Mejores películas de amor, para los que no les gustan las comedias románticas

Mejores películas de amor, para los que no les gustan las comedias románticas

Escrito por pedrinho

La expresión “película de amor” evoca inmediatamente a sabores almibarados, excesos de gominola e incluso la santa trilogía de sofá, manta y helado. Sin embargo, para quien esto escribe, tras esa denominación hay un todo un universo de posibilidades, con otros finales felices en los que no tengamos que encontrarnos obligatoriamente con Meg Ryan, Sarah Jessica Parker o Matthew McConaughey, por citar sólo a tres de los grandes referentes del género.

Probablemente, el origen de ese condicionamiento pavloviano que nos lleva al algodón de azúcar, los kleenex y a los besos en la última escena, tiene que ver con la idea subyacente de que toda película de amor es susceptible de ser definida como una comedia romántica. En ese caso, recordando que este texto está escrito en clave masculina, con todos los tópicos y prejuicios que eso conlleva, no nos extraña que la mera cita de la expresión “película de amor” nos eche para atrás. 

Nuestro objetivo hoy es confirmar que hay vida más allá, que incluso dentro de esa categoría puede haber cine de alto nivel. Demostrar que la mejor contra programación posible a un pastelón no es el fútbol, sino uno de estos títulos, con los que, además, podéis apuntaros dos tantos a vuestro favor con vuestra pareja: uno, ofrecer una prueba de que también tenéis vuestro corazoncito y, dos, que no hay por qué renunciar a ciertos principios básicos por un final feliz.

933c1b775e098a68301f1f7da28bde79Sonrisa con final feliz

Por eso hoy os regalamos (con todo lo prepotente que suena el dar consejos) estas cinco películas, las cinco mejores de amor para “todos los públicos” (es decir, que no hace falta ser fan de Mandy Moore para disfrutar de ellas).

Olvídate de mí

No te recomendamos que presentes "Olvídate de mí" (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michel Gondry, 2004) como una película escrita por Charlie Kaufman, el mismo que puso en pie “El ladrón de orquídeas” (Adaptation, Spike Jonze, 2002), dirigida por Michel Gondry, responsable de "Human Nature" (id, 2001) y protagonizada por el histriónico Jim Carrey. Con esa puesta en escena, va a ser complicado que superes el escepticismo de tu pareja (tengas la relación que tengas con ella, y sea del sexo que sea). Muy probablemente si mencionas que la protagonista es Kate Winslet, la misma de “Titanic”, te habrás ganado el beneficio de la duda y comencéis a verla cogidos de la mano.

8bb3f58494283b9bf06dc60fa8f0c082Cómo podría olvidarte

Si es así, ya está todo hecho, porque no hay ningún motivo desde el primer minuto de metraje para detener su avance.

Da igual que se acaben las palomitas, que tengas ganas de ir al baño o que haya un Madrid – Barça, porque ante tus ojos se desarrolla el mejor modo de contar lo que es el amor. El amor, por supuesto, con todas sus caras, desde la ilusión inicial a la pérdida, de la alegría al dolor, del cielo al infierno y del corazón a la memoria. Porque es ese, la memoria, el verdadero órgano del amor

Acaso, ¿podemos decir que hemos amado si no lo recordamos? No, imposible, el amor, como la vida, es memoria.

La buena estrella

¿Cuántas veces has visto a un amig@ o a ti mismo haciendo estupideces por amor? ¿cuántas veces han pensado lo de “hay que estar muy pillado para hacer eso”? “La buena estrella” (Ricardo Franco, 1997) es un recorrido visual por el amor entendido como aceptación de tu incapacidad, de cómo, cuando hay conflicto entre la razón y la emoción, el resultado puede ser turbulento. 

Este triángulo amoroso de personajes en el extremo de la realidad consigue un impacto de emotividad constante en apenas dos localizaciones, sin necesidad de bodas multitudinarias o una corte de figurantes. La película se sostiene sobre tres pilares más firmes que las columnas del Olimpo: Maribel Verdú, Antonio Resines y Jordi Mollá.

23412a5b35e6cbac020d167e7f4d6581Los pilares de las buenas estrellas

Maribel Verdú borda el juego de la sensualidad de la derrota, el atractivo de una marginalidad en la que también hay espacio para la belleza, aunque esté hecha de retales, dónde el brillo de un ojo roto sirve para helar miradas. Antonio Resines, absolutamente pulcro y certero en todos sus gestos y expresiones, sin uno de más, sin uno de menos, es el carnicero impotente que conoce un secreto: el amor y la felicidad están por encima del orgullo. Por encima también de la propia autoestima pensarán otros, pero esos otros no han querido como el quiso a su “princesa de saldo y esquina”, como diría Joaquín Sabina. Por último, tenemos a un Jordi Mollá en su máxima expresión, cuando nos hizo creer que podía hacer cruzar el cielo al Cometa Halley con cada interpretación. Después resultó que no, que el cometa pasa cuando quiere y que él no tiene las llaves del cielo. Pero entonces nos lo creímos.

