David Fincher y Ben Affleck en

David Fincher y Ben Affleck en "Perdida"

Escrito por alejandro

No hay tiempo que perder, así que mejor empezar fuerte. “Perdida” (Gone girl, 2014) es la película más atrevida y coherente (cualidades que raramente aparecen unidas) producida en Hollywood en mucho, demasiado, tiempo. El cine comercial se enfrenta a un problema constante: ¿Dónde está la sorpresa? Sus productos van dirigidos a un público de vuelta, personas que creen, creemos, haberlo visto todo ya. Y que, aún así, queremos algo nuevo cada vez que pasamos por taquilla y nos sentamos en la sala oscura… es la magia del cine. 

Esta búsqueda sin descanso suele dirigirse hacia dos direcciones. Están los que optan por el espectáculo visual y los presupuestos millonarios y se embarca, - 3D mediante -, en el más grande, el más ruidoso, el más colorido y el más difícil técnicamente todavía para impresionar al respetable. Por otro lado estarían los que, también con recursos de sobra (al fin y al cabo, estamos hablando de grandes productoras) pero lejos de los primeros, optan por jugar a retorcer la trama, giros y regiros destinados al despiste con el único objetivo de engancharnos desde el minuto cero.

f2b52aa9a02d1a6b00f6bb0e78dc4e13¿Nada es lo que parece? ¿lo es Ben Affleck? ¿se entera y es el malo? ¿o no?

A menudo, aunque parezca increíble, puesto que podríamos pensar en los primeros como directores, guionistas o productores relativamente poco interesados en las historias que intentan contar, la primera opción acaba siendo más coherente que la segunda. Su propuesta se basa en la aceptación, por parte del espectador, de un mundo inverosímil donde las relaciones causa-efecto no siempre son lógicas, aunque funcionen. Aceptan su papel, su posición y complacen a sus destinatarios. Es una ventaja grande por la rebaja en las expectativas. 

Los que optan por tramas desarrolladas acaban, además, esclavos de sus propias decisiones, metidos en laberintos sin salida, en dilatados metrajes y, lo que es más enervante, cerrando historias deprisa y corriendo. Te dejan con un regusto amargo, engañado porque piensas “para esto me habría puesto las gafas esas y me habría dejado seducir por las luces y las explosiones”.

No es el caso de “Perdida”, ya que David Fincher opta por esta segunda vía y nos regala, arrogante e ignorante público, varias películas en una, con la seguridad de que no nos vamos a aburrir durante ciento cincuenta minutos. Todo porque se atreve. 

Pero no es un atrevimiento sin reflexión y lo que es peor, sin respetar la inteligencia de los que estamos delante de la pantalla; es un acto pensado, meditado, para proponer una trama compleja e interesante llena de matices. Destinada a dejarnos con la mandíbula desencajada en los varios clímax que salpican la película.

394fa54c09a0987cd1085e35e7567f32Rosamund Pike: ¿Víctima?, ¿culpable?, ¿una que pasaba por allí?

David Fincher y los proyectos

Con esto tampoco quiero decir que “Perdida” sea el inicio y el fin de la historia cinematográfica o proponga algo nunca visto. No hay que exagerar; pero sí demuestra la habilidad, sobradamente contrastada, de David Fincher a la hora de decidir en qué proyectos se involucra. Siempre dentro del ámbito del cine comercial, se dedica a contar historias potentes, interesantes, muy atractivas, de esas que te pegan al asiento, con un estilo propio, poco invasivo, con el que no solo no molesto sino que, además, aporto. 

“Perdida” sería el último ejemplo, como antes lo fueron “El club de la lucha” (Fight club, 1999), “Seven” (Se7en, 1995), “Zodiac” (2007), “El curioso caso de Benjamin Button” (The curious case of Benjamin Button, 2008) o “La red social” (The social network, 2010), y no seguimos para no aburrir al personal. En cualquier debate sobre cine entre aficionados, David Fincher nunca te deja en mal lugar. Tú dices, “a mí me gusta el cine de David Fincher”, y sus películas pueden gustar más o menos, pero todas te aseguran equilibrio entre planteamiento, trama, desarrollo, puesta en escena y actuaciones. Y eso no hay tantos directores que te lo garanticen. 

7f572a4414ea15cbdd73af94f28d1152El equilibrio entre la pareja se balancea, no sabemos si para bien o para mal.

Poniéndonos quisquillosos con el bueno de David, el mayor reproche que podríamos hacerle a su carrera sería el de haberse mantenido siempre dentro de su zona de confort. Son todos ellos proyectos solventes pero nunca se ha apartado del cine comercial, siempre ha contado con caras conocidas para asegurarse mayor visibilidad y ha conservado una buena posición entre crítica y público por no forzar demasiado la situación, lejos de intentos, estilos o riesgos más o menos afortunados como los que sí han tomado Richard Linklater o Wes Anderson, por citar solo un par de nombres.

Ben Affleck, Rosamund Pike y la actuación

Si de Fincher podemos decir que sus elecciones son su primer argumento a la hora de defender su carrera, con Ben Affleck hay más dudas. No cabe duda que embarcarse en “Perdida” es un acierto (no nos preguntemos si elegir dar vida a Daredevil o Batman entran en esa categoría). Es un papel perfecto para él. Representa a Nick Dunne, un marido acusado de la desaparición de su mujer Amy (Rosamund Pike). Una persona afligida, de la que no sabemos si se entera o no, si sufre por descolocación o simplemente pone cara de parva, que juega entre el desconcierto y la tortura. 

51dcc6087aef8e66918df5da96324c05La cara de cachorro abandonado de Ben Affleck, le va como anillo al dedo a "Perdida".

Ahí, el gesto impasible de Affleck, siempre con cara de que le duele algo, encaja como anillo al dedo. Su cara de incredulidad se adapta a los sucesivos giros de la trama y él acaba dejando espacio a la verdadera protagonista de la acción. Esa mujer perdida del título.

La actuación de Rosamund Pike es como la propia trama de “Perdida” (Gone girl, 2014), tiene varias películas en ella, y con sus gestos, miradas y acciones nos metemos en todas y cada una de ellas. A la espera del arabesco final, ese que creíamos que no se iba a atrever a dar David Fincher y que da, vaya si lo da. 

Todo para sorprendernos, cuando acaba la película y descubrimos que tampoco hay que tener miedo a los finales ambiguos, ni felices ni tristes, que solo nos recuerdan que la vida también sigue cuando la luz se vuelve a encender.