todo, por supuesto, condicionado por su estilo, y ahí entran esos encuadres, el blanco y negro, los oníricos y explicativos flashes en los que los actores solos, en medio de un paisaje desolado, hablan verdaderamente claro, puesto que son incapaces de hacerlo a la cara de la persona antes amada y ahora tan lejana.