Más reflexiones sobre el cine español con

Más reflexiones sobre el cine español con "Combustión" y "Stockholm"

Escrito por alejandro

Las modas están llegando a Spoiler. Entre el terremoto del inesperado éxito de taquilla (lo cual mejora datos globales, pero no la situación general del cine español) de alguna película se vuelve a hablar un poco del cine español. Siempre como una etiqueta que engloba a una gran variedad de títulos, géneros, estilos y demás. Por tanto, y sin intentar ir más allá de un par de ejemplos concretos para explicar dos ideas, toca otro comentario referido al cine español como ente vivo, analizado, criticado y defendido o denostado casi como un acto político antes que como lo que simplemente es: cine a secas. Para ello, primero una cita y después dos películas, “Combustión” (Daniel Calparsoro, 2013) y “Stockholm” (Rodrigo Sorogoyen, 2013).

“Cuando uno va a una película americana, no dice que no le gusta el cine americano, pero cuando va a una española que no le gusta dice que es que no le gusta el cine español (…) Además defiendo el cine español porque a mí cuando voy a ver una película me gusta ver mi realidad.” Leonor Watling en una entrevista en la revista Jot Down nº6

Combustión (2013) 

477f26a3af5c1accb07216c8ad91b54cCoches, carreras, curvas y mucha gente guapa en pantalla casi cada segundo.

Vaya por delante que esto no es una defensa del producto nacional sin espíritu crítico, sino la constatación de un hecho. La única diferencia entre películas como “Combustión” y la saga “Fast & Furious” reside en la cantidad. Las producciones norteamericanas cuentan con más dinero, por lo que las persecuciones y carreras son más espectaculares y se rompen muchas cosas (coches, mayormente). A partir de aquí, se acaban las diferencias. La película se basa en las curvas, la exuberancia física y la sensualidad/sexualidad de cuerpos jóvenes, caras bonitas y encuentros más o menos tórridos con la ración habitual de prototipos, tópicos y persecuciones.

El cebo, en ambos casos, al margen de los coches deportivos, son los protagonistas. Como se dice vulgarmente, para gustos los colores, porque el atractivo físico de Alex González, Adriana Ugarte y Alberto Ammann poco tiene que envidiar a Vin Diesel, el difunto Paul Walker y Jordana Brewster. Las películas tampoco son exigentes en el plano interpretativo, por lo que solo falta que la mirada de la cámara busque los rasgos más favorables de cada uno. Ahí puede verse el volumen muscular de Diesel, esa tableta de chocolate perfectamente definida en Alex González o la sensualidad de Adriana Ugarte (especialmente su boca).

d385588b78c55ccf215745f7267d2d56Hasta en los momentos de transición, cada cosa debe estar en su sitio.

En este punto, además, gana especial sentido el comentario de Leonor Watling con el arrancábamos esta entrada. El público potencial de “Combustión” comprende a la perfección (puede que yo no y por eso soy el raro) las relaciones entre Mikel (González) y Ari (Ugarte). Porque pasan de la atracción física y la primera impresión al “te quiero” en un cortísimo espacio de tiempo y es comprensible que un héroe caído en busca de una vida normal no dude en abandonar a su novia pija, rica y acomodada.

“Combustión” no es solo heredera de sagas como la norteamericana, sino que sigue la lógica de otras como “Tres metros sobre el cielo” y presenta al mismo tipo de personaje. Alex González, al igual que Mario Casas quiere ser ese joven impulsivo, fuerte, capaz de todo por amor, pero con buen fondo. 

Por supuesto, no faltan esas incoherencias de guión tan clásicas a este y al otro lado del Atlántico. Unos errores sin penalización por parte del público aunque yo (seguro que son estas cosas las que me alejan del género) me empeñe en llamar la atención sobre ellas. Aquí, el héroe caído se ve obligado a colaborar en el robo de su exnovia pija. A todas luces es una traición, pero él, muy digno, ante las lágrimas de ella, afirma que va a devolverle el dinero sustraído (ATENCIÓN AL SPOILER GRANDE QUE VIENE A PARTIR DE AHORA). Puede que fuera esa su intención antes de engañar a sus socios y fugarse con Ari y todo el dinero. Porque en San Francisco, donde acaba la película, no se le ve muy preocupado por esa devolución. 

43c184a80a4088a43fc09a09a79e65c7El triángulo amoroso parece resuelto desde el principio, aunque la película se resista.

Stockholm (2013)

Una película como “Stockholm” es el mejor ejemplo de lo burros que somos y lo condicionados que estamos por la publicidad. Tuvo que recurrir al crowfunding para completar su presupuesto y, por supuesto, no pudo tener campaña de marketing por los canales mayoritarios. En cines la vieron apenas tres mil personas y no llegaron a los dieciocho mil euros recaudados en taquilla. Una vergüenza para nosotros los espectadores que la ignoramos.

Por supuesto, en temas de gustos cada uno elige su opción, pero es sorprendente que “Ocho apellidos vascos” (Emilio Martínez Lázaro, 2014) esté coqueteando con los dos millones de espectadores y “Stockholm" no recaudara en taquilla ni lo suficiente para cubrir gastos. 

2eaee9fe337fc136ae73ebcc2017f56dElla demuestra una valentía poco habitual en pantalla.No se trata de valorar cuál es la mejor, si el género en el que se encuadran tiene más tirón o si la televisión tiene más poder para arrastrar gente a las salas. La película protagonizada por Dani Rovira logró, aparte de la campaña de marketing, algo muy complicado: que se hablara de ella. Se colaba en diferentes conversaciones donde alguien mencionaba el “a pesar de los tópicos funciona”, “me reí mucho”, “Dani Rovira es muy gracioso, sus monólogos están genial”. Seguramente su mayor potencia es, como bien apuntaba reyloren en su reciente artículo, la capacidad para reírse de uno mismo tan efectiva en los monólogos y tan poco explotada en la pantalla.

“Stockholm” no pudo, no supo o no tuvo esa suerte. Se habló poco de ella y pasó sin pena ni gloria por las salas. Ni siquiera el reconocimiento de Javier Pereira en los Goya parece hacerla despegar, aunque en ciertos sitios de internet (filmin, por ejemplo) no ha funcionado mal. Y la verdad, no lo entiendo, porque la película de Rodrigo Sorogoyen, con dos partes muy diferenciadas, tiene eso que Leonor Watling reclamaba en nuestra cita inicial. Es una película donde se ve nuestra realidad. Y a pesar de una primera parte más convencional, asistimos a una segunda absolutamente rompedora. Solo puedo decir, sin ánimo, esta vez, de revelar nada de la trama, que nunca había visto un planteamiento tan agresivo como el de esa mañana del día después. Javier Pereira y Aura Garrido están brillantes y, sin ningún artificio, ambos manejan una situación extrema de un modo delicioso.