La televisión y el colegio/instituto son lugares excelentes para volver una y otra vez a lugares comunes. Regularmente tienes la oportunidad de ver películas convertidas en parte del escenario de una tarde cualquiera y de leer libros (si tratas con estudiantes lo suficientemente jóvenes) convertidos en auténticos clásicos de la literatura infantil y juvenil.
Para mí, sufridor de ambas situaciones (tardes de sofá y trabajo con adolescentes o preadolescentes) el último ejemplo ha sido “Matilda” (Danny DeVito, 1996) y la conclusión es que es un ejemplo perfecto de cómo pueden combinarse con inteligencia los productos destinados al público infantil y juvenil con un mensaje sano, no doctrinario y, sobre todo, útil y fácilmente comprensible. No hay mensajes subliminales ni enseñanzas alejadas de la realidad.
Matilda aprende a vivir en un mundo de adultos con ideas distintas a las suyas.
Danny Devito y Roald Dahl
A poco que se investigue sobre la carrera profesional de Danny DeVito (una mínima visita a IMDb es suficiente) se puede comprobar que estamos ante un hombre inteligente, emprendedor y con muchas ganas de reírse, de sí mismo y de lo que haga falta. Ha participado como actor en películas como “Los gemelos golpean dos veces” ('Twins', Ivan Reitman, 1988), ha producido “Man on the moon” (Milos Forman, 1999), la oscarizada “Erin Brokovich” (Steven Soderbergh, 2000) y se ha atrevido también con la dirección, con nuestra protagonista de hoy, “Matilda”. Una variedad de proyectos, siempre dentro de la industria hollywoodiense, con los que labrarse una carrera pero no a base, exclusivamente, de cine comercial.
“Matilda” sería un ejemplo perfecto, puesto que siendo una película convencional, de esas denominadas para toda la familia, consigue entretenimiento pero a través de una fábula inteligente con su moraleja y su mensaje. Obviamente, el texto del que procede supone gran parte de esa solidez. Roald Dahl sabe hablarle a los más jóvenes. Como personas en crecimiento, pero mostrándoles el respeto que merecen. Se pueden tocar todos los temas: la muerte, el valor, el compromiso, la justicia, los prejuicios y generalizaciones, la necesidad de los sueños o lo que sea, pero desde una perspectiva lógica y coherente.
La exageración en la caracterización de los personajes simplifica las tramas.
Los famosos “valores”
Porque es muy habitual ver como se idealizan ciertos comportamientos pero esas intenciones acaban muriendo en la superficie. No es cuestión de comparar, pero los personajes en Matilda demuestran que son los hechos los que importan y no las palabras. La pequeña protagonista (Mara Wilson) busca justicia para su profesora pero no a través de la venganza, esta quiere hacer algo por Matilda y lleva esas ideas hasta el final y frente a quien sea. No hay medias tintas cuando toca mojarse por alguien a quien de verdad queremos.
Ritmo, exageración, eficacia y verosimilitud
Otra de las muestras de inteligencia de DeVito y los guionistas Nicholas Kazan y Robin Swicord son los sutiles cambios realizados en la, por otra parte, muy fiel adaptación a la novela de Roald Dahl. Modificaciones destinadas al mayor impacto visual. Así, el castigo que la malvada señorita Trunchbull aplica a Bruce Bogtrotter acaba convertido en la celebración al estilo de la Champions League, con levantamiento de ensaladera y todo, o las enseñanzas del señor Wormwood (interpretado por el propio Danny DeVito) a sus hijos en su taller son más eficaces si vemos ese taladro conseguir que bajen las cifras del cuentakilómetros.
Las técnicas del padre de Matilda son dudosas y provocarán el desenlace final.
Todo para lograr una película dinámica, con gags bien repartidos o, incluso, un clímax final emocionante solo gracias a unos papeles de adopción. Pequeños detalles que nos hablan de una buena película inteligentemente montada a partir de una gran novela. Un ejemplo de que no es tan difícil, si hay intención, lograr ofrecer algo más que entretenimiento.