Review: 28 semanas después (2007)

Review: 28 semanas después (2007)

Escrito por Pedrinho

Hay ciertas cosas en la vida que con sólo dedicarle quince minutos, uno se convence de que todo lo que venga después, dure lo que dure, será tiempo bien invertido. En realidad, se trata de una apuesta, de ver las primeras cartas y estar convencido de que esa es una buena mano, una por la que apostar, y hacerlo a lo grande. Después habrá victoria o derrota, un montón de fichas acumuladas o algo parecido a la bancarrota, pero el juego, independientemente del resultado, habrá merecido la pena.

De hecho, ver una película, en realidad, es algo muy parecido a una partida de póker, una al estilo Texas Holdem. Tú tienes dos cartas, dos que sólo tú conoces, habitualmente relacionadas con tus gustos, manías, emociones y preferencias. Después, en el centro de la mesa, y a la vista de todos e idénticas para las apuestas de todos los jugadores, hay otras tres, que podríamos equiparar con aspectos como el director, los actores y actrices, guionistas y todos los detalles de conocimiento común sobre la película (premios, taquilla, posibles polémicas,...).

photo_4730.jpegCorre, corre, corre...

Con esas cartas, con las tuyas, las cubiertas, y las que están sobre la mesa, debes decidir si vas, si cubres la primera apuesta, porque siempre tienes que poner algo de tu parte (como mínimo tu tiempo), pero a partir de esa primera mano, debería ser la película la que te llevara hasta el final, hasta la última mano, hasta la última apuesta. Esa jugada final en la que, aunque no haya un all in, sí que tiene que haber la emoción suficiente como para que parezca que está la vida en juego.

Pero volvamos a esa primera apuesta, al principio, a un principio que no siempre resulta adecuadamente valorado en el planteamiento de una película. Está claro que un gran final deja huella, que ese momento culminante puede quedar grabado en la memoria más fácilmente, pero un final puede que ni siquiera llegue a existir de no ir precedido por un principio a la altura de las circunstancias. De hecho, casi sería más recomendable que el principio resultara incluso mucho mejor, que se pusiera ya desde el primer fotograma toda la carne en el asador. De ese modo, llevaremos al resto de jugadores (el público) al lugar que queríamos, a esa última mano en la que la mesa rebosa fichas procedentes de las múltiples apuestas. Pero para eso hace falta un gran comienzo, uno como el que hoy vamos a revisar en esta review.

photo_3813.jpegUn momento de respiro, sólo un momento

En realidad, en esta ocasión no vamos a hacer una review de una película, aunque estamos seguros de que una cinta como “28 semanas después” (28 Weeks Later, Juan Carlos Fresnadillo, 2007) bien lo merecía. No vamos a hablar de las virtudes del director canario, que las tiene, y muchas, ni del fenómeno zombie en el cine, ni de las claves para realizar una secuela digna. No, no vamos a hablar de nada de ese, de hecho vamos a hacer que sea innecesaria esa advertencia con la que se suelen abrir muchos artículos y revisiones sobre una película (esas que avisan que se pueden desvelar aspectos esenciales de la trama), porque esta no va a ser una review de una película. Esta es la review de un comienzo, de una primera mano, de una apuesta inicial. Una capaz de poner todo en movimiento y llevarnos a jugar hasta el final.

photo_8046.jpegLa tragedia de no estar infectado

Sólo es necesario ponerse, por un minuto en situación. Estamos en una casa oscura, con paredes y ventanas tapiadas con maderas, donde un matrimonio (Robert Carlyle y Catherine McCormack) tratan de normalizar su situación con comentarios fingidamente alegres y optimistas. Sin embargo, y aquí el director lo explota, sabemos dónde estamos. Es más, sabemos de dónde venimos, de una Inglaterra que ya había sido devorada por el virus de la ira, porque así se cerró “28 días después” (28 Days Later, Danny Boyle, 2002), y tanto el guión como la dirección juegan con ese dato conocido por todos (las cartas boca arriba en el centro de la mesa). Sin embargo, tanto nosotros como los protagonistas, ese matrimonio mayor y los dos jóvenes que comparten esa misma casa, no sabemos qué ha podido suceder fuera. El mundo ha quedado reducido a una casa en penumbras, a las provisiones almacenadas en su interior (mucha pasta y comida enlatada), a la memoria de unos seres queridos que no están, y si todavía están sólo quieren devorarte y hacerte pedazos (con lo que casi mejor que no estén), y a una mínima llama de esperanza, al menos en aquellos que todavía son capaces de sostener esa vela.

photo_5870.jpegLa ira mueve montañas

Para los dos protagonistas, Don (Carlyle) y su esposa Alice (McCormack), la esperanza no está en esa casa en el campo, sino muy lejos de allí, en unos hijos a los que, por suerte, habían enviado de viaje antes de que se propagara la epidemia. Puede que sólo esa confianza en tener a sus hijos alejados de ese infierno residan sus ansias de supervivencia, porque tras todas las maderas que protegen la casa no hay nada más que el tormento. Pero el tormento es como un animal herido, capaz de moverse y responder con violencia cuando lo habías dado por muerto. Un tormento que llama a la puerta de esa casa, de esa cueva en realidad, metido en el cuerpo de un niño que ha sido capaz de huir. Ha huido de los zombies, de los poseídos, de sus padres que querían matarlo. Ha huido campo a través, corriendo, sin ninguna otra guía que la adrenalina corriendo por sus venas. Ha huido... pero, ¿cómo ha sido posible? Si él ha sido capaz, ¿tal vez mi...?

photo_8068.jpeg¿Quién está al otro lado de la ventana?

Así, por medio de un niño asustado, hambriento y solo en un mundo que se devora sus propias tripas, el tormento es capaz de resquebrajar esos muros de madera, de hacer saltar las tablas tras las que te sentías (iluso) protegido y romper el precario equilibrio sobre el que se asienta el intento de vida que mantienes. Pero el tormento llegó a entrar, y, una vez dentro, quiere salir y en su salida, abre una vía a los infectados, a esos que un día fueron tus hermanos, tus primos, tus amigos y tus vecinos, esos que ahora tienen los ojos teñidos de rojo y la sangre entre sus dientes. Esos que quieren devorarte, que te clavan la muerte a mordiscos, esos que te obligan a elegir entre huir y tirar de una mano que te pide ayuda, entre ellos y vosotros, entre tu vida y la de los demás, aunque esos demás sean tu propia esposa.Entonces, ¿qué sucede?, ¿quién sobrevive?, ¿quién queda abandonado a suerte?, ¿dónde se quedan los secretos?

¿Quieres saberlo? Pues es a ti a quien le toca cubrir la apuesta que ha hecho “28 semanas después” (28 Weeks Later, Juan Carlos Fresnadillo, 2007).