Para la gran mayoría de aficionados al teatro, en especial para aquellos que hicieron sus pinitos sobre un escenario, habitualmente cuando aun eres tan joven como para creer que tienes un lado creativo que explorar, es de sobra conocido “el Método Stanislavski”. Ese método, creado por el actor y director ruso Kostantin Stanislavski a comienzos del siglo XX, se convirtió en una de las principales formas de estructurar el proceso de aprendizaje de actores y actrices a lo largo de muchos años y en muy diversas partes del planeta. Un método que, aunque ha acumulado fuertes críticas con el paso del tiempo, aun mantiene su huella en gran parte de las artes escénicas, un acercamiento a la actuación que, simplificando mucho, vendría a proponer la conversión del actor en el propio personaje, en un acercamiento orgánico en el que el actor sentiría y pensaría como ese mismo personaje, tirando de su propia experiencia personal para 'revivirla' en las situaciones que afrontaría en escena.
Ese método Stanislavski, reconocido como “el método” (¿quién no ha oído hablar de esos llamados “actores del método”?), ha marcado el trabajo de muchas generaciones de actores y aun hoy en día está presente, aunque no citado de forma textual, en un gran número de entrevistas a actores y actrices en las que relatan cómo se enfrentaron a tal o cual personaje. Todas esas frases describiendo cómo 'se sumergieron en el personaje', 'se convirtieron en él' o, incluso, ''fue duro dejarlo atrás', vienen a hablar de lo mismo, del método, del dejar de ser uno (el actor/actriz) para ser el otro (el personaje).
Un personaje del método
30 días a solas con el Joker
Toda esta introducción, esta puesta en situación, cobra pleno sentido para hablar del protagonista de hoy, de Heath Ledger, el tercer nombre en una serie de necrológicas que os estamos trayendo a Spoilercat, en las que ya nos hemos detenido en Grace Kelly y James Gandolfini. El actor australiano fue encontrado muerto a los 28 años en su propia cama debido a una sobredosis de medicamentos, de la que nunca han llegado a convencernos de si fue accidental, como dice la versión oficial, o un suicidio. Lo que sí está claro es que ahí se puso el punto y final, un final abrupto, a una carrera que prometía muchos grandes momentos, una carrera que ya nos había dejado dos perlas del tamaño de Ennis Del Mar, uno de los protagonistas de "Brokeback Mountain" (id, Ang Lee, 2005), y del Joker más Joker de todos los Joker que habíamos podido imaginar, uno de los más firmes pilares sobre los que se asienta ese monstruo que es “El Caballero Oscuro” (The Dark Knight, Christopher Nolan, 2008), al que ya hemos rendido pleitesía en esta misma página.
Todo lo que un vaquero puede esconder tras su coraza
Dos perlas enormes, casi diría gigantes, que nos llevaban a preguntarnos “¿de dónde ha salido este?”, sobre todo fijándonos en su bagaje anterior, que no hacía prever semejante despliegue de facultades. Es entonces cuando cambia la pregunta a un mucho más interesante “¿cómo lo consigue?”. Sí, cómo se puede hacer sentir toda la marejada que agitaba el interior de aquel vaquero a base de silencios, miradas al suelo y labios apretados. Sí, esa y otras mil preguntas, preguntas que se convierten en millones con sólo recordar a ese Joker que marcó un antes y un después en la historia de Batman.
¿Quieres pelear conmigo?
Demasiado joven para morir
Este pasado verano, cinco años después de la muerte de Heath Ledger (el 22 de enero del 2008), salía a la luz una serie documental titulada “Demasiado joven para morir”, en la que el propio padre del actor, Kim Ledger, se encargaba de dar voz a las últimas ideas y pensamientos del Joker. Sí, hemos dicho Joker a propósito, porque en esa producción tiene una posición clave un diario llevado por el actor durante todo el tiempo en el que se enfrentó al personaje que Nolan le había preparado. Un enfrentamiento convertido en un duelo cara a cara, en una pelea del que sólo podía salir uno. Heath Ledger lo sabía y con esa idea entró en esa habitación de hotel en la que estuvo casi encerrado durante 30 días. Una habitación en la que entraban dos (el actor y el personaje), pero de la que sólo podía salir uno: el Joker. Sin duda, si el señor Stanislavski pudiera levantar la cabeza, no habría dejado de aplaudir a una de las más grandes representaciones de su método.
Preparado para la pelea
Según se desprende del documental, Heath Ledger armó su Joker pieza a pieza, del mismo modo orgánico que Stanislavski pedía a sus actores que afrontaran su preparación. Recortes de payasos, bocetos hechos a mano, pequeñas notas, viñetas recortadas de cómics... en fin, pedazos de un Joker que iba armándose como un mecano en esa habitación. Un muñeco que crecía y al que iba poniendo voz (practicaba sus risas, sus voces, sus expresiones y sus gestos durante horas seguidas), con el que iba fundiéndose segundo a segundo, mezclando sus límites y fusionando sus perfiles para ofrecer un contorno distinto, un resultado tan diferente a todo lo anterior, una tarea inmensa teniendo en cuenta que el Joker ya formaba parte del imaginario popular antes de que Ledger se enfrentara con él en aquella habitación.
El diario del Joker
Una habitación de la que no salió Heath Ledger, salió ese Joker que mantuvo en vilo a todo Gotham, ese Joker que ya se había vestido de enfermera antes de jugar con Dos Caras, el mismo Joker convertido en el némesis perfecto de Batman (un día tal vez deberíamos hablar de cómo Nolan llevo hasta el extremo del detalle la guerra de los opuestos entre ambos personajes: el negro frente al color, la pulcritud de Batman con el pelo grasiento del Joker, la seriedad del héroe contra la risa macabra, el silencio frente a la verborrea...).
Un Joker construido siguiendo un método, al que se le fue insuflando vida a través de las páginas de un diario, llenando sus pulmones de aire a medida que se vaciaban los del mismo Ledger. Un Heath Ledger que puso fin a ese diario con un “Bye, bye” en el que, tal vez, pudiera intuirse el adiós de un actor que no llegó con vida al estreno de la película. El mismo actor que nos dejó un personaje que permanecerá vivo durante toda la eternidad.