Cuando hace poco más de un año descubrí el documental ‘Man on wire’ (James Marsh, 2007), merecido ganador del Oscar, me dejé arrastrar por la arrolladora personalidad del funambulista Philippe Petit y por la emoción de su misión imposible para estremecerme con el peligroso (peligrosísimo) paseo que, el 7 de agosto de 1974, el francés efectuó sobre un cable suspendido entre las Torres Gemelas de Nueva York a 417 metros sobre el suelo. La película de Marsh cuenta cómo se gestó lo que en su día llamaron ‘el crimen artístico del siglo’, y que respondía a la obsesión del protagonista por caminar allí donde nadie más podía hacerlo.
El documental es, como comenté entonces, un estupendo thriller que atrapa con entrevistas, imágenes de archivo y alguna que otra recreación. Pero cuando la trama alcanza su punto álgido, el audaz paseo, los espectadores tenemos que hacer uso de nuestra imaginación para ver a Petit sobre el cable, ya que lo único que ‘Man on wire’ proyecta son las fotografías que tomaron los secuaces del equilibrista desde la azotea de una de las torres y las imágenes que captaron algunas de las personas que desde abajo contenían el aliento mientras el francés caminaba 45 minutos (¡45 minutos!) sobre un abismo de casi medio kilómetro.
También eché de menos, por mucho que disfrutara del documental, un pequeño recuerdo a esas torres que en 2001 desaparecieron del skyline de Nueva York. El filme de Marsh no hace una sola mención a lo que sucedió el 11-S o a que, dicho de otro modo y desde otra perspectiva, nadie podrá nunca repetir lo que hizo Petit.
El actor Joseph Gordon-Levitt se mete en la piel de Petit en 'El desafio' (The walk)
Curiosamente, lo que extrañé en ‘Man on wire’ es lo que más brilla en la última adaptación al cine de la hazaña de Petit. ‘El desafío’ Robert Zemeckis, 2015), insustancial traducción del original ‘The walk’, se vale de efectos visuales y de tres dimensiones para recrear el vertiginoso paseo del funambulista entre las Torres Gemelas con tanta verosimilitud que hay noticias de espectadores que se han mareado e incluso vomitado como consecuencia del vértigo.
El paseo
Definitivamente, ver a Joseph Gordon-Levitt, que interpreta a Petit, caminar sobre un cable de unos pocos centímetros de grosor entre dos rascacielos, es lo mejor de la película. Una secuencia que, independientemente de tu sensibilidad, reacción a las alturas o impresión del filme en general, querrás ver en repetidas ocasiones. Te lo digo por experiencia.
Y si tienes la fortuna de presenciar la hazaña en tres dimensiones, dicen (eso no puedo asegurarlo) que la experiencia es aun más sobrecogedora.
Philippe Petit disfruta al máximo una oportunidad única
La historia
En realidad, el famosísimo paseo es lo único significativo, por impactante y diferente, del filme que dirige Robert Zemeckis. El realizador de títulos estrella del cine familiar como ‘Regreso al futuro’, ‘Forrest Gump’ o ‘Polar Express’, pretende contar, y en efecto cuenta, la historia de Petit como si se tratara de una aventura más, apta para toda la familia. Y no es el caso, porque por muy emocionante que parezca la misión, ni la ambición narcisista del francés ni la peligrosidad de su desafío encajan en una película para toda la familia.
La fórmula de Zemeckis (potenciada, por cierto, por la banda sonora de Alan Silvestri de manera muy evidente) presenta a Philippe Petit como un joven soñador que persigue un imposible, y, a las Torres Gemelas, como el objeto de su deseo. Discrepo con tratar a Petit como un héroe (en todo caso, sí como un loco que estremeció al mundo entero), pero me conmueve el homenaje a los edificios del World Trade Center.
Petit y su equipo se preparan para perpetrar el crimen artístico del siglo XX
Las torres
Las torres (diseñadas por Minoru Yamasaki, inauguradas en 1973 y destruidas en los atentados del 11 de septiembre de 2011) se alzan majestuosas sobre la bahía de Nueva York. Imponentes, inalcanzables, hermosas… Por muchas críticas que su diseño provocara entre los neoyorquinos o lo poco que les gustaran a las personas que las veían a diario, en la cinta de Zemeckis resultan cautivadoras.
Volver a verlas en todo su esplendor, con el joven Petit deslumbrado por ellas, representa el mejor homenaje que el cineasta podía rendirles. Pero hay más: una pequeña referencia, que no voy a desvelar, a lo que sucedió el 11-S, o más bien al vacío que dejó después, que llega de forma tan sencilla, sutil y emocionante que eriza la piel y es casi imposible reprimir alguna lágrima.
Llegados a este punto, la música compuesta por Alan Silvestri ya no resulta tan falta de carácter.
La magia del cine vuelve a poner en pie las Torres Gemelas
Una secuencia que merece la espera
Si tuviera que esquematizar, diría que los dos primeros tercios de ‘El desafío' cuentan una historia de aventuras del montón, de las que pasan desapercibidas, entretenida pero una más; mientras que el tramo final acumula tanta emoción que hace que merezca la pena el trayecto hasta él.
Al final, el escalofriante pero maravilloso paseo entre las Torres resta importancia al poco carisma que destila Gordon-Levitt como el magnético y extravagante Phillippe Petit; a la confusión del doblaje (¿por qué intercambiar español y francés cuando no se trata de la versión original?); al mínimo interés que suscita el romance; o al escaso peso en la trama que tienen los secundarios, incluido Ben Kingsley.
Ben Kingsley da vida al mentor de Philippe Petit en Francia
La hazaña de Zemeckis
En un momento de ‘El desafío’, la novia del equilibrista asegura que su gesta ha dotado de alma a dos edificios inertes, ha hecho que “cobraran vida”. Creámoslo o no, lo cierto es que Robert Zemeckis ha conseguido algo similar. Que las Torres Gemelas vuelvan a alzarse sobre Nueva York y que todos, no sólo Philippe Petit, subamos a la azotea, respiremos hondo y nos sintamos un poquito más cerca de las nubes.