La Fiesta del Cine y sus resacas

La Fiesta del Cine y sus resacas

Escrito por pedrinho

Escribo este texto en la tarde del miércoles 29 de octubre, el último de los tres días de la Fiesta del Cine 2014. Lo hago sentado un la mesa de un local de un centro comercial que, en su momento, nació teniendo como eje principal unas salas de cine. He llegado hasta aquí para sentir en primer persona el ambiente que se respira en el cierre de esta celebración cinematográfica.

Por ahora, no puede decirse que haya mucha animación en la cola frente a las taquillas, pero teniendo en cuenta las cifras oficiales de asistencia a las salas en los días previos, es de esperar que todo se caldee a medida que caiga la tarde y llegue la noche. A fin de cuentas, estamos ante la última velada de este año, en el cierre de esta festividad, este evento que nos permite ver cualquier película por 2,90 euros, una rebaja más que notable respecto a los habituales 6, 7 o incluso 8 euros que puede costar el visionado en otra fecha.

dbe10093fbd1e8af9eda21d3e1e60ef9Fiesta del Cine 2014

Una fiesta que termina y que, como todas las fiestas, nos dejará una resaca. Porque si hay algo que garantiza una fiesta, eso es la consecuente resaca. Da igual que sea por el alcohol, la comida, los malentendidos, los líos o, como en este caso, por la mera reflexión, pero siempre hay una resaca. Una que afecta a más de un actor en este escenario que es el cine.

La resaca de los espectadores

¿Es imprescindible rebajar el precio de las entradas a los 3 euros para que acudamos en masa al cine? Por mucho que esta Fiesta del Cine 2014 se cierre con cifras récord de asistencia, tengo mis dudas sobre la capacidad de mantener semejante reclamo en el tiempo sólo en base al precio. Es decir, en esta convocatoria pesa mucho el “aquí y ahora”, factor que no debemos olvidar a la hora de hacer valoraciones.

No demasiado lejos de este mismo centro comercial, sobrevive otro cine, uno de los primeros multicines de la ciudad, uno de esos con salas pequeñas, en las que la primera fila está a los pies de la pantalla de proyección, con butacas que pertenecen a la familia de los antiguos teatros, no a la de las modernas megasalas, con tacto de terciopelo en vez de polipiel de producción industrial. Ver una película en esos multicines, imprescindibles para entender la historia cinematográfica de este rincón del planeta, cuesta entre 3 y 4 euros, pero no por ello sus taquillas están repletas de espectadores. Cierto que ahora emiten esas llamadas “películas de culto” o “alternativas”, pero esa decisión llegó después del vacío de espectadores, no antes, y fue el resultado del propio instinto de supervivencia, especializándose en otro tipo de público, escaso pero fiel a su propuesta, convencidos de que no había posibilidad de competir con las grandes salas en lo que a títulos comerciales se refería.

37a056f3572ca8817a07681ce1196184El encanto de hacer cola ante una taquilla

Aquí es importante insistir en un detalle: en su momento, y nada nos hace pensar que ahora no sería igual, entre ver una película de estreno en estos multicines por 3 o 4 euros y verla en los grandes cines del centro comercial, a un precio mucho mayor, el público optaba por la opción más cara. No se trataba de una decisión personal o de una cuestión de economía, ya que, de hecho, una gran parte de ese público prefería no ver la película que verla en los multicines.

Sería sencillo argumentar que eso es debido a las posibilidades técnicas de uno y otro cine, a que el visionado de esos blockbusters de acción requiere de sonido de último generación y asientos vibratorios. Podría ser, pero así resultaría más incomprensible aun nuestra ansia por la descarga de estrenos recién colgados en la red, de pésima calidad y en las que escuchas toser a quien está grabando la pantalla con una cámara sobre las piernas.

Tiene que haber algo más, un algo que no entendemos, un algo que como público convertimos en difícil de comprender, complicando que encontremos una alternativa que ofrecer para que la fiesta del cine no dure tres días, sino tres años.

7ce10a4c1d4795b9f762758c17147be8¡Qué matrimonio tan bien avenido: cine y palomitas!

La resaca de las salas de cine 

Me ha llevado un tiempo, de pie frente a una taquilla poco concurrida con sólo una cajera, encontrar el anuncio de la Fiesta del Cine 2014. No deja de causar cierta sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta que el evento se anunció hasta en el Telediario (doy fe de ello: domingo, sobre las 21:30, en La1) y que esta misma tarde, en el trabajo, un par de compañeros hablaban sobre ello.

Sin embargo, en la taquilla, ha sido como si hubiera desaparecido, como si no hubiera nada que destacar frente a otras promociones y ofertas de la propia sala (tarjeta de fidelización, plan familiar, parking gratis, etc). Sin ánimo de querer sacar conclusiones exageradas, parecía como si no hubiera demasiado interés en dar brillo al evento, a la oferta que más descuento ofrecía (recordemos que el precio baja a los 2,90 euros) de todas (las demás llegaban a reducir el coste a los 5 euros). 

La pregunta en este punto es obligada: ¿a qué se debe esa diferencia?

