La amplia brecha generacional entre Tess Coleman y su hija adolescente Anna es más que evidente. Simplemente no entienden las preferencias del otro. En un jueves por la noche tienen una gran discusión en un restaurante chino. Ambos reciben una galleta cada una de la madre del dueño del restaurante que les lleva a cambiar los cuerpos al día siguiente. Como se adaptan con sus nuevas personalidades, empiezan a entenderse mutuamente más y finalmente es el respeto mutuo que ordena las cosas hacia fuera.