Matar al mensajero: fortalezas y debilidades
Ver una película viene a ser algo así como contemplar a un novio o una novia. Sí, ya sabemos que dicho así, de sopetón, puede sonar a gilipollez (una de dimensiones considerables), pero son indudables las relaciones entre un acto y otro. A fin de cuentas, en ambos ejercicios, en los que subyace el amor (o el afecto o, como mínimo, algo de cariño, que es lo menos que se le puede tener a un novio/a), pesan más los criterios y puntos de vista del espectador que las cualidades tangibles y co ...