Lauren Bacall: la diferencia entre tener y no tener

Lauren Bacall: la diferencia entre tener y no tener

Escrito por bdem

Meto una cuartilla de cartulina y empiezo a teclear la ficha.

Nombre: Betty Joan Weinstein Perske.

Alias: Lauren Bacall.

Alias: La flaca.

Edad: 89 años.

Fecha: 12 de agosto de 2014. En la misma semana en la que un tal Robin Williams ha decidido marcharse a los 63.

Qué extraño esto de los números, ¿verdad? Sobre todo cuando no coinciden ni por asomo y les damos vueltas y más vueltas para que lo hagan a nuestro antojo. No sé a dónde quiero ir a parar rellenando esta ficha que sé que no voy a terminar de completar, pero resulta curioso que, al conocer la noticia, lo primero que me ha venido a la cabeza es intentar establecer una relación entre la edad del uno y la otra.

Nada. Ni siquiera dan un número redondo. 

Hoy me ha dado por hacer pasar el tiempo de esta forma. Hay a quien le da por pescar y luego no pagarme. Sin embargo aquí estoy, delante de mi vieja Olivetti M40 con los dedos apoyados en sus desgastadas teclas, con una colilla humeante en la comisura de los labios y tratando de ignorar a mi viejo amigo Johnnie, que siempre quiere convencerme a tan temprana hora para que demos un paseo. Johnnie es muy insistente, créanme.

- No, Johnnie. Hoy tampoco. No hasta dentro de 20 minutos.

Y así llevamos 57 años. Él insistiendo y yo ignorando. Pero de esta forma se forjan las grandes relaciones.

01f8729c7851a9c25a6262ffd961ab20La flaca siempre supo cómo era yo.

Retiro la colilla de mi boca y observo que prefiere morir ahogada entre sus colegas antes que estrellarse contra el fondo del cenicero. Deshacerme de la asistenta no fue tan buena idea. 10 pavos al mes bien merecen el esfuerzo de vaciar un cenicero rebosante y esconder ciertos secretos debajo de la alfombra a modo de reserva. Tampoco recuerdo si llegué a despedirla.

Ante la perspectiva de una mañana vacía como tantas otras desde hace mucho tiempo esperando no sé qué, me sumerjo en medio de un silencio de falsa concentración, en un pensamiento que se enreda con los recuerdos. Escucho un silbido tenue y familiar y me maldigo por llevar ese juego tan cruel conmigo mismo desde hace tantos años. El silbido perdura más que otras veces y reconozco, por fin, qué estaba esperando. Más bien a quién.

Me incorporo rápidamente como un perro callejero, amaestrado por el olor de la comida, y abro la ventana tratando de averiguar de dónde viene semejante sonido. No hay manera. Enfilo la puerta con la mirada esperando que se abra, y tropiezo con la idea de hacerle una puesta a punto al viejo Queen Conch cuando observo aquella gorra oscura desgastada, de mis tiempos de capitán, colgada del perchero. Yo siempre he sido más de fedora.

Teclas desgastadas. Gorra desgastada. Vida desgastada. Al menos la mía, que ya no fluye como antes. 

- Johnnie, tenemos que hablar seriamente, amigo. 57 años es mucho y andar es bueno. Dicen.

La ilusión de volverla a ver me conduce, sin darme cuenta, a aquella habitación número 7 del Hotel Marquis. Frente a la suya. Esa que no piso, para no revolver buenos recuerdos, desde 1944. Hace 70 años. Por fin un número redondo. Qué extraño esto de los números, ¿verdad?

Todo me resulta familiar. El silbido, la habitación y el nudo en el estómago. Se trata de una sombra que, presiento, de un momento a otro abrirá la puerta. Ahí sigue la silla en la que me senté mientras me ofrecía treinta y pocos dólares a cambio de un paseo que le negué. Dos minutos más tarde yo estaba viajando en sus labios. Gratis. A veces no sé qué prefiero y ni yo mismo me reconozco. Pero ella siempre lo supo.

¿Cómo me llamó antes de besarme? ¿"Canalla"?. Eso es. Nunca un insulto había sonado en mis oídos como aquella melodía.

6943f99a76cf7658ae1d1009040415d1Con esos ojos y esos labios, Johnnie no tiene cabida aquí.

Un silbido de dos notas, suave como la seda de su camisón, me devuelve mi realidad y trata de recordarme cómo he acabado en aquella habitación después de tanto tiempo. Echo mano al bolsillo de la camisa buscando un cigarro, cayendo en la cuenta que, las prisas y el olvido, suelen ser buenos amigos. Maldita sea; cuántas veces habré fumado allí. Abro el cajón de la mesa y todavía queda una caja de cerillas y un paquete de cigarrillos. Pruebas de las prisas de otro tiempo. También está mi viejo revólver, pero ni rastro de Johnnie en aquel cajón. Aunque sólo yo sé dónde se suele esconder.

Su perfume todavía prevalece y me doy cuenta que, cuando ella cruce el umbral, volverá a embriagarme como entonces. El perfume también. Durante todo este tiempo he sabido que volvería, al otro lado de aquella puerta que cerró tras de sí después de explicar cómo acudiría a rescatarme si la necesitaba. Eso fue tras humedecerme los labios. Dos veces. Porque a la primera no supo si le había gustado.

Qué estúpido fui. Todavía tengo grabado en mis oídos su voz áspera, aquella que ayudó a despojarme del peso de querer aparentar ser un tipo duro y con principios: "Sabes que conmigo no tienes que actuar. No tienes que decir nada. No tienes que hacer nada. Nada en absoluto". 

9acace03b599b6e13cba54f1ea22ac5bYo también me alegro de verte, flaca.

Presiento que, aquella que me enseñó a silbar, está a punto de cruzar la puerta.

Y llego a la conclusión de que no hay un nombre para definir el limbo entre un verbo y su negación. Resulta curioso saber, al fin, cuál es la diferencia entre tener y no tener. Y parece ser que completo el círculo en una frase estúpida de un pensamiento sin sentido y fugaz que trata de sonsacar el ingenio que nunca tuve para expresar verdaderamente qué sentía: Tener y no tener... y tener. Y en esas estamos ahora.

El pomo gira y enciendo un cigarrillo de aquella solitaria cajetilla olvidada; el sabor del fósforo me sacude el paladar y me recuerda el agradable momento antes de sus besos. O cómo la conocí cuando me pidió fuego por primera vez apoyada en el marco de la puerta. ¿Qué tendrá aquella puerta?

Es el momento de hablar con mi viejo amigo.

- Johnnie, demos ese paseo. Tenemos invitada.

Ana Belen Saavedra

Maravillosa forma de "volver a reunirlos a los dos"...Original, pero, sobretodo, muy bella, porque es el propio personaje el que la está recordando, y, al mismo tiempo, esperando que abra esa puerta para verla de nuevo.Precioso.

"Muy bello" es una calificativo enorme para este post. Gracias, me alegro que te haya gustado.