Review: Darkman (1990)

Review: Darkman (1990)

Escrito por Alejandro

La vida está hecha para que aprovechemos las oportunidades que nos presenta. El tren, normalmente, no suele volver a pasar y hay que cogerlo cueste lo que cueste. A Sam Raimi le ocurrió algo parecido con “Darkman” (Darkman, Sam Raimi, 1990). Su carrera prometía mucho tras un debut brillante a principios de los ochenta, pero no acababa de despuntar a lo largo de una década llena de proyectos fallidos. Sin embargo, el mundo cinematográfico le ofreció una ocasión de oro de introducirse de lleno en el mundo hollywoodiense y no la desaprovechó. El resultado es una carrera larga, aunque bastante irregular, por qué no decirlo, en la que ha podido combinar proyectos personales, bombazos comerciales y alguna que otra película destinada al olvido.

photo_3069.jpegPeyton Westlake se convierte en Darkman después de ser torturado.

Serie A vs Serie Bde presupuesto.

La película suponía todo un reto para él. Debía mantener las virtudes con las que se había hecho notar gracias a “Posesión infernal” (The Evil Dead, Sam Raimi, 1981), producto clásico de esa serie B en los 80. Una película fresca, imaginativa, creativa y donde había que tirar de ingenio para superar los escasos recursos (entre el maquillaje utilizado se incluían unas lentillas que cegaban a la actriz que debía llevarlas) o de las amistades para que actores y equipo técnico trabajaran por el sueldo mínimo. Mantener esas virtudes con un producto más cuidado y una exigencia mucho más grande respecto a los resultados.

photo_3589.jpegLos efectos especiales son una parte fundamental de la película.

Estilo vs Personajes

Sam Raimi no solo entendió este cambio como una posibilidad de crecimiento profesional, sino como un paso más en su carrera. Hasta el momento, había priorizado el estilo, el look y el género por encima de sus personajes, a los que trataba, como él mismo afirmó, como meros peones yendo de una casilla a otra.

En este sentido, el cambio parece más claro en la mente de Raimi que para nosotros, porque es difícil obviar ciertas características que permanecen en las películas de la saga “Posesión infernal” y que llegan hasta la más reciente “Arrástrame al infierno” (Drag me to hell, Sam Rami, 2009). Las actuaciones siguen siendo excesivas, potenciando las reacciones más escabrosas, los gestos más forzados y las imágenes más potentes.

photo_1068.jpegEl estilo de Sam Raimi sale a relucir en cada fotograma.

Aún así, tener en pantalla a Liam Neeson (como el científico Peyton Westlake y Darkman), Francis McDormand (como Julie Hastings) o a Larry Drake (como el malvado Robert Durant) garantiza una profesionalidad y una imagen que dotan a la película de otro peso, más acorde con un proyecto de esta envergadura.

Honrando el pasado vs Anticipando el futuro

A día de hoy, intentar analizar (desde los más modestos hasta los más osados) una película pasa, de un modo muy importante, por buscar aquellas referencias o influencias que hayan marcado en mayor o menor medida al producto final. Sam Raimi, por supuesto, no es ajeno a esta corriente y su “Darkman” también bebe de muchas y muy variadas fuentes.

Por un lado, estarían sus propias ideas y aquellos detalles que ya le funcionaron en sus primeras películas y que pudo trasladar a este nuevo proyecto. En cuanto a la historia, estaríamos a medio camino entre una nueva revisión de “El fantasma de la ópera” y “El hombre invisible”. Un protagonista convertido en un monstruo a sus propios ojos y a los del resto de la humanidad que debe recorrer el camino de la propia aceptación.

En medio de ese recorrido lo primero por lo que se preocupará será por la venganza, que funcionará como una especie de liberación para poder seguir con su nueva vida. Para lograrla, el desdichado científico convertido en otro señor oscuro lleva a cabo su plan con la firmeza del “Robocop” (Robocop, Paul Verhoeven, 1987) de Paul Verhoeven y las ideas extraídas del cómic, “Blanco humano” de Peter Mulligan.

photo_9252.jpegDarkman lleva a cabo su venganza convirtiéndose en sus víctimas.

Un ser que busca mantener a toda costa lo que le queda de humano y que irá haciendo pagar uno a uno a aquellos que lo convirtieron en lo que es. Como sus experimentos se basaban en la capacidad para generar tejidos vivos, los utilizará para crearse máscaras de sus propias víctimas, que lo último que verán en sus vidas serán sus respectivos rostros.

No conviene olvidar tampoco que “Darkman” es de 1990 y que debe ser considerada como una película de superhéroes. Por la época y la temática resulta inevitable que se vea directamente condicionada por “Batman” (Batman, Tim Burton, 1989). Una cinta que cambió el género, y de la que Sam Raimi quiso extraer ese ambiente oscuro, nocturno, de héroe torturado por sus propios problemas que opera siempre en la alegalidad, aunque tenga la justicia por bandera.

Sam Raimi, de un modo inconsciente o premeditado (su afición al cómic y al cartoon hace sospechar que nada es casualidad en esta historia), también ejerció de adivino en “Darkman”. Porque parece un guiño del destino la similitud entre la secuencia final en el rascacielos entre Liam Neeson y el malo de la película, Colin Friels en el papel del especulador Louis Strack, y el desenlace de “Spiderman” (Spiderman, Sam Raimi, 2002). El dilema en las alturas reaparece para el héroe de la película, obligándole a decidir entre su novia o capturar al villano en la primera y entre su novia y un grupo de desdichados ciudadanos en la segunda.

photo_1470.jpegLa batalla final anticipa el gran éxito del director, "Spiderman".

Veredicto: película extrema

La única conclusión posible para “Darkman” (Darkman, Sam Raimi, 1990) es que es una película extrema en todos los sentidos: en las actuaciones, la puesta en escena, las situaciones de guión (los paseos por la feria de Peyton y Julie, con el pendiente del reloj en todo momento, rozan lo surrealista) y los mecanismos con los que soluciona la trama. Raimi demostró que podía hacerse cargo de una película de acción con un presupuesto más acorde con una producción ambiciosa. Es posible que sin saberlo, estuviera poniendo las piedras necesarias para construirse un status en Hollywood que desembocaría en la saga “Spiderman”, indudables éxitos, la primera entrega al menos, que le permitieron volver a realizar aquellos proyectos que más le interesaban como “Arrástrame al infierno”.