Oh boy (2012)

Oh boy (2012)

Escrito por alejandro

El grupo granadino “Los Planetas” tiene una canción, titulada “Un buen día”, en la que se narran las peripecias, durante 24 horas, de un joven sin mucho que hacer; se levanta tarde, desayuna en un bar, duerme la siesta, lee unos comics, ve el fútbol y acaba, otro día más, saliendo hasta altas horas de la madrugada. Una búsqueda, más bien huida, de la nada que bien podría ser la de Niko Fischer (Tom Schilling), protagonista de “Oh boy” (Jan Ole Gerster, 2012). Una existencia sin planes, sin responsabilidades, sostenida en el caso de Niko por una promesa vaga: ser, en un futuro incierto y no muy próximo, alguien “de provecho” a los ojos de su padre.

e1e2b133b2fc97b5a820a93afdfe5f12No está claro a qué espera Niko Fischer.

No es esa su realidad ni su intención. Él solo quiere sus mil euros al mes para conservar su presente. Un presente en el que se despierta en la cama de una desconocida a la que no espera volver a ver y se apunta sin muchas ganas a lo que surja con tal de no realizar un gran esfuerzo. No estamos ante un cínico incapaz de sentir empatía, simplemente no tiene un camino para recorrerlo.

Ante Niko desfilarán otros personajes que sí han tomado decisiones, pero sin excesivo éxito tanto a largo como a corto plazo. Ahí está su vecino escondido en el sótano, su amigo actor víctima de unos ideales que ahora regalaría o una antigua compañera de clase convencida de que su pérdida de peso es el pasaporte a la realización personal. Todos, como ese último desconocido en el bar, están condenados al vacío existencial. Y si no hay esperanza, no hay nada por lo qué luchar, ¿para qué hacerlo?

La búsqueda del café

Ese esquivo café es el único objetivo material de Niko a lo largo del día descrito por “Oh boy”. Una búsqueda no materializada siempre por los pelos. El joven lo acepta con resignación, puesto que solo es un pequeño fracaso más, acumulado encima de esos posibles sueños tampoco consumados. De todos modos, cada vez que se quede a las puertas de conseguir algo tan, teóricamente, sencillo, recibirá una cruel dosis de realidad. Esta puede venir en forma de cuenta cancelada o de un choque frontal con la muerte. 

88a7d32fc8855f6694ae05182676c5bcMás que dirigir su vida, se deja llevar por las circunstancias puntuales.

Para nosotros, los espectadores, el problema reside en la normalidad de Niko. No es mala persona ni ajeno a los problemas a su alrededor; sientes la empatía en su rostro, y por eso somos incapaces de juzgarle con la severidad con la que sí le trata Jan Ole Gerster.

La mujer rubia al acecho

El “buen día” del joven Fischer empieza torcido. Llega por los pelos a esa cita en la que está en juego su permiso de conducir y se queda a escasos céntimos del primer café. Para rematarlo, el cajero es el encargado de informarle de los planes educativos de su padre. Él se resiste a la derrota, quiere su dosis de cafeína y si para ello debe robar a un mendigo lo hará… si no le ve nadie. Jan Ole Gerster, cual Pepito Grillo, le regala esa conciencia en forma de joven rubia. Una mirada basta para convencerle de donde están los límites.

81b4332e991476a4a24e8edd62e9ae60Ante su padre, Niko se debate entre el desprecio y la vergüenza.

No será su única aparición, puesto que volverá a surgir cuando decida, entre avergonzado y aburrido, que el vodka también puede consumirse para merendar en la intimidad. Esa chica muda es la materialización de las exigencias sociales que Niko intenta desesperadamente evitar.

Explicaciones, referencias, estilo…

El riguroso blanco y negro en que está rodada o esa cámara sucia persiguiendo a los actores sin detener el baile nos llevan a pensar en grandes autores del cine europeo, a buscar referencias visuales en las grandes corrientes que el siglo pasado circularon por el viejo continente. Dotan al conjunto del inevitable poso cultural y sitúan a la cinta en la órbita de las películas destacables también a nivel visual por el trabajo realizado en este aspecto. La música nos traslada, aunque estemos ante una ambientación totalmente contemporánea, a un momento pasado. La nostalgia, más bien melancolía, no proviene solo por la situación social-económica-política-cultural (y añádase aquí lo que se quiera) sino también por una tradición cinematográfica que merece ser cuidada, respetada y todavía utilizada.

485e56b3f8666e8422708beff8177983Niko acaba implicándose a fondo con quien quiera relacionarse con él.

Jan Ole Gerster se permite repartir juego. Toca tradición cinematográfica, miradas al incierto futuro y lo hace como el mismo Niko Fischer en pantalla cuando escucha esos problemas irresolubles de sus interlocutores. Primero con desgana, después con sentimiento de culpa y finalmente escuchando entre interesado y preocupado. No puede evitar sentirse tocado por ellos y eso le hace involucrarse. Él, en “Oh boy” lo hace con estilo, elegancia y curiosidad, convirtiendo los minutos de la película en un ejercicio de reflexión, probablemente porque espera más de nosotros que de su protagonista.

Aprendiendo de Tyler Durden

Nunca podremos olvidar ese razonamiento de Tyler Durden, tan bien encarnado por Brad Pitt en “El club de la lucha” (The fight club, David Fincher, 1999), adaptación del novelón de Chuck Palahniuk del mismo nombre. Allí se explicaba como una generación que no había pasado por una guerra o una gran depresión no podía considerarse un hijo legítimo de la historia y debía buscar por otro lado su lugar en el mundo. Faltaba ese click que nos hiciera dignos de estar aquí y ocupar nuestro lugar. Pues bien, para desgracia del imaginario Durden y por obra y gracia del autor de “Oh boy” empezamos a vislumbrar nuestro decepcionante destino.

afbdae6abce494211cb7683d13c28dceNo queda muy claro que otros hayan hecho más progresos que Niko.

La gran depresión ya ha llegado pero no ha conseguido despertar a Niko Fischer. El mundo pasa por problemas, el sistema se tambalea (y no está claro si llegara a caer todavía) y ni así reacciona. Prefiere la comodidad del cheque paterno, la vida vaciada de significado y una búsqueda nunca concretada de un objetivo por el que luchar. Desde luego, “Oh boy” (Jan Ole Gerster, 2012) puede considerarse un aviso, una crítica más o menos velada, un retrato muy realista o la metáfora que se quiera sobre la sociedad actual, donde por supuesto el personaje de Tom Schilling no es la víctima, sino uno más que pasará sin pena ni gloria, como tantos otros.