Sólo la existencia de una financiación o subvención, asumida por diversas entidades públicas y privadas, explica su existencia cuando la sala no entiende que pueda bajar el precio más allá de los cinco euros en sus propias promociones. O bien no hay margen para hacerlo o bien no hay voluntad de reducir ese margen. Sea cual sea la opción escogida, el resultado nos encamina hacia el mismo destino: el fin.

Como se ha escrito tantas veces, no puedes esperar resultados distintos haciendo lo mismo, ni siquiera haciendo cosas muy parecidas. Si las cifras de espectadores caen, si cada vez triunfan en taquilla menos películas que no sean los blockbusters de la temporada, sin que se intenten variar las reglas del juego, alguien es responsable de ese inmovilismo, que sólo puede llevar a la muerte por parálisis.

2cd1e8105775998ffd2863d5cecf9ca5Foto de grupo con motivo de la Fiesta del Cine 2014

A los ojos de quien esto escribe, el reto de este sector es el mismo que afronta el circuito de las salas de conciertos y festivales, en el que se ve mucha más creatividad frente al contexto que les ha tocado vivir. Cierto que esos locales y espacios no están sujetos a las decisiones de una gran empresa, sino a la necesidad de supervivencia de los propios dueños del negocio, que están experimentando esa realidad en primera persona.

El hecho de estar en un centro comercial conlleva que cada movimiento o decisión implique a terceros, lo que dificulta enormemente la posibilidad de arriesgar, de cambiar, de diseñar un envoltorio distinto para el mismo producto, un producto que tiene toda una historia de atractivo a su espalda (y la sigue teniendo frente a él). Ahí es dónde puede estar parte del error, en no tirar del “piensa globalmente, actúa localmente”, en no explotar las características del público concreto que sí va al cine en un punto concreto, del público de un lugar determinado al que quieres atraer (¿familias? ¿estudiantes? ¿parejas jóvenes? ¿puristas?).

Los multicines de los que hablaba en el apartado anterior, ahí siguen, superado el shock, especializados en un público, con su oferta adaptada y sus seguidores. No se harán ricos con ello, pero siguen trabajando en esta industria y lo hacen con una idea clara y definida.

Maratones temáticos, madrugadas de cine, encuentros con un actor y la emisión posterior de su película, ampliar los usos de las salas de proyección... las ideas son múltiples, no todas viables seguro, pero existen.

La resaca de la propia industria

Hemos tocado en las últimas semanas, a veces de modo directo, como cuando hablamos de “El niño” (Daniel Monzón, 2014) y el peso de la televisión en la promoción, y otras más tangencialmente, al hablar sobre el futuro estreno de Alejandro Amenábar, los principales reclamos publicitarios con los que cuenta el cine español. Es sencillo recordarlos y sacarlos en cualquier conversación: la televisión, los nombres propios y Torrente. 

No ha aparecido, en los últimos tiempos al menos, una cinta capaz de escapar de esa trilogía promocional, como sí hicieron en su día “Airbag” (Juanma Bajo Ulloa, 1997) o “El día de la bestia” (Álex de la Iglesia, 1995), y, lo que es más difícil de digerir, no se vislumbra a medio plazo nada en el horizonte, algún tipo de movimiento, que lleva a pensar en algún producto capaz de escapar de esa regla o, lo que sería más importante, aun proponer un cambio de reglas y escenario.

c383810fd499b162941c71909dee53ccTodos a una en el estreno

Siendo la Academia del Cine nacional fuente de noticias más relacionadas con sus luchas internas por el poder que por otro tipo de actuaciones, muertas y enterradas las subvenciones públicas a la creación, y convencidas, hace tiempo, las empresas y los capitales privados que el mecenazgo estaba bien cuando pagabas al mejor pintor de la época por hacer retratos de tu mujer y tus hijos (ahora ya se encargan de eso Twitter e Instagram, y gratis), toca reinventarse. 

Toca reinventarse y creo, con toda humildad, que esa reinvención para por un cambio de enfoque. Volvemos a insistir en un punto ya mencionado, pero muy ilustrativo, porque hay un espejo en el que mirarse, y luego romper, por supuesto, para ir más allá. Pero primero hay que mirarse, y hacerlo con atención, en ese espejo que es la música. Pienso, por ejemplo, en los kilómetros y kilómetros de un Melendi, de un Fito, de escenario en escenario. Pienso, incluso, en los de un escritor o escritora, firmando ejemplares en una feria del libro. Pienso en eso y no veo una actividad semejante en las rutinas promocionales de un actor, director o productor. 

Por supuesto que tenemos entrevistas, algunas en televisión, otras en revistas, o pequeñas apariciones en un telediario. Sí, pero eso también lo hacen los músicos, sin dejar de lado las otras obligaciones. Digo esto desde el desconocimiento de los entramados profundos de la industria del cine y lo que la promoción conlleva, pero todos tenemos constancia de una visita de Mario Casas a una discoteca o “bolos” por el estilo. Sin embargo, jamás he oído de un encuentro con el propio Mario y Clara Lago en un centro comercial, sacándose fotos con sus seguidores, evento previo a un fin de semana en el que se proyecten todas sus películas juntos, cerrándose con su último estreno (es un caso hipotético, pero posible).

Sin duda, de todo esto es mucho más fácil hablar que actuar. 

Sí, seguro, pero es todavía más fácil no hacer.