Confesiones de un cinéfilo frustrado (y frustrante)

Confesiones de un cinéfilo frustrado (y frustrante)

Escrito por pedrinho

Como esto va de confesiones, de poner las cartas boca arriba sobre la mesa, antes de comenzar he de confesar que como cinéfilo dejo mucho que desear (de ahí lo de frustrado).

No he visto miles de películas. De hecho no he visto ni cientos.

No soy lector de “Cahiers du Cinema”, por muy buena que me parezca esa revista. De hecho, no leo ni “Fotogramas”.

No soy un apasionado de Godard. De hecho, no podría citar tres películas suyas.

No podría decir por qué Hitchcock es un gran director. De hecho, no sabría decir si lo considero un gran director.

Y así podría seguir un buen rato, pasando de frustrado, a frustrante para aquellos que, y con conocimiento de causa, sí son cinéfilos. Pero este texto no va de eso, no va de conocimientos cinematográficos, de teorías o tratados sobre la forma. Esto va de vísceras, de emociones y preferencias, de ese lugar donde el arriba puede estar abajo y el abajo arriba, porque las normas del mundo real (ese lugar pulcro y ordenado por conocimientos, teorías y tratados) poco tienen que decir sobre eso.

Mi versión favorita de Disney

c3efa7d284273aca96e8665a2c0b18d8Siempre ellos, aunque con otros trajes

En ocasiones, cuando estoy especialmente cínico o aburrido del arte cinematográfico, algo que en ocasiones me sucede, casi me creo capaz de reducir cualquier argumento a una recreación de una película de Disney. En esos días, cualquier Clooney, De Niro, Noriega o Darín me parece un Capitán Smith, un Aladdin o un Simba, mientras que cualquiera Elena Anaya, Theron o Cate Blanchet podrían ser una Sirenita, una Bella o Blancanieves. Cierto que esos días no son todos los días, por suerte, y entonces sólo encuentro esos parecidos en ciertas películas (en muchas, pero no en todas). En algunas, como en “Avatar” (id, James Cameron, 2010), esas semejanzas son tan claras que no parecen más que un plagio. Sin embargo, en otras, el juego de parecidos es algo más interesante y resultan mucho más divertido encontrar los nexos de unión. En ese grupo se encuentra “Matrimonio de conveniencia” (Green Card, Peter Weir, 1990), en la que Andy McDowell y Gérard Depardieu son “La Bella y La Bestia” más creíbles que me he encontrado nunca. Cierto que no deja de ser una comedia romántica de las de toda la vida, pero esa secuencia al piano, con el francés maltratando las teclas, susurrando a voces unos versos sobre niños y árboles, sigue acurrucada en mi memoria.

La escena más sexy

Aquí hemos de adelantar que bien podía haberse llevado este galardón nuestro querido Woody Allen, un viejo verde de esos pícaros e inteligentes a partes iguales, uno de esos con los que no nos importaría sentarnos en un parque a contemplar colegialas, seguros que esa acción tiene más de juego de evocaciones de un pasado que no vendrá que de perversión. Sin embargo, por muy excitante que resulte ver a Scarlett Johansson bajo la lluvia de la campiña inglesa en “Match Point” (id, Woody Allen, 2005), su atractivo no llega a golpearnos en nuestro yo más lascivo del mismo modo que otra escena mítica.

89de4742ef28af8c4348763e9d301247Vestida para la batalla final

Para este aspirante a cinéfilo, aspiración que nunca se pierde, no hay escena más sexy que esa secuencia final de “Alien: el octavo pasajero” (Alien, Ridley Scott), en la que una walkiria como Ellen Ripley (Sigourney Weaver), la única que ha quedado en pie tras la batalla, se desnuda en la soledad de la victoria, convencida de que ese es el final, hasta quedar con unas bragas mínimas (bragas setenteras) y descubrir que... aun no está sola. Y es así, en la inmensidad del espacio, sin apenas ropa, bañada en sudor y sexualidad, es como termina por derrotar al Alien para nuestro completo disfrute.

