Review: El hombre elefante (1980)

Review: El hombre elefante (1980)

Escrito por Lucero

Una de las más penosas historias del género humano, “El hombre elefante” (David Lynch, 1980) se asoma a aquello tan maravilloso que había detrás de alguien de aspecto monstruoso, Joseph Merrick (John Hurt), un hombre a quien la naturaleza asignó desde nacimiento la más terrible forma que hasta entonces había conocido la historia médica.

photo_1679.jpegEl auténtico Joseph Carey Merrick, más conocido como "el hombre elefante"

El excéntrico David Lynch, antes de aquellas controvertidas obras de culto que le hicieron considerarse el director surrealista por antonomasia, nos regala en “El hombre elefante” una joya del cine única, infravalorada y poco conocida por el gran público. “El hombre elefante”  es una ventana a lo más hondo del ser humano, más allá de toda apariencia física, la vida de un hombre a quien el mundo dio la espalda desde que nació, pero a quien entregó, como en un siniestro quid pro cuo, una sensibilidad artística e intelectual únicas en su generación, una embrutecida generación que veía en él a un espectáculo bizarro tan sólo. Una generación incapaz de mirar en el interior de Joseph Merrick.

La terrible historia de Josep Merrick

Joseph Merrick, John Merrick en la película, nació en Leicester (Inglaterra) en 1862. A la edad de doce años, cuando sus deformaciones físicas, que manifestó desde los dieciocho meses de edad, comenzaron a hacerse evidentes, fue vendido como espectáculo en el mundo de la farándula y exhibido como animal de feria ante el público inglés, primero, y europeo continental después. Merrick visitó Bélgica, Holanda o Francia y era visitado por miles de personas a quienes atraían las habladurías sobre el terrible hombre elefante de la feria.

photo_4483.jpegEl terrible aspecto de John Merrick le obligaba a ocultar su rostro con una máscara de tela.

Frederick Treves (Anthony Hopkins), un eminente cirujano de la alta sociedad londinense, atraído probablemente por las habladurías del funesto espectáculo que la feria ofrecía, de deformidades y hombres monstruosos, visita el recinto ambulante y entra en contacto con el hombre elefante.

Aquí comienza la película. David Lynch consigue un maravilloso punto de partida donde ya el propio ambiente tétrico y lúgubre de la película nos evoca a aquella terrible “Freaks” (Tom Browning, 1932). El uso del blanco y el negro repleto de claroscuros nos transporta a una Londres de finales del siglo XIX que todos conocemos por sus fotografías y primeras imágenes en blanco y negro. Joseph Merrick, un hombre que, de la misma manera, no conoceremos jamás en color, nunca podría haber sido retratado en tonos más allá de lo monocromático. Lynch respeta fielmente, de esta manera, la figura de un hombre y de su época.

Un retrato de la sociedad de la época

"El hombre elefante" es un oscuro cuento de época victoriana que recordará al espectador al precioso musical My Fair Lady, muy alejado, por otra parte, de las formas y de la historia de Lynch. Aquí, el eminente cirujano Treves intentará hacer de Merrick un hombre de su tiempo, alejándolo del terrible sufrimiento que su deformidad le ha provocado en vida. Pero lo que diferencia a Merrick de la guapa (y paleta) protagonista del musical antes citado, es que éste hombre no necesitó aprendizaje: los más grandes valores de los que la sociedad británica se enorgullecía, y que exportaba a todo el mundo como la cultura dominante del planeta, estaban ya intrínsecos en un hombre por cuyo aspecto se le presuponía lo más terrible de la condición humana. Merrick demostró una inteligencia inaudita, una finura y sensibilidad únicas, una educación exquisita. A Merrick sólo le faltó el entorno: un cálido hogar, unos amigos que le querían, unos libros, un lienzo, etc. John (o Joseph, sin que distingamos el Merrick real del ficticio) demostraba a la clasista sociedad victoriana de la época que no sólo un hombre venido de la más baja escala social podía convertirse en todo un erudito, sino que un hombre de tan espantoso aspecto exterior podía guardar un interior tan increíblemente bello.

photo_6700.jpegMerrick acabó siendo uno más de la clasista y virtuosa sociedad británica de la época.

La grandeza de esta maravillosa película de Lynch consiste en que el director consigue mostrar al espectador al verdadero Joseph Merrick eliminando esa espantosa barrera que significaba su estado físico. A través de una esmeradísima actuación del actor John Hurt (sobra imaginarse cuán difícil debió resultar la caracterización), el hombre elefante va eliminando capas paulatinamente hasta dejar sólo la de su corazón: primero evoca repulsión, luego lástima, luego simpatía y, por último, cuando ya nos hemos olvidado por completo de cómo es Merrick por fuera, evoca admiración y respeto.

Esto mismo siente aquella sociedad victoriana de la que seremos compañeros de viaje. Lynch nos convierte a los espectadores en uno más de todos aquellos que fueron descubriendo al hombre elefante y fueron eliminando las barreras exteriores hasta llegar al interior del personaje. Porque esta película es además, en esencia, un retrato de la condición humana, de cuán difícil resulta asomarse al verdadero interior de las personas, de cuán importante ha sido siempre el aspecto exterior. Merrick tendrá que sufrir durante todo el metraje las burlas y el miedo de muchísimas personas que se resistían a ver en él a un intelectual, y que seguían llamándole tan injustamente “hombre elefante”.

Una magnífica e infravalorada película

“El hombre elefante” es una película de magistral tensión narrativa, dirección y actuaciones, tanto de John Hurt como de Anthony Hopkins. Una película que salva el aspecto lúgubre y tétrico del comienzo para convertirse en bella y colorida a medida que el metraje avanza, aunque nunca salvará la barrera del blanco y el negro. Atractiva, inquietante a ratos y muy emotiva, “El hombre elefante” es un ejemplo perfecto de aquellas películas infravaloradas que acaban perdiéndose en los ríos de abundante producción cinematográfica. Obtuvo ocho nominaciones a los Oscar aunque no consiguió ninguno. Quizá ese su problema: los Oscar encumbran y ningunean a veces injustamente. David Lynch, aun así, se marcó probablemente la mejor película de su extraña aunque a veces genial filmografía. 

photo_1995.jpegCartel de la película "El hombre elefante" (David Lynch, 1980)