Análisis caótico sobre “Los exiliados románticos”

Análisis caótico sobre “Los exiliados románticos”

Escrito por alejandro

En la web de la propia película, se define el papel de Jonás Trueba como el de director sobre la marcha. “Los exiliados románticos” (Jonás Trueba, 2015), por sus circunstancias (económicas fundamentalmente) y sus peculiaridades (la obra del propio Trueba por encima de todo), no era una película antes de ser rodada. No fue primero un guión que se fue rodando, tuvo que crecer sobre la marcha; con sus avances y sus retrocesos, lo que genera inevitablemente desigualdades, irregularidades y nos obliga a hincarle el diente del mismo modo. 

Una manera caótica, visceral, donde las virtudes y los defectos se mezclan o pasan de ser considerados positivos a negativos sin que se entienda muy bien por qué. Donde un detalle puede lastrar un conjunto o provocar que un defensor acérrimo se convierte en un crítico implacable. No adelantemos acontecimientos, porque el viaje, también el de “Los exiliados románticos” aún no ha empezado. 

4de5723a144b08ae1f91edc9538aced8Jonás Trueba disfruta dejando hablar a sus actores, que ellos expresen sus inquietudes.

Motivos para unas vacaciones

El planteamiento de “Los exiliados románticos” es dejar fluir una película sin guión definido, pero con una idea muy concreta. Un ejercicio estilístico y referencial donde expresar las dudas de tres jóvenes a la hora de afrontar relaciones, en su mayoría fallidas. Esas tres actitudes permiten desarrollar esos otros ejercicios, que probablemente interesan más a Jonás Trueba y su equipo, pero que sirven para sostener una trama muy simple.

Tres jóvenes salen de viaje en su furgoneta sin aparente destino. Podría pensarse que quieren seguir siendo jóvenes aventureros a pesar de que los años no pasan en balde. El paso del tiempo y los kilómetros nos descubren que poco es casual en ese camino. Las paradas están claras. Primero uno de ellos quiere excusarse ante su ex, para acabar reconociéndole su evidente miedo al compromiso, después llega el turno del aspirante a reconocimiento, obligado a lanzarse a la piscina ante una decisión drástica de su correspondiente ex. Por último, llega el idealista con ganas de convertir una relación-idea en realidad hasta que choca de frente con la realidad. 

487b05e6cc5a0ddb1268b0a335a81314Cada uno de los tres chicos dispondrá de su oportunidad.

No cabe duda de la perspectiva masculina con la que está planteada “Los exiliados románticos” y si, como se ha dicho en bastantes lugares, se intentaba reflejar una cierta decadencia del género; el objetivo puede considerarse cumplido porque el trío, Vito (Vito Sanz), Luis (Luis E. Parés) y Francesco (Francesco Carril), parece condenado por esa falta de decisión/convicción/ganas de asumir cargas, combinado con el puro miedo a abandonar la juventud en la que, como mínimo, se divirtieron mucho.

El estilo

Partimos de una seguridad, se exige un vasto conocimiento de casi todo para seguir las referencias, guiños, ideas y argumentos descubiertos en “Los exiliados románticos”. Son pequeños datos surgidos de campos muy variados y tan próximos o lejanos como se quiera. Aparece por un lado Natalia Ginzburg, se cuela Buckminster Fuller, Rohmer, la cámara aquí, el plano secuencia allí, la música de Tulsa y así podríamos seguir un rato largo. Todo ello en una película que dura menos de ochenta minutos. Plantea casi un curioso juego: buscar aquellas decisiones totalmente originales. 

A día de hoy, buscar esa novedad es casi imposible por la universalización de la cultura (lo que obviamente es algo bueno), pero pocas veces se ha sentido tanto esa avalancha en pantalla. No cabe duda que Jonás Trueba ha visto y leído muchísimo, pero parece más tranquilo exponiendo sus ideas a través de esas referencias que a través de sus propios análisis. Resulta muy interesante como combinarlo todo de un modo que fluya, pero resulta agotador porque cada conversación se convierte en una especie de examen. 

9b8bb82bfcc2355f94f1434f06f4170cEl propio viaje es una metáfora en sí misma.

Hasta que se pierde ese peso y esa seriedad, cuando se convierte un chiste final, en la materialización de un déficit que también tienen la mayoría de esas referencias y que puede que la obra de Jonás Trueba ayude a prolongar en el tiempo más de lo necesario. 

El chiste final

No tiene ni gracia. “Los exiliados románticos” es una película 3+2 (Vito, Francesco y Luis+Renata e Isabelle). El devenir de los viajes de los tres chicos logra ampliar su grupo hasta los cinco integrantes. Dos chicas de las perseguidas se suman a ese discurrir. Se suman al viaje de ellos, sin necesidad de interactuar directamente. Comparten espacio dentro de la furgoneta pero siempre un chico se interpone, permitiendo un diálogo chico-chico o chico-chica, pero nunca uno chica-chica. Tras más de setenta minutos de metraje, y sin que chirriara la cuestión, “alguien” decide que ha llegado el momento.

Estamos en la escena final, en la que los tres chicos se bañan en un lago mientras ellas observan. Ni siquiera ahí, una al lado de la otra, tienen nada que decirse (la verdadera cuestión) hasta que aparece ese chiste metacinematográfico, una nueva referencia. En este caso hablamos del test de Bechdel. Un test que, por supuesto, carece de base científica, pero que ilustra a la perfección según qué decisiones. Consiste en tres simples preguntas a las que debemos someter a la película:

   -¿Hay dos personajes femeninos? No vale que sean meros extras, necesitamos que tengan un nombre y participen activamente en la acción.

   -¿Se hablan entre ellas? Para ello, como apuntábamos, es importante que tengan algo que decirse.

   -¿La conversación gira en torno a un hombre? El recurso habitual es hacerlas hablar sobre la pareja heterosexual de una de ellas, y eso es trampa.

7d908b5cc2599da394cf4f79cad89c2cEllas ríen viendo como ellos disfrutan.

La primera vez que interactúan realmente, a pesar de haber compartido espacios reducidos (la furgoneta) o eventos sociales (una cena, en la que sí charlaban chicos con chicos y chicas con chicos), es para reflejar la verdadera importancia del test de Bechdel, destinado, simplemente, a reflejar la falta de peso de los personajes femeninos en muchísimas películas. No se trata solo de que no se lleguen a hablar en ningún momento, si no de que los temas a los que podrían limitarse serían los chicos con los que comparten viaje o un test que ejemplificaría su escaso peso en la trama.

Este viaje, como el de Vito, Francesco y Luis, con Renata e Isabelle, en “Los exiliados románticos” (Jonás Trueba, 2015), no ha terminado. Solo los recogimos en un punto y los dejamos en otro. No hemos arreglado nada y ellos tampoco, porque este solo era un pequeño trayecto.