Otelo (2012)

Otelo (2012)

Escrito por Alejandro

El mundo de los festivales ofrece oportunidades magníficas más difíciles de tener en la vida diaria. Posibilidad de enfrentar diferentes películas, de procedencias muy diversas que pongan de manifiesto relaciones, influencias o simples coincidencias improbables en otras circunstancias.

Estas relaciones las podemos buscar en aspectos como el estilo, las relaciones entre la realidad y el cine, las relaciones humanas o la fina línea que separa la legalidad de la creación artística. En este sentido podemos ver los ecos que comparten dos películas presentadas por el Atlántida Film Fest como son “Otelo” (Hammudi Al-Rahmoun Font, 2012) y “Compliance” (Craig Zobel, 2012).

Dos películas muy diferentes pero que se apoyan en ciertos aspectos comunes que vienen a demostrar que las distancias no existen. Las relaciones entre realidad y ficción se difuminan y para representarlas hay que meterse de lleno en la acción. Da igual que las cámaras sean visibles o no, porque lo único importante es que el espectador sea capaz de “estar presente”, de acercarse lo suficiente, casi de tocar a los actores, para sentir de verdad lo que está viendo en pantalla.

photo_1924.jpegOtelo es una tragedia clásica, algo que esta nueva adaptación respeta absolutamente.

Para llegar a este punto, da igual que haya que apoyarse en un caso real para construir una ficción (Compliance) o producir un ensayo cinematográfico del cine dentro del cine, con declaraciones intercaladas (Otelo). Da igual que las diferencias de enfoque, temática, contextualización o puesta en escena sean muy diferentes. El objetivo: retratarnos un poco más a nosotros mismos, se puede alcanzar de infinitas maneras.

Prólogo

“Otelo” es, ante todo, una película de personajes. La obra de Shakespeare que le sirve como base así lo aconsejaba y sus responsables los han utilizado para dar un repaso a las autorías cinematográficas, las relaciones personales, los (bajos) instintos en el marco de una tragedia universal y totalmente atemporal. El autor británico la escribió en 1603, con  temas que siguen tan vigentes como el primer día y Hammudi Al-Rahmoun Font los traslada a la actualidad con naturalidad.

La confianza, los celos, la manipulación, el deseo y los escrúpulos son conceptos al alcance de cualquiera y convierten a “Otelo” en un pequeño cofre lleno de sentimientos, sensaciones y reacciones a flor de piel. Todos saltan al ruedo con ganas de guardarse algo, pero pocos, o ninguno, lo consiguen realmente.

Desdémona 

“Esto no está funcionando. No hay química entre ellos.”

photo_9887.jpegDesdémona sufre las consecuencias de las intrigas de Yago.

La víctima principal de la tragedia. Sobre ella se proyectan las intenciones de los implicados. Todos la desean y quieren algo de ella de un modo obsesivo y exclusivo. Desdémona (Ann M. Perelló) se esfuerza por satisfacer todas las peticiones, pero chocan unas con otras. No quiere problemas con un novio con dificultades para separar la vida real de la actuación y se deja influenciar por un director que intenta esconder sus cartas.

Todo se hace por la película, hay que sacrificarse por los personajes porque, al fin y al cabo, lo que está pasando no es real. El problema es que llega a serlo, lo que plantea las necesarias cuestiones sobre los límites. ¿Hasta donde se puede llegar para lograr aquello que se persigue

Otelo

- ¿Qué le pasa a tu personaje aquí

- A mi personaje le cuesta dejar de lado sus sentimientos.¿Cuáles son Los de rabia.

photo_3269.jpegLas cámaras y los micrófonos también son personajes de la función.

El supuesto protagonista de la acción, pero condenado a vivirla como espectador hasta el fatal desenlace. Otelo (Youcef Allaoui) es incapaz de responder a los desafíos que le plantea, en la sombra, Yago y ve alejarse a Desdémona sin que pueda hacer nada para evitarlo.

En ese juego que se plantea entre la ficción y la realidad vemos a un Youcef Allaoui poco convencido, casi como resignado ante lo que va a hacer junto a su pareja. Quiere ser actor y se pliega ante las peticiones del director de la película, pero no puede separar lo que ocurre delante de la cámara de su vida personal. El director lo descubre  a la primera y exprime estos celos y reacciones viscerales para su beneficio propio. Porque puede que Yago no tuviera un objetivo más allá de hacer el mal, pero Hammudi Al-Rahmoun Font sí que lo tiene y nada va a impedir que lo alcance (salvo, quizás, la legalidad vigente, pero ese es otro tema).

Casio

- Se habrá leído Otelo. Entenderá lo que estamos haciendo.

photo_1157.jpegYago asiste a la materialización de sus conspiraciones.

Es, probablemente, el papel que más evoluciona a lo largo del film. Empieza como cómplice implícito del director-manipulador, mientras considera que lo que está ocurriendo allí es un juego. Pero en cuanto Casio (Kike Fernández) comprende que todo va muy en serio le surgen las dudas. Es una herramienta al servicio de Yago y carece de la fuerza, y seguramente de las ganas, para oponerse o imponer su propio criterio.

Yago

- Tú me pides algo y yo lo hago. Pero es que no te conformas nunca.

photo_5934.jpegLa desdichada protagonista se esfuerza por complacer las peticiones de su avaricioso director.

El genio malvado de la función. Su papel consiste en esconder sus intenciones en cada momento para lograr que todos hagan lo necesario para que “su película” llegue hasta donde él quiere que llegue. Para lograrlo no le importa influir en la vida personal de sus actores, a los que trata como marionetas, o llegar incluso a la antesala de la incitación al delito.

Los límites no existen para Yago (papel interpretado por el propio Hammudi Al-Rahmoun Font, que en la acción es el director delante de la pantalla). Su habilidad reside en empujar lo justo para que la acción avance al ritmo que él quiere. Que el desenlace sea la inevitable fatalidad no le importa demasiado porque ha logrado su objetivo: la película está terminada tal y como la quería.

Epílogo 

- Es el final de una puta tragedia.

photo_8196.jpegLa línea entre realidad y ficción se difumina completamente en el fatal desenlace.

Indudablemente, las reacciones buscadas en los personajes de “Otelo” (Hammudi Al-Rahmoun Font, 2012) son su mayor logro. En poco más de una hora vemos como se desarrolla una tragedia. La película no se detiene en nada más. Los celos trabajan como motor y vemos como, con naturalidad a pesar de que las cámaras siempre están presentes, los personajes comienzan a moverse al son que marca el director. Todo por el cine, desde el cine, dentro cine y para el cine.