Perdida: la diferencia entre hacer un nudo y deshacerlo

Perdida: la diferencia entre hacer un nudo y deshacerlo

Escrito por pedrinho

Era un sábado por la noche, uno de esos sin más aspiraciones que gastar las horas antes de ir a la cama. La lluvia caía con intensidad del otro lado de los cristales y en el salón, a cubierto, con la niña ya durmiendo, las perspectivas no iban más allá de apurar una cerveza, dejar el televisor con el fútbol de fondo y hojear una revista con la esperanza de encontrar un artículo que mereciera mínimamente la pena.

Había un Plan B y se desarrollaba a mi lado, a unos centímetros de distancia, en el mismo sofá. Mi pareja, tras revisar las novedades en un par de plataformas de pago por visión, se había decidido por “Perdida” (Gone Girl, David Fincher, 2014) y me lanzaba la última invitación antes de darle al play en la tablet. Rechacé una vez más la propuesta, convencido de que tras sus dos horas y media de metraje poco más me iba a quedar que el enfado conmigo mismo por haber retrasado 150 minutos (que se dice pronto) el salto a la cama y todo lo que ella pueda dar un sábado por la noche.

d35e2ec2c8d35c77df4df326f59d3e07¿Demasiado relajado para ser el centro de la investigación?

Comenzó la película. Comenzaron los diálogos, las idas y venidas, los flashbacks alegres precisamente intercalados con la frustración del pasado reciente y las preguntas sin respuesta del presente (en la línea temporal de la cinta, por supuesto)... comenzó a rodar la maquinaria que me obligaba a mirar, cada vez con mayor frecuencia al dispositivo móvil, a prestar atención a los detalles, a las semillas que iba dejando el guión... así hasta que cerré la revista, apagué el televisor (el fútbol sí que era tedioso) y me dejé llevar por todos esos nudos que se estaban armando ante mi ojos.

Poca confianza de entrada

He de confesar que mis prejuicios ante “Perdida” no tenían una base sólida. De hecho, las referencias que me habían llegado no eran nada malas, ya fuera por medio de algún colega o en las críticas leídas en medios de referencia. Sin embargo, el sólo hecho de pensar en tener que ver el mismo “careto” de Ben Affleck durante más de dos horas me producía la mayor de las apatías. En ese sentido, la película no defrauda, porque el señor Affleck mantiene la misma limitada expresión en todo momento, sin que la inminencia de la cadena perpetua, el secuestro de su esposa o su “revival” en plan domingo de resurrección le afecten lo más mínimo. Si quieren saber a qué cara de Ben Affleck me refiero, sólo tienen que darse una vuelta por “The Company Men” (id, John Wells, 2010) o “Algo que contar” (Bounce, Don Ross, 2000) para ver el mismo rostro. El mismo, siempre, una y otra vez, pase lo que pase...

1f7ef48551162062e414bbe60a7e6f9dLa misma cara durante 150 minutos

Con ese punto de partida, ni siquiera el tirón de David Fincher, responsable de obras imprescindibles para cualquier aficionado al cine, como son “Seven” (id, 1995) o “El club de la lucha” (The Fight Club, 1999), era capaz de sentarme delante de una pantalla para ver “Perdida” y comprobar por mí mismo el buen hacer de Rosamund Pike, una de esas actrices capaces de “meter miedo”, de no permitirte intuir que es lo que esconde tras sus ojos (¿cielo o infierno?).

Por suerte, por una de esas casualidades de un sábado por la noche, los prejuicios terminaron cayendo por el suelo ante el peso de la evidencia: “Perdida” está muy bien construida. Perfectamente construida de hecho.

Una construcción precisa, e incluso preciosa

Esa es la principal virtud de la más reciente producción de Fincher, un director que sabe sacarle mucho partido a los guiones basados en obras literarias, a pesar de que lo que pueda sugerir su descafeinada versión a la americana de “Millenium”. Dejando el peso del guión en Gillian Flynn, la propia autora de la novela, él se centra en lo que mejor sabe hacer, en traducir. Hemos hablado en muchos otros textos de esta misma página de la importancia de la buena traducción y aquí tenemos un gran ejemplo.

fbc7e7c6a4fbbb5e26169b36cedfa665Ayer, tan cerca; hoy, tan lejos

El juego de tiempos narrativos (los felices y “chispeantes” días en los que se conocen los protagonistas, el hastío vinculado al derrumbamiento de una relación fracasada y el desconcierto ante un presente que pesa sobre una losa) es sencillamente brillante. Las porciones en las que se inserta un nuevo elemento son las adecuadas, el baile de emociones, que recuerda a un menú equilibrado, pero sin dejar de sorprender, la yuxtaposición de diálogos (porque todo son diálogos, incluso los monólogos de la protagonista con su diario), esa armazón que se levanta ante nosotros ensamblada en base a pares: él – ella, investigadora – investigado, jefa – subordinado, hermano – hermana, padres – hija, infiel – amante, noticia – medios de comunicación...

