Al final del camino (2009)

Al final del camino (2009)

Escrito por Alejandro

Noventa y ocho minutos puede ser mucho tiempo o un suspiro. Demasiado si quieres cargar con todo el peso del cine español. Algo razonable si tu objetivo es poner una piedra más en tu carrera profesional. Un suspiro si solo aspiras a que el tiempo transcurra de un modo amable y sin sobresaltos. “Al final del camino” (Roberto Santiago, 2009) será víctima del escarnio, de la aceptación o de la simple indiferencia según nos pongamos de exquisitos a la hora de valorarla.

Como producto comercial cinematográfico, se limita a cumplir con su función. El público español disfrutará de hora y media donde el paso por lugares comunes es la nota dominante en una comedia romántica de manual. El punto de partida teórico es que si colocas a dos personas juntas el tiempo suficiente acabarán enamorados (o enrollándose, que en algunas películas parece lo mismo). Al fin y al cabo, actrices y actores como Katherine Heigl, Jennifer Aniston o Matthew McConaughey han forjado carreras en base a esta premisa y nadie se rasga las vestiduras. Y como todo se exporta, pues en el cine doméstico Fernando Tejero o Malena Alterio también reclaman su cuota de pantalla.

photo_5945.jpegUna curiosa caravana en busca de un destino un tanto difuso.

La eterna crisis

Hay una primera conclusión clara respecto a “Al final del camino”. No es más que otra comedia romántica, plagada de lugares comunes del género y adaptada al humor y la idiosincrasia española. Ni más ni menos. La relación con la televisión es bastante obvia (los protagonistas nunca podrán escapar de sus papeles en “Aquí no hay quien viva”) y se tira de caras conocidas para atraer a los espectadores a las salas.

La película recaudó poco más de dos millones y medio de euros y la vieron prácticamente quinientas mil personas. Está lejos de grandes producciones como “Torrente 4” o “Ágora” y por detrás de películas dirigidas específicamente al público adulto como “Los abrazos rotos” o “El secreto de sus ojos”. También obtuvo números inferiores a películas de género como “Rec 2”, “Celda 211” o “No habrá paz para los malvados”. Lo cual quiere decir que no funcionó como referencia del cine español ni en su año de realización, 2009, ni en el largo plazo, pero sí que realiza un gran papel como representante de la clase media.  

Objetivos

En realidad, las intenciones de Roberto Santiago no iban tan arriba. Simplemente hacer funcionar delante de la pantalla a una pareja solvente, tener un grupo de secundarios a los que arrancarle algún gag gracioso e intentar trabajar con el entorno del Camino de Santiago. Todo para armar una película que no se haga pesada, que se deje ver y que tenga recorrido no solo en salas de cine, sino también en televisión. 

photo_8287.jpegLos secundarios llaman la atención hasta del protagonista.

Yo mismo debo reconocer que fue como la vi. Es posible que “Al final del camino” no justifique una entrada de cine (en su momento puede, ahora seguro que no), pero sí que cumple un gran papel en el mercado televisivo. A día de hoy, la infinidad de telefilms que se pueden ver en todas las cadenas, basados o no en hechos reales, no se puede decir que mejoren a la película que hoy nos ocupa y, además, así se aprovecha para enseñar paisajes y hacer un poco de publicidad.

Dos problemas

El Camino de Santiago funciona como un personaje más de la película. El propio director lo reconoce cuando habla de ella. Sin embargo, hay que decir que no se ha explotado al máximo esta opción. Es algo que se puede comprobar con una simple comparación. Cualquiera que siga las retransmisiones televisivas del Tour de Francia puede ver cómo debería mezclarse la acción (la carrera propiamente dicha) con la ambientación (el paisaje francés y su cultura). La manera en que se integra lo uno con lo otro es un verdadero ejemplo.

“Al final del camino” no llega a sacarle todo el partido posible al entorno en el que se desarrolla la acción. No lo hace porque se limita a planos de postal intercalados entre los diferentes diálogos y escenas. 

photo_8816.jpegLa integración entre acción y paisaje podría dar mucho más de sí.

El otro problema es la historia en sí misma. Está claro que lo importante es la relación entre Nacho (Fernando Tejero) y Pilar (Malena Alterio), pero de ahí a dejar completamente de lado al resto va un trecho. Se supone que ambos son periodistas que están investigando a Olmo (Diego Peretti), un gurú de las relaciones que cobra veinte mil euros por solucionar problemas de pareja. Para ello se infiltran en un grupo de parejas que, con el Camino de Santiago como vehículo, realizan un supuesto viaje interior a la vez que van quemando etapas del citado camino. Debemos interpretar por el final que le dan el visto bueno porque arreglar parejas no sabemos si las arreglará pero parece que sí crea las circunstancias para que se formen otras nuevas.

Los secundarios y el humor

Llegados al final de nuestro propio camino hay que hacerse la pregunta obligada. ¿Es “Al final del camino” una película graciosa Es una cuestión que ya he planteado otras veces cuando hablamos de comedias, porque la considero una pregunta importante. No solo basta con entretener, hay que hacer reír. No es fácil y podríamos tener que contentarnos con una sola carcajada. Tengo que reconocer que yo lo conseguí y debo darle las gracias a los secundarios. 

Fernando Tejero y Malena Alterio funcionan como pareja protagonista, pero, como tales, su pareja es la más previsible. El resto, la pareja de coreanos, la de mediana edad y los dos hombres que se hacen pasar por homosexuales para intentar ligar en el viaje, son los que proporcionan los mejores momentos. Esos en los que Roberto Santiago se olvida de la corrección y la normalidad y permite que “Al final del camino” (Roberto Santiago, 2009) se suelte un poco, no mucho, la melena. 

photo_8183.jpegEntre el reparto encontramos personajes con muchas posibilidades humorísticas.

Son solo destellos, pero ayudan a pasar mejor el rato y consiguen que una película sin pretensiones se convierta en hora y media asumible delante del televisor. La intención es entretener a la audiencia y que el producto rinda económicamente. Ambos objetivos se pueden dar por logrados pero sin tirar cohetes, claro, que la cosa no da para secuelas, precuelas ni remakes.