Es lo que tiene el amor, que te hace creyente.

2046

Atención: esta película no es recomendable verla si acumulas días durmiendo poco. 

No te vamos a engañar, esa no es nuestra intención. El ritmo de "2046" (id, Wong Kar Wai, 2004) es lento, la trama un tanto desordenada y hay que hacer un esfuerzo por no perderse en los continuos saltos cronológicos del argumento. Eso sí, por encima de todo eso hay belleza, el cuidado absoluto en la construcción de cada plano, de cada escena. Se percibe la obsesión porque cada cosa esté en su lugar y nada sea fruto de la casualidad. Nada, menos la relación entre los protagonistas.

e391032fd24774396784b9542e32b3afLa belleza en el 2046

Ese es uno de los méritos más notables del cine de Wong Kar Wai, el cuidar cada detalle, cada pieza, cada segundo de la película como si todos fueran igualmente importantes.

Bien pensado, “2046” podría ser el manual perfecto para cualquier relación: cuida cada instante, cada momento, como si todos fueran igualmente importantes, acepta que va a haber altos y bajos, desorden y puede que faltas de entendimiento, pero en todos esos momentos tiene que haber belleza. En todos y en cada uno de ellos habrá belleza, habrá amor. 

Sólo así llegaremos de la mano a nuestro 2046.

Y tu mamá también

El amor, como la gran mayoría de las grandes verdades de la vida (¡qué pomposa nos ha quedado esta frase!), es fácil de reconocer a toro pasado. Sin embargo, no siempre resulta sencillo entenderlo de entrada.

En "Y tu mamá también" (2001) dirigida por Alfonso Cuarón, el mismo que ha puesto Hollywood a sus pies en los Oscar 2014 con “Gravity” (2013), con todo lo que conlleva que un mexicano someta a un montón de yankees (aunque en su caso es más fácil porque no es un “espalda mojada”), tenemos mucho de eso, de descubrimiento, de entender que no somos lo que decimos ser, sino lo que hacemos.

0bf9f72d1bbb64becb612a37df8649eeBúsquedas con un fin (aunque no el esperado)

Maribel Verdú, de nuevo, y por segunda vez en cinco películas (acabamos de darnos cuenta de ese detalle mientras escribimos: ¿algún mensaje del subconsciente?), hace de eje sobre el que pivotan dos jóvenes varones, cuasiadolescentes y verborreicos, como Diego Luna y Gael García Bernal, de lo mejor que ha dado el cine latinoamericano en los últimos veinte años. Dos muchachos que hacen lo que se supone que deben hacer los muchachos de su edad, que buscan lo que se supone que deben buscar (y en esa lista ocupa una posición muy alta el montárselo con una mujer mayor), pero que terminan encontrándose en un lugar en el que se supone que no deberían encontrarse, haciendo algo que se supone que no deberían hacer. 

Ahí se rompe todo, porque una vez llegados a ese punto, hay que elegir entre lo que se supone y lo que es. Una elección clave, tanto en el amor como en la vida.

New York, I Love you

Cerramos estas cinco propuestas “románticas” con una película de menor altura cinematográfica, a pesar de que el listado de ilustres que intervienen, tanto delante como detrás de la cámara, es de lo más notable: Orlando Bloom, Andy Garcia, Natalie Portman...

e9fd9bf282ea34a76e708326eb2c1090El amor en la gran ciudad

A pesar de las irregularidades, creemos que puede ser uno de los modos más sencillos de engañar a alguien con adicción a las comedias románticas y llevarlo a nuestro terreno, mostrándole que en lo que a “películas de amor” se refiere, como en el amor, hay algo más que el tópico sota, caballo y rey. 

Concebida como una respuesta-continuación a “Paris, J'a temme” (2006), “New York, I Love You” (2009) se desarrolla sobre las mismas pautas. Una serie de escenas yuxtapuestas, secuencias de amor en New York, con todo lo polimórfico que puede ser el amor en New York, donde se nota el enfoque urbano, acostumbrado a confundir amor y sexo o deseo. Entre todas ellas deambula un personaje pegado a una cámara de vídeo, que actúa como pegamento, haciendo de hilo entre otras situaciones y personajes que ofrecen matices distintos, y no todo del mismo interés para el espectador.

En un visionado sin mayores aspiraciones, merece la pena prestar atención a tres de las historias porque son las más ricas en matices: el seguimiento del artista a su modelo, el choque cultural de Natalie Portman y el duelo dialéctico de Robin Wright y Chris Cooper. Para los amantes de la cara B de las cosas, reconocer la sorpresa que nos produjo reconocer un viejo chiste del colegio representado en la políticamente correcta industria del cine estadounidense (sigan el rastro de la silla de ruedas).