Un festival de cine, en este caso la XXVIIIª edición del Cineuropa de Santiago de Cmpostela, se convierte en una ocasión excelente para plantear debates interesantes. Allí se proyectan películas como “Jet lag” (Eloy Domínguez, 2014), que difícilmente podríamos ver fuera de estos eventos. Tras su visionado, convertido en director ficticio, una pregunta se instaló en mi mente. ¿Para quién es la película que estoy grabando? Para mí, para el arte, para la historia, para el público, para los programadores de los festivales… La respuesta escogida va a condicionar, de un modo casi dramático, aquello que vamos a ver en la pantalla.
Eloy Domínguez como director y operador de cámara y Beli Martínez como productora y técnico de sonido se plantearon registrar una semana de trabajo de un empleado de una gasolinera de una carretera secundaria con poco movimiento. Siete noches seguidas de un trabajador nocturno, solitario, en el que el tiempo y la quietud extrema eran los protagonistas. Una especie de diario para representar la rutina, la nada, el apoyarse en una columna con el único objeto de dejar pasar el tiempo.
Generalmente, hay poco que hacer en una gasolinera de una carretera secundaria... y de noche.
Así acumularon horas y horas de material. Día 1, día 2… y el público que asiste a la proyección se pregunta cuantos días quedan por representar; si hay algo detrás de los planos fijos dilatados hasta la extenuación. El resultado esperado por Eloy Domínguez y Beli Martínez era un producto destinado al circuito de los festivales del mundo, en el apartado documental, con nulas posibilidades de alcanzar recorrido en salas comerciales.
¿Se puede culpar al público? ¿Hace falta el cine para algo así?
Es probable que la respuesta sea afirmativa en ambos casos. Aunque la diferencia de opiniones respecto a estas cuestiones refleja la distancia entre (muchos) creadores y el potencial espectador (no entendido siquiera como consumidor) de esa película, ya sea ficción, documental o híbrido. Los responsables de “Jet lag” solo querían ver sus ideas representadas en pantalla, sus planteamientos y después moverse en su círculo, sin importarles si al humano medio le interesa o no aquello que proponen y registran.
Llegados a este punto del debate, se cruzó en el camino de “Jet lag”, Eloy Domínguez y Beli Martínez la cruda realidad. Una coincidencia tan monstruosa que nadie podría inventar algo así. Antes del inicio del tercer día de grabación, la gasolinera recibió la “visita” de un atracador. Tan real como increíble. Un delincuente pasó por esta y otras estaciones de servicio e, incluso, llegó a atreverse con un secuestro. Un personaje que alcanzó cierta notoriedad en las páginas de sucesos y que cambió a “Jet lag” para siempre.
El plan era representar la espera, el paso del tiempo.
La actualidad, el momento se impone a cualquier otra premisa, a pesar de la resistencia del cineasta. Toca mantener la intención documentalista, pero ahora compartiendo espacio con la policía local, la nacional, la secreta y cualquier otro agente de cualquier otro cuerpo que pase por allí. Las ideas son poderosas enemigas y por la mente de Domínguez y Martínez llega a plantearse la posibilidad de seguir grabando al trabajador en soledad y silencio sacando de plano a cualquier otra persona. Podríamos decir que, gracias a quien sea, descartaron la descabellada ocurrencia.
Se abandona, por tanto, cualquier idea de quietud o soledad para dar paso a la, teórica al menos, proximidad del peligro. Es entonces cuando la cámara rompe sus reglas predeterminadas y busca las reflexiones del trabajador nocturno y llega a girarse hacia director y productora para convertirlos en personajes.
Hay tiempo para nervios, miedos, momentos cómicos y el aspecto finalmente más interesante de “Jet lag” (Eloy Domínguez, 2014): esa diferencia de enfoque entre creadores (y buena parte de la crítica) y público raso. Unos defienden la importancia de su trabajo, su visión documental, dar visibilidad a lo anónimo, registrar la vida sin artificios, mientras los otros se preguntan ¿y eso a quién le interesa?
Que pena que este tipo de películas solo se puedan ver en festivales... y sobre todo que pena que cada vez hayan menos festivales en España....