Ese baile por parejas permite, al mismo tiempo, que la historia se mueva en las distancias cortas, en las reflexiones y confesiones, sin dejar de ir sumando piezas que dan empaque y relevancia al conjunto. Fincher marcó el camino a seguir y después puso sobre la mesa todos los medios para llegar al destino fijado.

Tres partes claramente diferenciadas

Ese camino trazado cuenta con tres partes muy diferentes, tanto a nivel argumental como, y eso lo veremos más tarde, en cuanto a consistencia narrativa. 

El primer capítulo de la historia es la puesta en pie y es la que verdaderamente me cautivó. Al mismo tiempo que conocemos a los protagonistas, conocemos las etapas de su relación, desde los fuegos artificiales del comienzo al fango del fracaso, pasando por todas las piedras en el camino de la rutina y la convivencia (no pierdan de vista los colores dominantes en cada una de esas fases que las hacen muy reconocibles). Cambia el entusiasmo de las voces, los matices de los rostros y el destino de las miradas, y lo estamos viendo, estamos comprobando cómo sucede ante nosotros. Eso mientras se pone en marcha una investigación por un posible asesinato, al tiempo que el protagonista y su entorno inician la búsqueda de una desaparecida. Así planteado puede llegar a ser confuso, pero la narración visual en ningún momento lo es.

6191fd029d303f87647da4c83c1fa9f9Por favor, no se pierdan el juego de luces y sombras

El segundo capítulo comienza (y aquí viene el primer spoiler) cuando Rosamund Pike vuelve a entrar en escena. En su huida, como no podía ser de otro modo en una persona acostumbrada a que su madre cuente su propia vida a través de los libros, nos explica cómo armó su maquiavélico plan, como fue lanzando las pistas y dejando los cabos en los lugares precisos para que otros (la policía) los ataran, y los ataran del modo en el que ella lo tenía previsto. Es en este punto donde se adelanta (aunque de esto nos dimos cuenta después, en el periodo de reflexión que llega, inevitablemente, después de cada visionado) la que será la condena de Fincher: el ansia por explicarlo todo, por justificar cada movimiento, por “hacerlo creíble” desde el punto de vista del espectador.

Deshacer un nudo no es lo mismo que hacerlo

La película tiene una tercera parte, una que no debería contar a quien todavía no ha visto “Perdida” (si ese es tu caso, en este punto deberías abandonar la lectura de este texto), que llega de forma un tanto abrupta cuando a la protagonista se le tuerce su plan. El giro llega con un inesperado “siempre hay otro que puede ser más cabrón que tú”, con el que se queda sin recursos y otra vez aparentemente vulnerable. Digo aparentemente, porque la yuxtaposición de líneas temporales nos ha permitido descubrir que esa fachada de vulnerabilidad ya estaba ahí, que la chica ya había armado otras venganzas de tintes semejantes con anterioridad

Utilizando el mismo disfraz recurre a un personaje de su pasado para empezar de cero, pero sólo para comprobar que todos tenemos nuestras taras y que no resulta sencillo combinar unas con otras. Es entonces cuando elabora un nuevo plan de huida, pero en este caso ya se riza bastante el rizo, sobre todo teniendo en cuenta la exigencia que el propio Fincher se había puesto: explicar, de forma coherente, cada movimiento.

8d75562f288410e4faa5beccd51248b9Tras esa mirada se esconden todos los nudos

Pero no resulta sencillo explicar cómo puede reaparecer ella en la tranquila vida del pueblo, en su fracasado matrimonio y en una investigación por un presunto asesinato. No es fácil explicar cómo una frágil mujer, secuestrada y violada durante un mes, es capaz de, con un certero golpe de cúter en la yugular, librarse de su agresor. No, no, no es fácil, sin duda alguna, como tampoco es fácil creerse que cualquier sospecha y todas las razonables preguntas sobre lo sucedido se puedan resolver con un “estoy cansada y necesito recuperar fuerzas tras una experiencia tan traumática”. Resulta poca cosa, sobre todo teniendo tan presente el exquisito cuidado que existió para poner todo en pie.

La imagen más clara para traducir esta sensación sería pensar en un gato jugando con su hilo de lana, dando vueltas arriba y abajo. Precioso, ¿verdad? Sí, por supuesto, pero ahora intenta desenredar ese nudo.