'Irma la Dulce' (1963), entre el mejor peor cine de Billy Wilder

'Irma la Dulce' (1963), entre el mejor peor cine de Billy Wilder

Escrito por reyloren

Siempre es buen momento para ver una película de Billy Wilder. El austriaco, guionista y director, es uno de los mayores genios de la historia del cine. Al menos así lo creo. Lo pensé por primera vez cuando descubrí 'El apartamento' (1960), lo dije públicamente después de ver la maravillosa 'Uno, dos, tres' (1961) y sigo sosteniéndolo tras 'Irma la Dulce', a pesar de que la comedia de 1963 no me haya dejado tan buen sabor de boca como las anteriores. Sin embargo, la impronta de Wilder está ahí y, con ella, la sonrisa que a menudo producen sus películas también hace acto de presencia.

'Irma la Dulce' fue la película que el austriaco dirigió después del éxito de 'Uno, dos, tres', título que, a su vez, realizó tras 'El apartamento' -y en ese orden, sin proponérmelo, es como las he visto-. La película contaba de nuevo con un guión escrito a pares entre el propio Wilder y su inseparable colaborador I.A.L. Diamond, pero esta vez la historia no era original, sino que se basaba en una pieza teatral del francés Alexandre Breffort. De ahí que los mayores defensores del cine de Wilder puedan argumentar que si la trama de 'Irma la Dulce' a veces flaquea no se debe tanto a la poca habilidad de sus guionistas como a las debilidades de la obra original que adapta. Esa, al menos, es mi sensación.

f46d5a9e9551b399df06ae18ac6de402Jack Lemmon y Shirley MacLaine comparten pantalla en 'Irma la Dulce'

Defectos

Llevaba años queriendo ver 'Irma la Dulce', sobre todo porque suponía el reencuentro en la pantalla de Jack Lemmon y Shirley MacLaine tres años después de 'El apartamento'. Y con los mismos actores que aquella delicia que aún hoy sigue embelesando, daba por hecho que 'Irma...' me enamoraría con la misma facilidad. Sin embargo, no ha sido el caso. Aun resultando entretenida y con Shirley McClaine desplegando todo su encanto, 'Irma la Dulce' me ha resultado ligeramente decepcionante. Pero no importa. Al fin y al cabo, los genios tienen también sus momentos bajos

La película cuenta la historia de Irma, una prostituta parisina encantada con su trabajo, y Nestor, un ex policía que se enamora locamente de ella hasta el punto de hacerse pasar por un rico lord inglés para evitar que se vea con otros hombres. En realidad, hasta que la trama no aborda el recurso de la doble personalidad, uno no sabe muy bien cuál es la intención del filme, de qué va realmente. Supongo que esa aparente indecisión, o, mejor dicho, ese lento desarrollo argumental, es lo que ha impedido que 'Irma la Dulce' me atrapara desde el primer minuto.

Eso y un Jack Lemmon que pese a resultar adorable como de costumbre, no cala tan hondo como en otras ocasiones. Así pues, por una u otro razón -o por ambas-, ver 'Irma la Dulce' no ha sido una experiencia tan gratificante como esperaba.

04971a0377b428a61796dedbb63e40b0Nestor es el clásico policía demasiado honrado y demasiado inocente al que las cosas no salen como espera

Virtudes

La historia es arriesgada -el retrato despreocupado que se hace de la prostitución al menos lo es-, la puesta en escena muy teatral y los diálogos, como no podía ser de otro modo, piden ser escuchados una y otra vez. Pero lo mejor de 'Irma la Dulce' es definitivamente ella, Irma, Shirley MacLaine. Imagino que en su día levantaría muchas pasiones porque metida en su personaje resulta irresistiblemente encantadora. Por este trabajo, MacLaine logró, de hecho, una nominación al Oscar a la mejor actriz en 1964 y un Globo de Oro en la categoría de comedia.  

Así, no hace falta que esta película sea una joya del séptimo arte para poder disfrutarla. Es, como el resto del cine de Billy Wilder, una comedia ingeniosa, imprevisible, con personajes entrañables y secundarios hilarantes (el Moustache de Lou Jacobi) y cargada de escenas para ver repetidas veces. Es, dicho de otro modo, una película para la que siempre es buen momento.

7b8541b184f8a7316715f602c46c3549El poder de seducción de MacLaine y la inocencia de Lemmon, un cóctel magnífico