He oído muchas veces eso de que al común de los mortales nos fascina el estrellato de Hollywood. Que si el glamur de los estrenos, las alfombras rojas, las fiestas en las que coinciden auténticos dioses del Olimpo del cine... Todo eso está muy bien, sí, pero el día a día de los ídolos de la gran pantalla debe ser muy aburrido y, por lo tanto, en absoluto fascinante. Esa, al menos, es la sensación que me transmite 'The Bling Ring', la última película escrita y dirigida por Sofia Coppola sobre un grupo de adolescentes que, entre 2008 y 2009, entraron en las mansiones de varios famosos y robaron joyas, ropa y otros artículos de lujo.
A esos chavales les fascina tanto la pantomina de Hollywood que no dudan un solo momento en infringir la ley para hacerse con los zapatos que Rachel Bilson lució en la última alfombra roja o con la pulsera que Orlando Bloom le regaló a Miranda Kerr por sus cumpleaños, por citar dos ejemplos que bien podían ser ciertos.Y, al final, su vida se reduce a vestir bien, presumir de joyas y acudir a fiestas. Algo que, en mi opinión de persona corriente, no tiene nada de atractivo, sino más bien todo de aburrido y monótono.
No parecen peligrosos, pero son insaciables
Extrapolando un poco la acción al conjunto del Hollywood físico, el que es el barrio más glamuroso de Los Ángeles, te das cuenta de que la vida allí realmente debe limitarse a eso. A ropa, joyas y fiestas, es decir, a un postureo que prima el lucir bien ante los secretos que puede esconder el alma. De ahí que estos adolescentes sin dos dedos de frente arriesguen su futuro para mirarse en el espejo y creerse estrellas del teatro de la fama.
Pero, por mucho que admitamos que todos nos lo pasamos bien en una buena fiesta, la vida, ese periodo de tiempo del que sólo dispones una vez y que pasa lamentablemente rápido, no puede reducirse a esa intrascendente diversión.
La vida también es relajarse
Al cajón de los títulos olvidados
Desconozco si la intención de Sofia Coppola cuando se puso manos a la obra con 'The Bling Ring' era mostrarnos la falsedad y superficialidad de ese mundo que al mismo tiempo fascina hasta límites insospechados (aunque sospecho que, efectivamente, así era), pero en mi caso el mensaje ha llegado alto y claro. Y, sólo por eso, la película merece un aprobado.
Pero a partir de ahí, me temo que el destino de este filme no es otro es acabar en el cajón de los títulos olvidados. Porque la trama, al contrario que el famoseo que describe, no deslumbra; la cámara de Sofia Coppola resulta tan somnífera como de costumbre; y ni siquiera la presencia de la conocida Emma Watson anima a quedarse hasta el desenlace. Un desenlace que, por cierto, ya conocíamos.
¿Qué me pongo?