Con motivo de la presentación y actos promocionales en los que está metido Brad Pitt por culpa de “Guerra Mundial Z” (World War Z, Marc Forster, 2013), que nos llevan a ver su cara bonita en multitud de rincones, nos hemos animado a hablar del Brad Pitt que nosotros recordamos. Un Brad Pitt convertido ya en una de las estrellas más firmes del star system hollywoodiense desde hace algunos años.
Repasando su trayectoria, la cuestión que nos surge es sencilla: ¿cómo ha llegado hasta ese lugar Y la respuesta, al menos desde mi punto de vista, también es sencilla: a base partirse la cara.
Me explicaré.
¿Cómo ha llegado a ser lo que es ahora mismo Puede que se haya convertido, tal y como algunos sugieren, en el nuevo Tom Cruise (aunque sin el rollo ese de la Cienciología). Angelina y él forman el matrimonio estrella de Hollywood (como en su día lo fueron Tom y Nicole Kidman), él es uno de los actores más cotizados (decir 'el más cotizado' siempre aumenta el riesgo de equivocarse) y hace ya mucho tiempo que le pagan, y bien por cierto, por mostrar su cara bonita en papeles de lo más diverso, dejando claro lo bien que sienta envejecer (bajo ciertas condiciones, por supuesto). Pero para lograr todo eso, para estar en la posición en la que está actualmente, ha tenido que partirse la cara, y se la he partido literalmente.
Aquellos lejanos días de Dallas
En sus inicios en este mundo, al que llegó con más de veinte años, le costó salir del papel de “novio idiota”, el que interpretó en series como “Dallas” o “Los problemas crecen”. En “Thelma y Louise” (Thelma & Louise, Ridley Scott, 1991) ya pudo hacer algo más, pero todavía no le estaba permitido sacarse el gorro de cowboy.
Probablemente por aquel entonces estaba preocupado por terminar encasillado en el eterno 'chico guapo'. Está claro que es guapo (puedes preguntarle a quien quieras, desde tu abuela a la chica que te dio calabazas en el colegio), pero no creemos que el quisiera que ese fuera el único argumento a favor de que le concedieran o no un papel, porque eso puede llevarte a terminar introduciendo en futuros contratos cláusulas del estilo 'no puede salir mal en ningún plano' o tener que llevar a cuestas de por vida a un asistente personal que se encargue de que el tamaño de la barba o el color de piel sean siempre los adecuados y estén impecables (claro que tendrá asistente personal, pero espero que no se encarguen de eso).
Una sonrisa encantadora, lo sé
Seguro que fue por su cara por la que superó más de un casting, pero estoy convencido de que fueron sus pucheros y su forma de llorar (tengo que decir, y creo que sin exagerar, que nadie llora como Brad Pitt) los que consiguieron que lograra nuevos papeles. Si no estás de acuerdo, no tienes más que ver “Leyendas de pasión” (Legends of the Fall, Edward Zwick, 1994) o “Seven” (Se7en, David Fincher, 1995) para convencerte de que lo que digo es cierto. De hecho, durante un tiempo llegué a pensar que le iba a pasar como a Tom Cruise, al que hacían correr en cada película (es verdad que corre muy bien el tío), y que le tocaría llorar con cada nuevo papel. Algo así como una obligación: si sale Brad Pitt, tiene que llorar. No, no exagero, sólo tenéis que pensar en Halle Berry, a la que casi siempre le toca salir en bikini del agua en plan Bo Derek, o en Amanda Peet, que no hay película en la que no enseñe las tetas.
Sí, me preocupaba lo de sus lloros, porque una vez que coges una etiqueta cuesta mucho sacársela de encima, como le ha sucedido a Natalie Portman, que ha tenido que buscar y buscar hasta dar con su “Cisne Negro” (Black Swan, Darren Aronofsky, 2010) y dejar de ser la niña de “El profesional (León)” (Leon, Luc Besson, 1994). Probablemente por eso quiso romper cuanto antes con todo ese rollo y tras “Leyendas de Pasión” debió decirse algo como 'voy a partirme la cara, literalmente, por sacarme ese cartel de tío bueno con melena de encima', un cartelito que ya había explotado con “Entrevista con el vampiro”.
¿Estás buscando pelea
Vamos a ser honestos: el papel de tío bueno no se lo he quitado completamente de encima. Eso, no lo vamos a negar, porque ese papel también ha tenido sus ventajas, pero sí que fue capaz de construir otro cartel que poner al lado con unas letras en gran tamaño que dicen 'tío dispuesto a arriesgar y partirse la cara'. Un cartel que se ganó con papeles como el de “12 monos" (12 Monkeys, Terry Gilliam, 1995), en el que hubo que arriesgar, y con otros en los que se partía la cara (y más de una vez). Títulos como “Seven”, “El club de la lucha” (The Fight Club, David Fincher, 1999), “Snatch” (id, Guy Ritchie, 2000)... en los que hay golpes, y de los duros. Pero no se trataba de aporrear a otros, como si fuera una reencarnación de Steven Seagal o de Chuck Norris (los que, por cierto, sus películas se ven en la televisión española mucho más que las de Brad Pitt), sino más bien de recibir. Recibir puñetazos, golpes, patadas... encajar, dejar que su cara, la cara especialmente, recibiera todos los rigores del papel.
Dispuesto a partirse la cara
Brechas, moratones, sangre, labios partidos, cejas abiertas... él sabía que todas esas 'heridas de guerra' eran pasos en la dirección adecuada. Cada uno de esos golpes recibidos le acreditaba, convertiéndose en su peaje, haciendo de él alguien más real, mucho más que los “Siete años en el Tíbet” (Seven years in Tibet, Jean Jacques Annaud, 1997) o “¿Conoces a Joe Black ” (Meet Joe Black , Martin Brest, 1998) en las que no había golpes, sino un flequillo rubio brillando en cada escena. Sin embargo, gracias a todos los golpes recibidos, a haberse partido la cara, las críticas o fiascos que pudieran suponer películas como estas dos últimas, no le iban a apartar de si camino, porque se había ganado el derecho a llegar a la cima. Ya no era una cara bonita, un culo bien puesto, unos abdominales firmes o unos hoyuelos tiernos al llorar, era todo eso y los golpes, las brechas y la sangre derramada. De hecho, podía ser cualquier cosa. Podía ser Benjamin Button, Richard, Billy Beane, Jesse James o el teniente Aldo Raine. Incluso podía ser Rusty Ryan, el señor John Smith o buscar la salvación en medio de un apocalipsis zombie como el de “Guerra Mundial Z”.
Hasta aquí hemos llegado
Puede porque se ha partido la cara hasta llegar aquí. Lo que venga después ya es otra historia, una que a lo mejor tiene más que ver con su cuenta corriente y con lo que dejará a su familia que con lo que quedará para la historia del cine. Pero ese lugar en la historia del cine ya es suyo, ya se lo he ganado. Cómo de arriba o de abajo está ese lugar ya es otra cuestión, pero un lugar tiene seguro. Un lugar que se ha ganado a base de partirse la cara. Literalmente.