Review: Django desencadenado (2012)

Review: Django desencadenado (2012)

Escrito por Lucero

Supongo que muchos de vosotros habéis sentido esa misma sensación que yo sentí cuando me senté en la butaca del cine dispuesto a ver “Django desencadenado” (Quentin Tarantino, 2012). Esa misma sensación que tuve cuando comenzaba el metraje de “Malditos Bastardos”, y que hubieron de tener los amantes del Star Wars o el Señor de los Anillos cuando, respectivamente, se sentaron en unas butacas para visionar “La Venganza de los Sith” o “El Retorno del Rey”. Es decir, que como todo fan de Quentin Tarantino que se precie, uno espera su película como agua de mayo, y cuando comienza el visionado de una producción bajo su sello siente, a la vez, dos emociones: la primera, expectación ante el espectáculo que va a comenzar, y que llevas dos años esperando; la segunda, tristeza porque, cuando termine el metraje, Tarantino no te dará más hasta dentro de dos o tres años, cuatro incluso. Porque el talentoso director norteamericano no es un productor muy prolífico, no es un Woody Allen de las cámaras, ciertamente, que obsequia a sus fans con una película anual.

En los veinte años que van desde “Reservoir Dogs” (1992) hasta “Django desencadenado”, Tarantino ha filmado sólo siete películas (obviando colaboraciones en otras producciones), a saber: la propia “Reservoir Dogs” (1992), “Pulp Fiction” (1994), “Jackie Brown” (1997), “Kill Bill 1” (2003), “Kill Bill 2” (2004), “Malditos Bastardos” (2009) y esta última “Django desencadenado (2012)”. Quiero decir con todo esto que “Django desencadenado” estaba señalada en el calendario de todo fan de Tarantino desde que el director norteamericano afirmó en 2007 que en los próximos años abordaría la producción de un western.

photo_5576.jpegUn dúo protagonista donde Christoph Waltz saldrá vendedor por goleada.

Un western. Aquí se mezclan dos de mis grandes pasiones cinéfilas, el cine tarantiniano y el Western, en especial el spaguetti-western. Entiéndase mi emoción cuando este fin de semana daba final a la larga espera: Tarantino estrenaba su esperadísimo homenaje a los grandes del spaguetti-western con su propia película del Oeste. Y aquí va mi crítica sobre esta brutal conjunción de elementos cinéfilos, “Django desencadenado”.

Un "southern" que arranca de una forma espectacular 

Aquella vez en que Tarantino nos habló por primera vez del proyecto Django, su expresión no fue realmente la de western, sino la de “southern”. Esta película tiene, por primera vez en la filmografía de Tarantino, un trasfondo mucho más profundo que aparece más allá del superlativo espectáculo técnico y narrativo que al director se le presupone. Un “southern” es una película ambientada en el profundo Sur estadounidense en la época de la expansión por el Oeste, y donde subyace como principal elemento el drama de la esclavitud de la población negra. “Un southern” debe estar ambientado, lógicamente, en los años anteriores a la Guerra Civil Nortamericana, cuyo principal desencadenante fue precisamente la esclavitud. Así es como comienza “Django desencadenado” con un rótulo que avisa de que nos debemos situar “dos años antes de estallar la Guerra Civil norteamericana”. 

La película comienza con una partida de esclavos que recorre a pie las heladas tierras del invierno americano. King Schultz (Christoph Waltz) da el alto a la expedición en medio de la noche, buscando un esclavo en concreto, alguien que pudiere reconocer a unos tipos a los que va a asesinar. A pesar de su apariencia afable, Schultz (de origen alemán) es un despiadado cazarrecompensas que recorre el país tras la pista de fugitivos y personas en “búsqueda y captura”. El esclavo a quien busca es Django (Jamie Foxx), y ante la negativa de sus dueños a vendérselo a Schultz, este, rápido y mortal, acaba con sus vidas.

Schultz, alemán de corazón y sureño de accidente, sin comulgar con las prácticas esclavistas de esta tierra pero obligado a hacerlo, ofrece a Django el siguiente trato: si le ayuda a reconocer y a capturar a los hermanos Brittle, los antiguos dueños de Django a quienes busca, le dará la libertad, un caballo y 75 dólares. Django, desencadenado y viéndose libre, acepta.

photo_8735.jpegLa sangre, una constante en el cine de Tarantino, adquiere en "Django desencadenado" su matiz más cómico desde Kill Bill. Probablemente se preguntarán cómo es posible que un balazo haga expulsar la sangre de un cuerpo de esta manera; pero, ¿qué más da? Es Tarantino.

