Dominado por su madre posesiva y su consorte intimidación, Conroy, desde su infancia, adolescentes Victoria niega a permitirles el poder de actuar como su regente en los últimos días de su tío, la regla de William IV. Su primo alemán Albert se anima a cortejarla por motivos exclusivamente políticos pero, tras su adhesión a dieciocho años de edad, considera que se está enamorando de ella y se consterna en dependencia de su fiel ministro Melbourne. Victoria está impresionada por la filantropía de Albert que es similar a su propio deseo de ayudar a sus súbditos. Sin embargo su lealtad a Melbourne, percibido como un ambicioso, casi provoca una crisis constitucional y es Albert que ayuda a restaurar la confianza en sí mismo. Propone y se casan, Albert demostrando no sólo un esposo devoto, preparado para tomar una bala asesina por ella, pero un agente de la muy necesaria reforma, finalmente avalado por una admiración Melbourne.