Adicción superada

d5a7170e152bc3d2fcf59100e653be3bBuscando el Santo Grial

Como todo cinéfilo, soy alguien impresionable. ¿Quién no ha visto u oído a alguien salir extasiado tras la visión de una película, convencido del que actor/actriz/director/guionista son lo más grande que ha pisado la faz de la Tierra? Yo al menos sí lo he visto/oído. Lo mismo que me recuerdo a mí mismo sin terminar de asimilar el impacto provocado por Robin Williams al final de “El Rey Pescador” (The Fisher King, Terry Gilliam, 1991), convencido de que se situaba ya a la altura de los más grandes. Para mí, que por aquel entonces aun no era un cínico que veía cuentos de Disney por todas partes, la sobreactuación histriónica de Williams no me parecía un rasgo habitual de todas sus interpretaciones, sino la piel ideal que debía habitar aquel enajenado profesor de historia, golpeado por una locura alentada desde un micrófono de radio (Parry, que así se llamaba). Por eso me pareció durante mucho tiempo lo más grande. Después resulta que me encontré a Parry en mil y una películas más y me di cuenta de que no era su piel, sino el único modo en el que Robin Williams entendía la interpretación. Y entonces, claro, perdí mi devoción por él.

A pesar de los pesares, me quedo con Kalifornia

Hace no mucho, en esta misma web, recreábamos el recorrido profesional de Brad Pitt con motivo de “Guerra Mundial Z”, estrenada el pasado verano. Un Brad Pitt que, no lo vamos a negar ahora, fue capaz de superar el cartel de 'cara bonita' hace ya mucho tiempo para convertirse en uno de los actores más respetados de su generación, tanto profesional como económicamente (en especial en este segundo aspecto). Un Brad Pitt al que inevitablemente relacionamos con el detective Mills de “Se7en” (Seven, David Fincher, 1995) o con el delirante Jeffrey Goines de “12 monos” (12 monkeys, Terry Gilliam, 1995), a pesar de que con posterioridad también nos ha dejado más de una interpretación interesante (aunque cada vez con menos frecuencia, eso sí).

c4c70c70e8377353c7065274703b7794Al final sigues siendo tú

Sin embargo, para nosotros, Brad Pitt siempre será Early Grace, el psicópata de “Kalifornia” (id, Dominic Sena, 1993), el mismo que respondió al mensaje de David Duchovny para iniciar un viaje que sería en realidad un descenso a los infiernos del sadismo de la mano de un asesino capaz de ocultar en su planta de chico guapo desaliñado una mirada tan retorcida como un sacacorchos. Una “Kalifornia” que aun hoy, incluso en los días cínicos, resiste una visualización sin que pensemos que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Me sigue pareciendo un genio Almodóvar

Un genio no es aquel que está realizando constantemente genialidades. No creo, de hecho, que exista o haya existido alguien capaz de producir genialidades en cada acto de creación, ya sea en el campo que sea. No, un genio es aquel capaz de producir genialidades en ocasiones, genialidades que pueden alternar o convivir con otras que no llegan, ni de lejos, a esa categoría.

3f3a62ff2c1f9cfbf5a55001c3aaeabbPerfiles como ningunos otros

Por eso, a pesar de “Los amantes pasajeros” (id, Pedro Almodóvar, 2013), a pesar de “La mala educación” (2004) o incluso de “La piel que habito” (2010), aunque esta última admitiría ciertos debates, sigo considerando al director y guionista manchego (creo que soy más devoto del Almodóvar guionista) como un grande. Como un genio, en definitiva. No tengo claro que en reuniones de esas de cinéfilos, de esas de cinéfilos contrastados, quede bien decir que uno considera a Almodóvar un genio, pero como no voy a esas reuniones no tengo ningún problema en hacerlo. Alguien capaz de poner en pie dos castillos colosales, de las dimensiones de “Todo sobre mi madre” (1999) o “Hable con ella” (2002), ya tiene más que merecido el título de genio. Sí, cierto, puede que ya le haya llegado el momento de pensar en la retirada, en dejarlo, pero incluso si llega a hacerlo, a dejarlo, lo dejará siendo un genio.