Hay en el oficio del periodista cierta carga de idealismo que lo ve como una aventura en la que sus protagonistas luchan por hacer públicos los secretos que los grandes poderosos quieren mantener ocultos. No en vano, el periodismo es conocido como el cuarto poder, que en su versión más idealizada viene a ser el que mantiene a raya a los otros tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial -grupo en el que habría que incluir también al económico-.
De ahí que muchos estudiantes de Periodismo (yo misma lo fui un día) elijan esta carrera profesional soñando con destapar en el futuro importantes escándalos o simplemente con hacer valer la verdad -esa 'verdad' que muchos, demasiado soñadores, siempre ven asociada a una trama conspiratoria- ante cualquier tipo de presión, por fuerte que sea. Pero, como todo en esta vida, la realidad pocas veces se corresponde con las expectativas y el trabajo del periodista se acaba pareciendo más al de un altavoz para cualquiera que quiera decir algo que al de un detective que busca la verdad y sólo concede tiempo a quien realmente tiene algo interesante que aportar.
En otras palabras, la labor de investigación de los periodistas del Washington Post que en 1972 destapó el escándalo Watergate con funestas consecuencias para el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon -se vio obligado a dimitir- y por el que los redactores ganaron un premio Pulitzer, es una excepción. Pero una excepción de la que se puede aprender mucho.
Los auténticos periodistas del Washington Post Carl Bernstein y Bob Woodward
De ahí que las facultades de Periodismo sigan proyectando la película que relata aquella investigación, 'Todos los hombres del presidente' (All the President's Men, Alan J. Pakula, 1976). No tanto para dar alas a los sueños de sus alumnos de convertirse en 'caballeros de la verdad' como para concienciarles sobre el valor de las fuentes y la necesidad crucial de contrastar la información.
Los responsables de destapar la trama en la película, con Dustin Hoffman en la piel de Bernstein y Robert Redford como Woodward
Historia de detectives con teléfonos y libretas
Porque la película de Pakula, una cinta que conserva la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos por su valor cultural e histórico, se centra en la rutina que siguieron Bob Woodward y Carl Bernstein para averiguar quién era responsable en última instancia de las escuchas en la sede del Partido Demócrata, escuchas que hicieron estallar el escándalo Watergate (la sede se encontraba en el edificio Watergate) y que sólo eran la punta de un iceberg de ilegalidades que implicaba a la cúpula del Partido Republicano.
La rutina de los redactores del Post consistía, básicamente, es hablar por teléfono y consultar con todo tipo de fuentes, oficiales, ciudadanos de a pie o incluso anónimas (como el famoso Garganta Profunda, personaje con información privilegiada que guió a Woodward y Bernstein en su investigación). Pero para poder publicar información sensible no bastaba con que las fuentes confirmaran los hechos, dependía de cuántos y quiénes fueran. Al fin y al cabo, no puedes escribir en un medio de comunicación, es decir, creíble e influyente, que el segundo hombre fuerte del presidente autorizaba una campaña de acoso contra los demócratas sólo porque te lo haya contado alguien que trabajó para alguien que trabajó para él.
Los teléfonos nunca dejan de sonar en la redacción del Washington Post
Un trabajo apasionante, también en la pantalla
El guión de William Goldman, que de hecho fue revisado varias veces en aras de la veracidad, pone el acento en el rigor y la precisión de la informaciones que publican Woodward y Bernstein y por eso sirve de clase magistral para cualquier estudiante de Periodismo.
Pero, al mismo tiempo, convierte la rutina de investigación de ambos periodistas en un apasionante puzzle en el que poco a poco todas las piezas van ocupando su hueco. Las llamadas telefónicas, la persuasión, las tácticas para que una fuente confirme un dato sin confirmarlo expresamente... incluso las reuniones de los redactores jefe, todo ello contribuye a intensificar la tensión y la intriga del argumento (a quienes estudiamos o somos periodistas nos resulta fascinante).
'Todos los hombres del presidente' expone las dificultades de publicar una buena historia con rigor
Cierto es que las piezas que forman parte del puzzle van apareciendo de manera inesperada y sin que quede muy claro para el espectador que desconoce la historia real cuál es su lugar en la trama, lo que hace de 'Todos los hombres del presidente' una película densa y complicada de seguir, al menos en su primera mitad. Pero a medida que avanza el argumento la visión general se va despejando y ahí es cuando la investigación que llevan a cabo los periodistas del Washington Post se convierte en una misión apasionante.
A nadie le extrañará que William Goldman ganara el Oscar al mejor guión adaptado (la base era la novela que escribieron los propios Woodward y Bernstein), un premio que se suma a otros tres también merecidos: el de mejor sonido, mejor dirección de arte (por la fidedigna recreación de la sala de redacción del Washington Post) y mejor actor de reparto para Jason Robards, que da vida al editor del periódico, Ben Bradlee.
Jason Robards es Ben Bradlee
Acierto en el casting
Robards conquista inmediatamente con su templanza y su presunta sabiduría, al igual que la actriz Jane Alexander, también nominada al premio de la Academia, lo hace con su fragilidad. Los dos intérpretes consiguen algo muy difícil: robarle protagonismo a las verdaderas estrellas del filme, Robert Redford y Dustin Hoffman.
El dúo Redford y Hoffman es todo un acierto, fundamentalmente por tres razones: ambos tienen sobrado y probado talento, pero al mismo tiempo son muy diferentes entre sí (la elegancia y moderación de Redford contrasta con la vulgaridad y pasión de Hoffman) y, por último, ninguno es más rutilante que el otro en el estrellato de Hollywood. La combinación perfecta, por tanto, para una historia donde el protagonismo se reparte entre sus dos personajes.
Dustin Hoffman y Robert Redford únicamente han trabajado juntos en esta película
Imprescindible
Alan J. Pakula rodó 'Todos los hombres del presidente' sólo dos años después de la dimisión de Nixon, cuando la identidad de Garganta Profunda aún era un misterio (se conocería 33 años más tarde). Pese a ello, el filme es increíblemente fiel a la realidad, riguroso como un buen artículo periodístico y ameno como debe ser el buen cine de masas. De ahí que aunque hayan pasado 40 años de su estreno la película siga conservando su lugar de honor en la filmoteca imprescindible que todos deberíamos tener.
Hal Holbrook interpreta a Garganta Profunda en la película. Se dice que el propio Woodward, el único que conocía su identidad, fue quien le eligió por su parecido físico con el auténtico