No resulta del todo sencillo acercarse a los clásicos. De obras como "Toro Salvaje" ("Raging Bull", Martin Scorsese, 1980) hemos oído multitud de comentarios, alabanzas y piropos, pero aun así, como toda producción cultural, no podemos obviar su dependencia del momento en el que fue realizada (ese "contexto histórico" que nos hacían estudiar en el colegio, las posibilidades técnicas, las corrientes creativas dominantes,...). Toda una larga serie de condicionantes que hacen que el efecto que provocan en nosotros pueda ser muy cambiante con el paso del tiempo.
Por ese motivo, antes de lanzarme a hablar como si supiera mucho de "Toro Salvaje" (algo que no es cierto, por mucho que yo crea que sí), opté por verla de nuevo y centrar esta review en esa nueva impresión que me produjo. Una impresión actual, del mes de mayo del 2012, muy distinta, por supuesto, de la que podría haber tenido en 1980, de la que tuve en el 2000 o de la que tendré dentro de 30 años.
El cine, el boxeo y la vida
"Toro Salvaje" es un biopic sobre el mítico boxeador de los años 40 y 50 del siglo pasado Jake La Motta, basado en el propio libro del protagonista (Raging Bull: my story). Por ese motivo esta película ha sido incluida dentro del grupo de todas esas que tratan este deporte, donde compartiría espacio con "Ali" (id, Michael Mann, 2001), "Cinderella Man" (id, Ron Howard, 2005) o "The Boxer" (id, Jim Sheridan, 1997). Sin embargo, esa definición (como casi todas en realidad) engloba una limitación. No estamos ante una película de boxeo en realidad, sino ante un retrato (duro, lleno de perfiles y aristas, con muchos claros y oscuros) de un personaje incapaz de manejar su ira. Un personaje que se comporta dentro del ring del mismo modo que lo hace en su vida diaria, que se cobra cuentas pendientes entre las doce cuerdas, que apenas reconoce las diferencias entre las reglas que ponen orden sobre la lona y las que tratan de regir el mundo fuera del gimnasio.
La Motta, un toro rabioso sobre el ring
Para Jake La Motta todo forma parte del mismo conjunto. Dentro del ring gana ese dinero que paga la casa y el coche. Su apetito continuo amenaza constantemente el peso que debe dar en la báscula antes de pelear. Los celos que se cocinan tras un comentario cualquiera de su esposa explotan en sus guantes de boxeo. Los tratos y acuerdos cerrados en bares o en reuniones discretas tienen su efecto en la carrera hacia el título mundial. El honor que se pierde en una pelea amañada enfanga la vida de cualquiera, por muy lejos que estés de los jueces, los aficionados o la comisión del boxeo.
"Toro Salvaje" no es una película de boxeo. Es la película de un hombre (magníficamente interpretado por Robert De Niro) consumido por su propia violencia, uno que no es capaz de entender por qué mientras sobre el ring todos celebran y jalean sus golpes, en la vida real esos mismos gestos van destruyendo todo lo que tiene a su alrededor. Jake La Motta es como un dinosaurio, uno que trata de atrapar a mordiscos tanto a sus presas como al aire que respira, el calor que le abrasa o el olor de su propia muerte. Pero eso es imposible y por eso avanza con paso firme hacia su extinción.
El avance a saltos: la aparición del lunar
Con el objetivo de cubrir la totalidad de los eventos que marcaron la vida de Jake La Motta, Scorsese y los guionistas Paul Schrader y Mardik Matin, optan por un avance a saltos para la narración. Una colección de episodios individuales, casi aislados, en los que sólo nos detenemos en la mirada que la cámara ofrece de ellos. Esa decisión tiene una serie de consecuencias importantes, algunas positivas y otras no tanto.
Cada escena cuenta con su propio tiempo, con su propio ritmo. No hay prisa para ahondar en cada una de ellas, aportando detalles, miradas, gestos y significados suficientes para que entendamos cómo llega a suceder cada cosa. Vemos de ese modo como nace la obsesión de La Motta con Cathy, la asimétrica relación entre Jake y su hermano Joey (un Joe Pesci tremendamente creíble en su papel de hermano pequeño y agente de Jake) o el entendimiento del matrimonio en aquellos días. Procesos perfectamente narrados, expuestos al detalle para su plena comprensión.
Sin embargo, esa cuidada narración del hecho individual, de cada escena, hace sufrir (paradójicamente) la narración general. La sucesión de saltos temporales hace que ciertos aspectos no queden bien explicados y cuestiones clave en la vida de Jake La Motta permanezcan en zona de penumbras, sin entender muy bien qué pudo provocar el cambio definitivo. ¿Por qué abandona el boxeo? ¿En qué momento tiene claro Cathy que debe irse? ¿Cómo llega Toro Salvaje a completar su transformación en comediante? ¿Cómo es, al fin y al cabo, la evolución del dinosaurio?
La transformación del Toro Salvaje
El tiempo y la distancia
Sabemos que los premios casi nunca son la explicación más lógica de las virtudes de una película, pero en el caso de "Toro Salvaje", nominada para ocho premios Oscar, no nos extraña que el de "Mejor guión adaptado" no estuviera entre ellos. Sí, hasta los clásicos, los más grandes, tienen lunares.
Es uno de los Oscar que sí recibió (el de mejor montaje por el trabajo de Thelma Shoonmaker), el que nos permite retomar la idea con la que comenzamos esta review: una película siempre es un producto de su tiempo.
Uno de los aspectos más reconocidos de "Toro Salvaje" fue su uso del slow motion para los combates. De hecho, las escenas de las peleas dentro del ring son parte importante del éxito de la película. Sin embargo, al volver a ellas en la actualidad, no terminan de satisfacer. No, no es por esa sangre que salta de forma demasiado artificial o de ese juego de iluminación desconcertante en el último combate con Sugar Ray Robinson. No, es algo más.
Robert De Niro y Joe Pesci protagonistas de Toro Salvaje
"Toro Salvaje" ("Raging Bull", Martin Scorsese, 1980) es considerada una película de boxeo, pero es precisamente en las secuencias dentro del ring donde más se tambalea. Los intercambios de golpes, los bailes, las estrategias, ese juego de desgaste, la lucha de egos, todo lo que hace del boxeo el boxeo no está presente. Lo cierto es que podríamos considerar que Martin Scorsese no engaña a nadie, porque él, a pesar de lo que pueda decirse, no hizo una película de boxeo, sino la película de Jake La Motta. A él (al hombre, al personaje, a sus celos, su ira, sus miedos, sus decisiones,...) sí le vemos sobre el ring. No es de extrañar, porque esta es su historia.