Review: Four rooms (1995)

Review: Four rooms (1995)

Escrito por Pedrinho

Bromas las hay de muchos tipos: buenas, malas, pesadas, ingeniosas, inesperadas, desagradables,... Una amplia variedad de posibilidades, casi tantas como tipos de personas pueden estar detrás de cada una de ellas. Así, siguiendo esa lógica, si tenemos a un humorista consumado detrás de una broma, está debería ser graciosa; y si, por contra, tenemos a un desalmado, lo más adecuado sería esperar una broma desalmada.

Pero bueno, ¿a qué viene todo esto de las bromas para hablar de Four Rooms (id, Allison Anders, Alexandre Rockwell, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, 1995)? Pues a que esta película, tal y como muchos hicieron en su momento, puede ser considerada una broma. Una broma cinematográfica, por supuesto, pero una broma al fin y al cabo. Nótese aquí que el término “broma” se toma sin ningún tipo de connotación negativa, sino como la descripción de un punto de partida. Así que tenemos una broma, una broma pensada para la gran pantalla. Una broma puesta en marcha por cuatro de los directores independientes más reconocidos de las década de los 90, tipos originales, poco dados a repetir clichés y responsables de más de un guión para la historia del cine. ¿Supone eso que tenemos una broma independiente, original, sin clichés y para la historia del cine con “Four rooms”? Pues tampoco tanto, porque ya sabemos que hay muchos aspectos en la vida, en concreto gran parte de los relacionados con la creación, en los que dos y dos no siempre suman cuatro. En este caso, uno más uno más uno más uno, tampoco suman cuatro, sino “Four rooms”.

photo_3452.jpeg¿Qué vamos a hacer nosotros juntos?

Cuatro directores para una propuesta de estilo

Sólo así puede entender esta película, sólo así, como un juego, como una broma entre colegas, puede entenderse que llegara a ponerse en pie esta película, sólo así puede concebirse que alguien decidiera poner encima de la mesa el dinero necesario para llevarlo a cabo. Bueno, en realidad, es más que probable que la broma llegar a tenerse en pie porque quienes querían levantarla eran Quentin Tarantino, que por aquel entonces ya había firmado “Pulp Fiction” (id, Quentin Tarantino, 1994), Robert Rodríguez, que se había ganado su porción de fama con “El mariachi” (id, Robert Rodríguez, 1992), Alexandre Rockwell, reconocido en Sundance con “In the soup” (id, Alexandre Rockwell, 1992), y Allison Anders, que llegó incluso al Festival de Berlín con su “Gas Food Lodging” (id, Allison Anders, 1992), mucho antes, evidentemente, de meterse a dirigir capítulos de “Sexo en New York” para televisión. Está claro que así resulta mucho más fácil entender la broma.

photo_4340.jpegNo, me digas

¿El resultado es irregular?

Por supuesto que es irregular, tendría que serlo de hecho ya por definición. Con cuatro directores, cuatro guiones, cuatro historias y hasta, como mínimo, cuatro interpretaciones puestas en tela de juicio (Madonna se llevó el Razzie a la peor actriz por su papel en esta película), resultaría ciertamente irregular que el resultado no fuera irregular. Hay subidas y bajadas (no es para menos, ya que estamos en un hotel, con un botones como protagonista), relatos mejor y peor llevados, muchas entradas y salidas y también modos muy distintos de tratar el mismo escenario (una habitación de hotel, más grande o más pequeña, pero siempre una habitación de hotel). Con todo eso, la regularidad habría sido el error.

¿Te entra el histrionismo de Tim Roth?

Antes de nada, una puntualización: sí, este es el mismo Tim Roth de “Pulp Fiction” (id, Quentin Tarantino, 1994), “Reservoir Dogs” (id, Quentin Tarantino, 1992) y de Rob Roy (id, Archibald Cunningham, 1994), el mismo que traza el hilo que enlaza cada una de las historias. Sí, el mismo que se mueve y hace muecas al más puro estilo Jim Carrey (pero con mucho más estilo en su histrionismo, eso sin duda), sacándonos una sonrisa cada vez que la cámara le ve alejarse por el pasillo. Sí, porque sí que resultaría irregular que no llegaras a esbozar una sonrisa al final de la película, con su 'alegre caminar', con la música acompasando su baile de caderas, mientras en la suite... no, no te asustes, que no vamos a contarte el final.

photo_8947.jpegEl peligro de la ropa interior

¿Cuatro pueden ser demasiados?

Esa es una de nuestras grandes dudas al terminar de ver la película. Una duda que se ha mantenido al verla por segunda vez y que todavía estaba ahí al finalizar la tercera. Fue entonces cuando le dimos el play una cuarta, y última, vez. ¿Qué sucedió entonces? Pues que nos convencimos de que sí, que cuatro son muchas, que una broma de cuatro caras, si no es la mejor broma de la historia, puede llegar a ser cansina, por muy graciosos que sean quienes se encargan de llevarla a cabo. No vamos a desvelar cuál de las cuatro es la que flojea por encima de la media tolerable, aunque la presencia de la diva del pop puede servir de pista. Quizás sea una cuestión de comparaciones, del orden de los factores (que sí termina por afectar al resultado) o de mis carencias como espectador (que las tengo). Así que dejaremos que seas tú quién termine dictando sentencia.

photo_4896.jpegNo me mires así, Antonio

¿Se puede hacer más en menos?

El inventario de “Four rooms” resulta sencillo: un hotel, un botones, una noche de fin de año, cuatro habitaciones alquiladas, cuatro historias y cuatro directores dispuestos a mostrar su ingenio entre cuatro paredes y con un máximo de actores (sin contar a Tim Roth) y de tiempo disponible. Con esa fórmula, porque en esta película la fórmula se acerca en importancia a la historia (siempre el punto central), cada uno de los directores establece su propia película, su propia visión de “Four rooms”. Tenemos un aquelarre de brujas como aperitivo, una guerra entre un matrimonio movido por los celos, tanto reales como imaginarios, los hijos de un gángster y un juego de 'ricos y famosos' que puede hacernos perder la cabeza, o el meñique, que para algunas funciones (beber té, por ejemplo) llega a resultar incluso más importante.

photo_9359.jpegDeja que te cuente algo al oído

¿Qué es lo que nos queda?

Tras la broma (el punto de partida), el acuerdo por atenerse a una norma (cuatro relatos en un escenario semejante), el vagabundeo y las aventuras por el hotel de Tim Roth, las llamadas a Marisa Tomei (¡qué bien ha envejecido!), un fin de año caótico y tener que soportar algunos primeros planos (demasiado primeros planos para mi gusto) de Antonio Banderas, lo que queda es una sucesión de gags. Tras la broma, lo que queda vuelve a ser la broma, una a la que a ti te toca ponerle el adjetivo (graciosa, pesada, ingeniosa,...). Eso sí, antes de dictar tu sentencia sobre la broma, sobre "Four Rooms" (id, Allison Andres, Alexandre Rockwell, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, 1995), tira de paciencia, porque en este caso lo bueno, a nivel cinematográfico, sí que se guarda para el final (Tarantino y sus tan bien usados plano-secuencia), mientras que a nivel de equilibrio en la realización (esa conjunción entre guión, interpretación y diálogo visual), llega poco antes del final.

La paciencia termina dando resultados (aunque no siempre es así).