Review: Bienvenido Míster Marshall (1952)

Review: Bienvenido Míster Marshall (1952)

Escrito por Lucero

Una mágica fábula del neoimperialismo. Esta genial película de Luís García Berlanga, de 1952, supone uno de los mayores hitos del cine español en un film que abandera la crítica a muchas cosas: a Estados Unidos y su Plan Marshall, a España y el "Spain is diferent", al folclore típicamente andaluz (aunque español por entero en el imaginario internacional), o al atraso de una sociedad cuasi medieval, sin electricidad, sin radio y en aislamiento. Y todo ello aderezado con un guión de irrepetible factura, con un humor que hoy no se ve y con un José Isbert que quién lo tuviera para el cine de ahora. 

Villar del Río, un pueblo castellano de salero andaluz

La película comienza con un coche que se dirige a Villar del Río, "un pueblecito español, un pueblo cualquiera", como la voz-en-off lo define, anclado en el tiempo, en la profundidad de una España atrasada. En la escuela cuelga en su pared un mapa de Europa donde todavía existe el Imperio Austrohúngaro, aquél que desapareciese tras la Primera Guerra Mundial; haciéndonos ver que no hay en Villar del Río más modernidad que la que puede residir en el café-casino, cuyo dueño es el alcalde (José Isbert), o en el trayecto de un autobús que lleva a los vecinos a otros pueblos colindantes.

photo_4730.jpegVillar del Río, el reflejo de miles y miles de pueblecitos pequeños de la España de posguerra

El día en que la acción se sitúa, como decíamos, llega un coche a Villar del Río en el que viaja "el Delegado General", y todos comienzan a buscar al alcalde, el cual se encuentra enseñándole el pueblo a Carmen Vargas (Lolita Sevilla) "la máxima estrella de la canción andaluza", y a su astuto representante (Manolo Morán). El Delegado viene a comunicar la visita de los representantes de un gran pueblo "que no vacilan en ayudar a sus hermanos de más escasa fortuna". Son los Delegados en España del programa de recuperación europea, quien exhorta al alcalde a que cuiden el recibimiento que se le va a dar a estos señores del "dólar", que van a traer la modernidad a Villar del Río.  

El representante de Carmen Vargas embauca al alcalde en un plan para darles a los americanos el mejor de los recibimientos. No es más que la estratagema hurgada por esa picaresca española que tan nuestra es. Y el alcalde, que de poco se entera con su sordera, acepta con la promesa de los cuantiosos regalos que puede recibir el pueblo de parte de los generosos americanos. El plan del representante del artista es el siguiente: siendo conocedor, como dice, de los gustos de los americanos; éstos, cuenta, sienten una gran atracción por el folclore español, que no es otro que el andaluz, el de flamencos y faralaes; y planea convertir a Villar del Río a un pueblo típicamente andaluz.

photo_1134.jpegVillar del Río, preparado, como un pueblo andaluz, para la llegada de los americanos

Nos encontramos una crítica a este mismo folclore por parte del maestro Berlanga. Y la sutileza de esta sátira es muy grande, pues nos llega desde aquello mismo que se quiere retratar. O lo que es lo mismo: la crítica al folclore desde el mismo folclore. Un folclore que, a su vez, es distintivo de una España atrasada (la de Villar del Río) que se agarra a él para tener una forma de distinguirse de los otros pueblos de la región y para que los americanos se queden con una mejor impresión de Villar del Río. Extrapolando esta crítica, maravillosa y, como he dicho antes, sutil, nos encontraríamos además con una curiosa paradoja, en la que Berlanga parece haber sido un viajero del tiempo que ha escuchado el archiconocido eslogan de "Spain is diferent" de Manuel Fraga en los años 60, que vendía el turismo en el país de la misma manera en que Villar del Río va a intentar venderse a los americanos.

Bienvenidos, americanos

El alcalde toma nota de todas las peticiones que los 1642 vecinos van a hacerle a los visitantes, en un delirio colectivo. Estas peticiones no son de riquezas ni de ocio, como pediríamos ahora, sino que lo que piden son mejoras en su nivel de vida, como un tractor, o unas vacas con las que ordeñar más leche. A esta sociedad aún no había llegado la sociedad de consumo que preconizaban, ya en los años 50, aquellos americanos que están a punto de llegar.

Y finalmente, siendo inminente la llegada de los americanos, todo el pueblo sale a la plaza a esperarlos, con sus flores, cañeros en la cabeza y trajes andaluces, al son de la música preparada para la ocasión. Y no ocurre otra cosa que el maravilloso final ideado por Berlanga. Los americanos, aquellos mágicos reyes cargados de todo cuanto pedían, no son más que una fugaz caravana que avanza a toda velocidad y sin pararse por la carretera del pueblo.

photo_5537.jpegA pesar de la expectación levantada, la llegada de los americanos no será como los vecinos del pueblo habían imaginado.

Bienvenido Míster Marshall es la primera gran película del cine español y una de las mejores de su historia. Aúna un fino e inteligente humor con una feroz crítica de la situación de los pueblos de España y del intento de Franco por legitimar su régimen, como veremos a continuación. Resulta un milagro que se librase de la censura y ello lo agradecemos los espectadores actuales, para quienes esta película supone una representación genial de nuestra España pasada.

Un retrato de los acuerdos hispano-estadounidenses de 1953

El contexto de la película no es el del consabido Plan Marshall, en el que España no participó por el carácter dictatorial del régimen de Franco, sino el de los acuerdos hispano-norteamericanos de defensa y protección mutua, contemporáneos a la película, y que desembocarían en la instalación en suelo español de una serie de bases estadounidense a cambio de una ayuda económica, que luego se mostraría totalmente insuficiente. La genial moraleja de Berlanga es, de esta manera, un retrato de lo que pasó en realidad: los acuerdos firmados entre Franco e Eisenhower (presidente norteamericano por aquel entonces) no fueron otra cosa que "mucho ruido y pocas nueces", y los americanos llegaron y pasaron tan rápido como aquellos coches lo hicieron delante del pueblo más Andaluz de Castilla, Villar del Río, en una película que precisamente es tan maravillosamente inmortal porque su director parece haberse adelantado al tiempo, haciendo una crítica feroz al imperialismo de Estados Unidos de los tiempos venideros.

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