Cartel de "No habrá paz para los malvados" (Enrique Urbizu, 2010)
La fina línea que hace de "No habrá paz para los malvados" (Enrique Urbizu, 2011) la mejor película española del año (ganadora de seis premios Goya) y probablemente una de las mejores de la última década, la marca un José Coronado ante el papel más exigente de su carrera; si él no transmite credibilidad, la cinta se desmorona. Y esta credibilidad la logra a golpe de cubata, que se los bebe con una facilidad pasmosa y dejando al espectador en una eterna duda durante toda la película, ¿es agua o es alcohol lo que este magnífico actor está bebiendo durante el metraje?
Porque no sorprendería que fuese lo segundo. Y es que el Coronado convence de una manera absoluta, rápida, sin concesiones, tal si como Santos Trinidad fuese él y no su alter ego, tal si como el cubata fuese de alcohol y no agua, tal si como su pasado no fuese el de un gran actor y el de los anuncios de yogures y sí el de un policía de vuelta de todo, alcohólico y algo corrupto. He comenzado esta review hablando precisamente de José Coronado porque, sin él, "No habrá paz para los malvados" no dejaría de ser una buena película; no traspasaría esa fina línea de la que hablábamos que hace magníficas a las buenas películas, que hace que las recuerdes a los días o a las semanas de haberlas visionado.
Todo comienza en un bar de mala muerte
Y muy de madrugada. La primera visión que evoca Santos Trinidad es la de un borracho "cierrabares" que deambula por la capital haciendo bueno el tópico aquel de que las grandes ciudades nunca duermen. Y en un bar de mala muerte (en un puticlub, mejor dicho, para qué vamos a ser remilgados), el protagonista desencadena un tiroteo donde da muerte a tres personas de origen colombiano y donde un cuarto, un muchacho musulmán, se le escapa. No llevamos ni diez minutos de rodaje y la acción ya se ha mostrado directa, sin contemplaciones, haciéndonos dudar sobre si el film irá tal y como ha comenzado (de tiroteo en tiroteo) o si la sangre acabará aquí.
Sí, Santos Trinidad es policía, aunque no lo parezca
Afortunadamente, y como buena película de cine negro, la acción gratuita acaba en la primera y portentosa escena y, a partir de entonces, "No habrá paz para los malvados" se mueve entre la sutileza detectivesca de la juez Chacón (Helena Miguel) a quien se le asigna el caso de las tres muertes en el puticlub, y la rudeza de un Santos Trinidad a quien el fantasma del tiroteo persigue durante todo el metraje. Ella tiene que encontrarle a él y él tiene que encontrar a aquel muchacho que se le escapó, y en ello se basa fundamentalmente "No habrá paz para los malvados", en una juez que sólo a raíz de aquella mala borrachera de Santos Trinidad en que mató a tres personas está comenzando a descubrir una trama de tráfico de drogas entre colombianos y musulmanes; y en cómo un perro viejo de la policía (otrora uno de los más prometedores agentes del cuerpo) tiene que encontrar al único tipo que le vio apretar el gatillo sin contemplaciones.
Una historia de drogas y yihadistas
Santos Trinidad alcanza tan rápidamente sus objetivos que hace reflexionar al espectador sobre si sus métodos (rudos, toscos y no muy cerca del lado bueno de la ley) son, en efecto, más eficaces a los de la juez Chacón, que aún no conoce cómo funciona realmente el mundo que se cuece en las callejuelas oscuras y en las noches intempestivas. La suya es la historia de por qué la policía no puede, casi nunca, coger a los malos.
Y ello ha querido reflejarlo portentosamente Enrique Urbizu en esta película, que funciona esencialmente como un cóctel (muy típico del cine negro, por otra parte) entre uno o varios asesinatos, una trama policial, un poli bueno y un poli malo y un final que muy a menudo no suele ser el que pensamos. Todos estos ingredientes están presentes en el metraje, y ello convierte a "No habrá paz para los malvados" en una de las pocas grandes películas de cine negro español, de cine que se escribe y se realiza no mediante el fuego de las balas sino mediante la oscuridad de las calles y de los hombres de pasados atormentados.
Como buena película de cine negro, además, la de Urbizu es pausada (que no lenta), y sólo evoluciona a golpe de cubata, como decíamos, donde el alcohol funciona como aquella monstruosa poción que convertía al Dr. Jekyll (el investigador Santos Trinidad) en el particular Mr. Hide: un vaquero de Western, sólo ante el peligro y a quien no le tiembla el pulso para apretar el gatillo o para soltar una cuchillada.
Santos Trinidad, un policía que no se achanta si tiene que entrar a matar
Pero la dependencia tan excesiva de la película en José Coronado hace que a veces el metraje resulte confuso. Fuera de él y de la juez Chacón, la doble trama en que nos estamos moviendo (tráfico de drogas, por una parte, y una conspiración terrorista islámica, por otra) es mostrada al espectador de manera secundaria, vaga, y sólo se desarrolla a través de las investigaciones de la juez Chacón y las rudas indagaciones de Santos Trinidad.
José Coronado
Todos en la película rinden a un grandísimo nivel, pero José Coronado es, como decíamos, ese Quijote en torno al cual gira todo el metraje. Su adaptación a Santos Trinidad es tan creíble que la película, con otro actor, no pasaría de ser suficiente, algo lenta y aburrida para aquellos acostumbrados a los tiros. José Coronado está inmenso y por ello termino esta review tal y como la empecé, diciendo que sólo por él merece la pena pagar para ver esta película y que probablemente no ha habido un Goya al mejor actor más merecido que el suyo en muchísimos años. "No habrá paz para los malvados" es una de las grandes sorpresas de un cine español donde cada vez parece que es más difícil triunfar sin una cara joven y sin un par de tetas en la pantalla.