Cuando más cerca estamos del auténtico y más brillante spaguetti-western

Miento. Si hay algo en lo que se parece “Django desencadenado” a la “Trilogía del Dólar” de Leone es en un Jamie Foxx esforzado en parecerse al duro e impasible Personaje Sin Nombre de Clint Eastwood, que encontró en esta trilogía el que fue probablemente su más memorable papel como vaquero del Oeste.  Hasta el encuentro con los hermanos Brittle, “Django desencadenado” es una película espectacular.  Con situaciones absolutamente desternillantes, con un estupendísimo Christoph Waltz y con un ritmo narrativo altísimo, la película tiene en su primera hora de metraje (a gusto de un servidor) su más primoroso nivel. Una trama con un sentido, una pareja de personajes fabulosa y algunas escenas que recuerdan a lo mejor del spaguetti-western; un spaguetti-western más parecido al de Enzo Barboni (1922-2002) que al del maestro Sergio Leone (1929-1989, quien llevó el género a su más grandioso nivel, y a quien el propio Tarantino confesó admirar profundamente). El de Barboni era un western más cómico, con más sangre y con más disparos. El de Leone, en cambio, es más pausado, de ritmo más lento y con personajes de mayor calado.  Quizá encontremos más de Sergio Leone en las “Kill Bill” que en “Django”, aunque si algo comparte la última producción de Tarantino y las obras maestras de Leone (la “Trilogía del Dólar”) es la música del maestro Ennio Morricone, que dejó en “Con un puñado de dólares” (Sergio Leone, 1964) o “El bueno, el feo y el malo” (Sergio Leone, 1966) alguna de las melodías cumbre del séptimo arte.

Tarantino no podía dejar de ser Tarantino

Pero “Django desencadenado” se parece al spaguetti-western, y es mejor película, como decíamos, hasta que a mitad del metraje Tarantino se quita la careta, que coincide cuando aparece en escena el otro gran protagonista de esta película, Leonardo DiCaprio. Te das cuenta de que “Django” comienza a parecerse más al cine de Tarantino cuando escuchas como el director norteamericano comete el sacrilegio (o la genialidad, nunca se sabe) de mezclar a Ennio Morricone con música rap. Entonces la película ya ha entrado en otra dimensión, más tarantiniana si cabe. Aparecen en este momento las escenas de diálogos largos y densos, en donde Leonardo DiCaprio (interpretando a un encantador y brutal Calvin Candie) parece moverse como anillo al dedo. La trama de la película versa ahora sobre lo siguiente: una vez libre, Django se propone ir en busca de su mujer, también esclava, a quien los hermanos Brittle separó de los brazos de su amado.

Ella, Broomhilda (Kerry Washington), es una hermosa mujer de raza negra con la particularidad de saber alemán, que aprendió de sus anteriores dueños. Schultz y Django descubren que Broomhilda es esclava en Candie Candyland, la extensa plantación de Calvin Candie, y ambos conciben una estratagema para poder quitársela al sureño: se harán pasar por potenciales compradores de “Mandingos” luchadores negros esclavos, que ganan o pierden la vida en cada batalla. Mediante este plan, los impostores se infiltrarán en Candyland y se ganarán la confianza de Calvin, y pagarán una gran suma no sólo por un luchador Mandingo sino también por la joven Broomhilda, alegando Schultz que, debido a que ésta sabe alemán, le ayudaría a aliviar su nostalgia por su lengua madre. El duelo dialéctico entre Calvin y Waltz es, probablemente, lo mejor de esta parte de la película.

photo_6720.jpegEl duelo interpretativo entre Waltz y DiCaprio, como un joven y despiadado plantador sureño, es de muy altísimo nivel, y garantiza risas y tensión como acostumbra el director, en unos diálogos largos y densos.

Un final que se alarga hasta casi lo decepcionante

A medida en que los actores comienzan a hacerse más superlativos, donde aparece un Samuel L. Jackson muy cómicamente caracterizado que se come a todos los demás, y donde Jamie Foxx nunca termina de despegar, en un papel soso y simplón, la película comienza a perder ritmo narrativo y, peor aún, comienza a aflorar una terrible duda en la mente del espectador, al menos en la mía: todo esto, ¿por qué?

photo_2272.jpegSamuel L. Jackson, en una estupenda caracterización, como el fiel mayordomo de Calvin y como un negro anti-negros y pro-esclavismo.

“Django desencadenado” es, a ojos de este humilde fan del cine de Tarantino, una montaña rusa de una única empinada subida, que coincide con la mitad del metraje. Lo demás parece carecer de sentido conforme se acerca el largo final, un final que por otra parte no parece llegar nunca, que se alarga y se alarga sin necesidad ninguna, más aún cuando Schultz y Calvin Candie (los mejores y más logrados papeles de la película, a excepción de la breve pero intensa aparición de Jackson) dejan de aparecer en la película. Al final, la expectación causada, los dos años de espera tras el gran sabor de boca de “Malditos Bastardos” y los fuegos de artificio que la película lanza en los primeros compases de su metraje, parecen diluirse en un sinsentido, en una sucesión de muertes y disparos larga y aburrida, en una pregunta que sobrevuela la mente del espectador: ¿ha sido Django una obra maestra o una pequeña tomadura de pelo? La respuesta probablemente esté, como en todos estos casos, en un término medio. En un término medio espectacular, todo hay que decirlo, que no defraudará a los incondicionales de Tarantino, pero un poco sí (en donde me incluyo) a los fans del spaguetti-western y a los espectadores que no traten a menudo ni con lo uno ni con lo otro. Ya sólo nos queda esperar. La siguiente parada es sólo dentro de un año: Kill Bill Volumen 3. 

photo_7097.jpegCartel de "Django desencadenado" (Quentin Tarantino, 2012)

Totalmente de acuerdo. Me senté a verla con muchas, muchas ganas pero a partir de la segunda mitad empecé a reprimir bostezas y pensar ¿esto no acabará ya

Un saludo