Compliance (2012)

Compliance (2012)

Escrito por Alejandro

Esta review no tenía que ser sobre “Compliance” (Craig Zobel, 2012). Tenía preparado algo más convencional, más cinematográfico, una película más normal (creo que no me estoy explicando bien, pero es lo de menos, solo hay que superar el miedo al papel en blanco y lanzarse), pero la complacencia del ser humano se cruzó en mi camino y he tenido que prestarle atención aunque lo que vi no fuese eso mismo: complaciente.

photo_5624.jpegBecky intenta razonar en un primer momento ante una situación injusta.

Antes de meternos en faena creo que es justo resaltar que pude ver “Compliance” gracias a un festival de cine online como Atlántida Film Fest, a través de la plataforma Filmin. Una oportunidad excelente para poder acercarse a títulos que no llegan a las salas comerciales y que solo se pueden ver a través de internet, un invento por el cual nunca daremos las suficientes gracias.

El proceso de Kafka

Siguiendo con los agradecimientos, ahora le toca el turno a Craig Zobel como director y responsable principal de “Compliance” porque ahora puedo decir que entiendo un poco más un clásico de la literatura que me había resultado bastante esquivo como “El proceso”. El primer tercio es una adaptación excelente de la obra de un hombre tan retorcido como Franz Kafka. Si no fuera porque un cartel que ocupa toda la pantalla nos advierte de que estamos ante una película basada en hechos reales, podríamos caer en la tentación de tomarnos “Compliance” a broma y ese sería un error fatal.

Becky (Dreamma Walker) trabaja en un restaurante de comida rápida. Su vida se mueve en lo que podríamos denominar absoluta normalidad. Tiene 19 años, disfruta lo que puede con lo que tiene y está más o menos segura de las reglas que rigen el mundo en el que vive.

photo_8551.jpegLa situación pasará rápidamente de incómoda a insostenible.

En realidad, todos seguimos adelante porque partimos de esos mínimos que la sociedad nos garantiza (o creemos que nos garantiza, porque los límites se pueden tocar cada día). Entonces, ¿qué ocurre cuando todo el sistema se va a la mierda ante nuestros ojos? Becky está a punto comprobarlo, gracias especialmente a Sandra (Ann Dowd), una encargada que se debate entre la credulidad extrema, la responsabilidad y la más absoluta ceguera.

Estructura

El planteamiento de “Compliance” es muy potente. Tiene el sustento de la realidad para convencer a los escépticos y la propia condición humana para justificar cualquier acto. Una situación que roza lo inverosímil, de la que todos, desde la comodidad de nuestra condición de espectadores, dudamos. ¿Cómo pasamos el horror si no somos las víctimas? Por supuesto la cuestión reside en lo que pasaría si en lugar de mirones fuésemos los protagonistas.

photo_9311.jpegLa víctima trata con el dolor lo mejor que puede.

La pregunta ¿cómo es posible que esto ocurra? planea sobre todo el desarrollo de “Compliance”. Partimos de un ambiente enrarecido en el restaurante para, a partir de una simple llamada de teléfono, desatar la trama. Becky es acusada de un robo y sus compañeros de trabajo deben ejercer de policías y carceleros con ella.

En un primer momento, todos se muestran dispuestos a colaborar con la investigación exigida por teléfono, pero la situación rápidamente derivará hacia la humillación y la denigración de la víctima. Ésta aceptará su destino como algo inevitable, abandonada por todos aquellos que, instantes antes, eran sus iguales.

El proceso se alargará durante casi todo el metraje y llegará a provocar una sensación contraproducente. Cuanto más lejos llegan en la degradación de la supuesta delincuente, más inverosímil resulta para los espectadores aceptar que lo que está ocurriendo sea posible, aunque haya ocurrido con personas de carne y hueso. El guión, llegado a un punto, parece consciente de este dato y con el empujón final nos da en todos los morros con la más cruda realidad para dejarnos con un mal cuerpo indudable.

- Cuando te dijeron que te quitaras la ropa, ¿hay alguna razón por la que no dijiste que no?

- No lo sé. Solo supe que iba a suceder.

En las conclusiones de “Compliance” está su fuerza como thriller. El miedo a descubrir que estamos solos ante la capacidad del ser humano para provocar el mal. 

photo_7887.jpegAceptar lo que ocurre es una tarea imposible.

Los cuidadores y nosotros

“Hice lo que creí que era correcto, lo que cualquiera habría hecho, lo que usted haría en esa circunstancia.”

Las aspiraciones de “Compliance” residen en el retrato de todos los implicados en la acción. Podemos preguntarnos cómo puede ocurrir algo así en un lugar civilizado (más de 70 casos en 30 estados de Estados Unidos), una cuestión sin una respuesta global. El propio Craig Zobel, como director y guionista, abandona toda intención de una respuesta completa que satisfaga a todos y se centra en las reacciones individuales.

Es en esas reacciones individuales donde reside la grandeza de la película. Podríamos quedarnos con que son respuestas arquetípicas, pero sería mejor fijarse en como dentro de un grupo tan reducido se manejan opciones tan dispares. La encargada se apoya en el argumento del servicio a la policía. Es la responsable del local y ejerce su autoridad con luces y sombras.

Entre los empleados, las opciones son aún más variadas. Está la resignación y el miedo por una situación injusta, pero que nos supera y ante la que no respondemos, el que ve que lo que ocurre está mal pero le falta convicción para hacer algo más que quejarse por las esquinas o la que prefiere no saber nada porque no vaya a ser que algo le salpique.

photo_1816.jpegLlegado a un punto, nos debatimos entre la negación y la incredulidad.

Todos los casos expuestos hasta este momento se mueven en los límites de la normalidad. Son respuestas posibles de personas más o menos normales (aunque está clara la intención de definirlas como personas con poca iniciativa, honradas, manipulables y no excesivamente inteligentes) ante una situación que potencialmente podría superarnos.

Es en los agentes externos al restaurante donde aparecen los casos extremos. Los personajes de Van (Matt Servitto) y Harold (Stephen Payne) son los que establecen esos límites. Uno puede sacar rebajarse todo lo posible o lo imposible, a pesar de que evidentemente comprende que lo que está haciendo está mal, mientras el otro no duda en desmontar una falacia que no por obvia es menos destructiva.

Para el final queda el agente Daniels (Pat Healy), que se mantiene en la sombra hasta mediada la película. Como villano de “Compliance” (Craig Zobel, 2012), es un monstruo manipulador y obtiene un gran placer con el simple hecho de provocar dolor físico o psicológico. Un ser que nos repele directamente, pero que no solo nos asusta por lo que hace sino porque también es un humano y no deja de recordarnos lo bajo que podemos caer como especie.