Por donde cojea “Tomorrowland”

Por donde cojea “Tomorrowland”

Escrito por alejandro

¿Por dónde empezar? “Tomorrowland” (Brad Bird, 2015) apuntaba alto. Un director como Brad Bird, responsable de “Ratatouille” o “Los Increíbles”, con presupuesto entre las manos para viajar por la historia, pasada y futura, posible, con unas mínimas intenciones (plantearse si querríamos saber el momento exacto de nuestra muerte, es un tema que da para largas conversaciones) se presentaban como argumentos suficientes para confiar en el resultado final. Entonces, ¿por qué esto acaba siendo un conjunto de quejas? Cuatro motivos se presentan como claros responsables.

1. La idea de fondo

Por manida, repetitiva y, llegados a este punto, poco creíble. Una “élite intelectual filántropa”, liberada de la carga que supone la “masa” idea el mundo del mañana. Una experiencia piloto, testada por esa misma élite, destinada a acoger, después, al conjunto de la especie. Como siempre, se presuponen todas las virtudes posibles de esas personas, pero claro, unos son más prácticos que otros y la cosa empieza a torcerse por ahí, sin meternos excesivamente en las connotaciones de esa aristocracia planteada, de apariencia totalitaria, porque ese ya sería otro tema.

243902d65e277c4c05d29c3ce335a361Tomorrowland parece ese lugar perfecto y Athena su producto ideal.

2. Los elegidos

Es una constante en el cine (especialmente el norteamericano) de aventuras, futurista, distópico y catastrofista. Existe un héroe, una heroína, con cualidades superiores a las del resto de mortales, destinada a evitar el fin de la humanidad. En este caso, la candidata es Casey (Britt Robertson), una adolescente escogida al estilo Neo en “Matrix”, aunque aquí sin pastillas rojas. La pequeña Athena (Raffey Cassidy) es la encargada de liderar la búsqueda para completar el equipo junto a Frank Walker (George Clooney). La secuencia viene a ser: Casey destaca por un motivo que solo Athena ve y ésta debe convencer a Frank de que tiene potencial suficiente para cambiar el destino de la humanidad. Nada menos.

3. La resolución 

La moraleja de “Tomorrowland” es teóricamente sencilla, pero esconde ciertos puntos ocultos. La versión oficial sería que los soñadores, los idealistas, las buenas personas, por encima de todo, pueden convertir esos sueños en realidad, sin pervertirlos por el camino. A priori, poco que discutir al margen de que esa confianza en la humanidad como especie destinada al bien, aunque choque frontalmente contra nuestra propia naturaleza. Porque esa “élite intelectual filántropa”, ahora requeteconvencida, podría, efectivamente, crear ese mundo del mañana, lo que ya habría que ver es si podrán mejorar a esos primeros creadores. ¿Alguien confiaría en que, llegado el momento, la batalla entre el yo y el nosotros tuviera una resolución diferente?

1978f3c966a34202df5f3f76442f33da¿Podrá George Clooney convencernos de que él sí es diferente?

Parece que, al menos, escoger a niños como buscadores de esos soñadores brillantes garantiza una mínima pureza, porque (aún) no están corrompidos como los adultos, excepto, claro, George Clooney, que para eso es el protagonista.

4. La previsibilidad

Es el peor de los reproches que se le puede hacer a una película de aventuras y ciencia ficción. La posibilidad de presentar nuevos mundos o nuevas opciones abren un campo demasiado amplio para caer en la previsibilidad. El guión firmado por el propio Brad Bird y Damien Lindelof , digámoslo alto y claro, carece de sorpresas. Desde la definición de los personajes hasta el destino del malvado Nix (Hug Laurie). 

Incluso los límites del decoro convierten la relación de un Frank ya adulto con Athena, un robot con aspecto infantil, en algo maniqueo. Un final estilo “Ghost” para ellos habría sido ciertamente confuso para los espectadores más jóvenes a los que va dirigida la película, pero habría supuesto un guiño o algo de humor entre tanta corrección para los habituales acompañantes adultos, un camino que “Tomorrowland” (Brad Bird, 2015) no parece tener excesivas ganas de tomar.