La isla mínima (2014): las decisiones y las referencias

La isla mínima (2014): las decisiones y las referencias

Escrito por alejandro

Arrancaremos con un dato curioso. Un visionado de “La isla mínima” (Alberto Rodríguez, 2014) puede llevarnos a buscar referencias en, por ejemplo, “True detective. Incluso, según propias palabras de Alberto Rodríguez, se ha acusado al film español de plagio. A medio camino, alguien podría encontrar esas similitudes en cosas como el estilo, el ritmo, la pareja de protagonistas… si no fuera por un dato demoledor: la serie norteamericana se estrenó en enero de 2014 y es bastante obvio que el director y su equipo tenían su película más que hecha.

230420d7e081e7ced43e11960f384dc6El equilibrio entre Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez es básico para el éxito del conjunto.

Las virtudes de “La isla mínima” hay que buscarlas en las propias características del thriller. Una historia perfectamente engarzada en su tiempo y su espacio, donde se utiliza una investigación criminal para plantear diferentes cuestiones. La primera y decisiva es la definición de un momento clave de la historia reciente de España. Atisbar luces y sombras de unos años en los que se mezclaba el optimismo y la esperanza por una nueva realidad social y política y por otro se realizaba una transición a todos los niveles que nunca ha acabado de quedar clara. No es labor de “La isla mínima” resolver estas dudas, pero sí llamar la atención sobre aspectos (paso de funcionarios y policías de la época franquista a la democracia) que todavía colean hoy en día.

Una gran historia

Es una característica común de las grandes historias, que son capaces de ir de lo concreto a lo universal, de partir de un momento específico y extenderse hacia el pasado y el futuro. ¿Quién se quedará sin ver las conexiones con casos de la más rabiosa actualidad? ¿Acaso es exclusivo de un punto como las marismas el Guadalquivir, en 1980, que alguien se aproveche de la desesperación ajena para satisfacer sus deseos más sórdidos? ¿O que acaben pagando los platos rotos solo los escalafones más bajos de la jerarquía criminal? Al final es una pelea quimérica por una justicia ideal (que no se suele corresponder con la real) en la que solo pequeños triunfos te permiten seguir adelante sin volverte completamente loco.

cac72e5a458cf48d59be2378f3f9d218La lista de secundarios tiene nombres tan destacados como Jesús Castro, indudablemente 2014 ha sido su año.

La definición de los personajes y explotar las características del lugar en el que se desarrolla la acción son las otras dos patas sobre las que se sustenta “La isla mínima”. Desde la pareja protagonista de investigadores, unos muy convincentes Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, hasta secundarios como Jesús Castro, que dejó dudas interpretativas en “El niño” pero que aquí, en la piel del principal sospechoso, saca partido de su aspecto indolente/inexpresivo. Cada papel es un caramelo interpretativo y así se explica que Antonio de la Torre, habitual protagonista (“Caníbal”, “Gordos”, “La gran familia española”) se conforme con un pequeño papel técnicamente intrascendente en el desarrollo de la trama pero lleno de detalles en las dos o tres ocasiones en las que aparece en pantalla.

Volviendo a los protagonistas, tienen la capacidad de despertar nuestro interés y aquí habría que volver a destacar la relación historia concreta/realidad universal. Juan (Javier Gutiérrez) sería esa persona consciente de los arabescos que supusieron la transición para algunos de los miembros del régimen anterior (aquí me surge la siguiente reflexión en el debate cine español/cine norteamericano: ¿por qué preferir una película sobre un veterano de la guerra de Vietnam, con sus traumas y tal, a una sobre un policía reconvertido a la democracia, también con sus demonios y traumas escondidos? Lo dejo ahí), pero con ganas de barrer debajo de la alfombra esos recuerdos. Pedro (Raúl Arévalo) sería esa persona moderna (en su mente), con ganas de libertad y convencida de que es una transición posible en apenas un par de años (ilusionada), que va a descubrir a cada paso que es un camino largo con, en el mejor de los casos, decepciones puntuales.

f932f3032e01146ffdcdc77455e3f844Por supuesto, la acción y el movimiento tienen espacio a pesar del ritmo controlado.

Lo visto

Todo este rollo y todavía no hemos empezado a hablar de lo visto en pantalla. Y aquí toca hablar de esa definición ya propuesta. Las marismas del Guadalquivir son importantes para el director, -Alberto Rodríguez-, e ideales para una historia como la de “La isla mínima”. Una zona con una población dispersa, desencantada y con pocas ilusiones puestas en el futuro. Caldo de cultivo perfecto para los depredadores presentados en la película, puesto que la geografía favorece a sus planes; tienen cerca ese edén turístico visto como una vía de escape, hay casas apartadas en las que realizar sus “actividades” sin peligro de ser descubiertos y cuentan con un valor añadido, el peso de las apariencias de una sociedad demasiado agarrada a sus tradiciones.

Estilo perfecto

Dejamos para el final el estilo. La utilización de esos paisajes y de elementos tan característicos como los Citroën  Dyane 6 o el 2 caballos, auténticos iconos de la cultura popular española a la altura del Seat Seiscientos. Alberto Rodríguez nos coloca en 1980 y nos recuerda en cada segundo que estamos allí. El trabajo de ambientación, vestuario y fotografía son brillantes en este aspecto y acompañados de un estilo calmado, un ambiente pesado, donde casi podemos sentir la humedad y el calor que pasan los protagonistas, y puntuales pero necesarios acelerones de la acción completan un cuadro, otra vez, muy completo. Las labores de identificación y situación se suman al contexto para mejorar, aún más, la definición y la representación de la acción.

07ef1f63ba3b55b826b099ed2dd81733Podríamos imaginarnos un remake de "La isla mínima" por otros lares y no se ganaría con el cambio de localización.

En definitiva, resulta difícil ponerle peros a “La isla mínima” por una combinación fuerte e interesante. Conseguir una historia en un punto determinado del tiempo y del espacio, explotando las características del enclave seleccionado, de la sociedad que allí vive, de las condiciones locales y nacionales de ese momento y, a la vez, apoyado en los más universales códigos del thriller, conseguir que podamos trasladar esa historia al momento presente, con otras condiciones. Al final va a resultar que esa comparación con la que iniciábamos este artículo no es un ataque ni una acusación de plagio sino la demostración palpable de la capacidad y los recursos de Alberto Rodríguez y su equipo, capaces de encontrar en su entorno más cercana una historia, unos personajes capaces de colocar a “La isla mínima” (Alberto Rodríguez, 2014) a la altura de las mejores producciones en su género.