Review: Amélie (2001)

Review: Amélie (2001)

Escrito por Pedrinho

En muchas ocasiones, canciones, libros o películas consiguen convertirse en algo más que un producto (de mayor o menor calidad) para el entretenimiento. Sería fácil recordar ejemplos de canciones que nos levantan el ánimo o libros transformados en una guía de aprendizaje para algo que nunca terminamos de aprender (ya sea el amor, el sexo o la mera búsqueda de sentido). Con "Amélie" (Jan-Pierre Jeunet, 2001) me ocurrió algo parecido.

Corrí, como tantos otros en aquel año (más de 30 millones de espectadores en todo el mundo, una de las películas francesas más taquilleras de todos los tiempos), a ver "Amélie". El boca a boca, el dime que te escucho y el notelopuedesperdertío funcionaron a la perfección, llevándome a la cola del cine, a cumplir de forma escrupulosa con la espera y a pagar mi entrada no tan cara (era el día del espectador), para ver qué había detrás de aquel nuevo ejemplo de una historia diferente que había llegado a ser un fenómeno de masas sin que nadie tuviera muy claro por qué había sucedido.

photo_2324.jpegAmélie ve todo aquello que pasamos por alto

Mirando hacia el frente

Detrás de "Amélie" había (y todavía las hay) muchas cosas. Estaba ese universo visual único de Jeunet (jamás dejaré de amar "La ciudad de los niños perdidos", película que se merece no una, sino cientos de reviews como esta), esos ojos inmensos de Audrey Tautou (¿puede haber un nombre mejor para esta actriz que el de Audrey?) y una fábula hecha película. Detrás estaba todo eso y mucho más, pero lo que más me apasionó es lo que tenía por delante.

Salí del cine deseando recomendarle la película a alguien. Encontrar a un amigo, amiga, conocido o persona con la que coincido en el supermercado, a los que decirle: déjalo todo y vete a verla. No, no tenía nada que ver con su calidad cinematográfica (que la tiene, y a montones), con esos maravillosos juegos de perspectiva (en los que con cada nuevo elemento parece transformarse el plano) o con un guión que sólo puede ser fruto de un creador cercano al éxtasis, al que todas las musas que existen le hacen masajes en los pies para que no se interrumpa su creación. No, nada que ver con eso.

photo_6826.jpegAmélie puede cambiar el mundo que está más allá del cristal

"Amélie" (Jan-Pierre Jeunet, 2001) es capaz de afectar al estado de ánimo de una persona (en grado inverso a lo que pueden llegar a cabrearte apenas diez minutos de "Australia"), de transformar tu punto de vista sobre el mundo que te rodea (aunque sea al menos por un rato) y de sacarte una sonrisa de esas que dicen "es cierto, voy a fijarme más en las cosas que verdaderamente importan". A fin de cuentas, Gran Hermano, Mourinho o el desfalco del señor Urdangarín pintan poco en nuestra vida, pero el modo en qué afrontamos el día a día, superamos dificultades (por pequeñas que puedan ser) o logramos esas victorias imprescindibles en nuestro propio terreno de juego (llegar a fin de mes, tener un minuto para lo que de verdad te gusta o ser más comprensivo con tu pareja) sí que pueden cambiarnos a nosotros y a los que nos rodean.

Una película más allá de la película

De todo eso trata "Amélie", y por eso resulta difícil hablar de ella centrándose en los aspectos más relacionados con la técnica cinematográfica, el trabajo de las interpretaciones o la robustez de un guión que te lleva en volandas de principio a fin. Es complicado, porque al salir del cine, lo que tienes claro es que esa película se ha colado en tu interior (no tienes claro por dónde, pero está dentro) y que durante un tiempo (puede que horas, puede que semanas) no vas a poder pensar en ninguna cosa sin pasarla por el filtro que Amélie ha puesto en tu interior. Jean-Pierre Jeunet no te miente (algo que en la actualidad es toda una hazaña), te dice que Amélie "va changer ta vie" (te va a cambiar la vida) y a Dios pongo por testigo que lo hace.

Yo me llevé a ver "Amélie" a mi madre. Estaba de cumpleaños y no pasaba por su mejor momento, con lo que no se me ocurrió regalo más adecuado que este (¿no merece ya por eso una película algún premio?), que ponerla ante esta joya cinematográfica y, como hace la propia Amélie, fijarme en los detalles. Lo confieso señor Jeunet, en esta ocasión (recuerde que era la segunda vez que pagaba la entrada, en este caso además de la mía, la de mi madre) no presté demasiada atención a las muecas de la señorita Tautou, a ese mágico paseo por el mercado en el que le susurra al ciego todo lo que se van encontrando, a los viajes del gnomo del jardín o a todas esas fotografías del mismo rostro rotas en pedazos. No, en lo que me fijé, tal y como hace Amélie, es en la cara de mi madre, en la de mi hermano (a él también lo invité al cine) y en la de todos aquellos y aquellas que estaban sentados cerca de nosotros (con discreción, que la invasión de la intimidad está muy mal vista en nuestra cultura).

photo_6477.jpegLa poderosa cucharilla de Amélie

Contemplé sus muecas de afirmación cada vez que Amélie hace esas cosas que tanto le gustan (meter la mano en un saco de legumbres, romper el caramelo quemado que cubre la crema catalana con una cuchara o hacer saltar las piedras sobre un estanque), observé el reflejo de los cambios de color de los escenarios (el color, los tonos cálidos, ese es otro de los milagros de la película) y pude apreciar su intranquilidad al ver cómo nuestra querida protagonista, tan empeñada en hacer felices a los demás, está a punto de perder su oportunidad hacia ese pedazo de felicidad que también le corresponde.

Cinco entradas terminan siendo pocas

Por todo eso, por lo que ofrece tanto en la pantalla (todos esos geniales personajes secundarios, esos detalles que no dejan de sorprenderte, como el conteo de orgasmos en la ciudad de París en un momento determinado, y en el perfecto uso de la casualidad para enlazar la trama) y por todo lo que te descubre en aquellos que miran a la pantalla, por todo eso merecieron la pena las cinco entradas pagadas para ver "Amélie" (Jan-Pierre Jeunet, 2001).

¿Cinco? Sí, cinco. La mía de la primera vez, las de mi hermano, mi madre y la mía en el cumpleaños y una quinta cuando volví yo solo a verla una vez más. No me pude resistir, algo comprensible teniendo en cuenta que hablamos de "Amélie".