Todos hemos estado en más de una conversación sobre cine (tanto da si sabemos poco o mucho de cine) y hemos escuchado a alguien asegurar que una película es buenísima o mismo una obra maestra. Pero, ¿resulta tan sencillo identificar una gran película? La respuesta iría más allá del simple "sí" o "no" y por eso vamos a utilizar como ejemplo "Slumdog Millionaire" (Danny Boyle, 2008) para exponer las que consideramos cinco reglas fundamentales para reconocer una buena película. Una buena de las de verdad, más allá de los gustos particulares de cada uno.
Regla nº1: La historia es siempre el principio
Puede que los enamorados de la forma no estén completamente de acuerdo con esta afirmación, pero el cine nació como un nuevo lenguaje, como otro modo de contar historias. Por eso, sin la historia, no hay cine. Y sin la buena historia no hay cine del bueno. El guión de "Slumdog Millionaire" es bueno, muy bueno. Lo es desde un punto de vista incluso formal, que supera gustos y preferencias. El trabajo de Simon Beaufoy (reconocido con los premios Óscar, BAFTA y el Globo de Oro) presenta todos los puntos que en cualquier taller de escritura creativa enseñan como pilares de una obra que aspire a lo máximo.
"Slumdog Millionaire" parte de un comienzo impactante, uno en el que el protagonista (ese bisoño Jamal Malik) está en una encrucijada. Está puesto ahí, ante la pregunta que le puede hacer rico en la versión india de "¿Quién quiere ser millonario?". Desde ese momento, todo son preguntas (¿cómo ha llegado hasta ahí? ¿se llevará el premio? ¿dónde está la trampa? ¿existe esta realmente?), cuestiones que ya no te abandonan y que el guión responde en el momento adecuado y no en otro.
"Slumdog Millionaire" es una historia de superación, de reto, en la que la identificación con el protagonista es completa (a pesar de algún lunar en la interpretación de Dev Patel). El espectador avanza con él a lo largo de toda su vida, está a su lado desde que es un niño huérfano en los suburbios de Bombay, corre con él cuando huye de las garras del gángster Maman, sufre con él cuando tiene que dejar a Latika (Freida Pinto) y mantiene su misma esperanza de encontrarla a lo largo de toda la cinta.
En "Slumdog Millionaire" tenemos al héroe (Jamal) y a su Némesis (su hermano Salim), a la heroína (Latika) y a los villanos (el gángster Maman y el tramposo presentador). No falta ninguno de los arquetipos tradicionales sobre los que se han asentado los cuentos a lo largo de toda la historia de la ficción. Y tipos como Dickens, Hans Christian Andersen o incluso Charles Perrault sabían lo que hacían al escribir sus cuentos.
Freida Pinto en su papel de la hermosa Latika
Regla nº2: Lo bueno te lleva a apreciar lo mejor
No tengo un paladar educado y por eso apenas distingo un vino de cartón de otro de más de veinte euros. Para apreciar lo bueno, siempre es necesaria una base, algo que te permita abrir puertas hacia nuevos detalles que anteriormente, en tu ignorancia, no habrías sido capaz de distinguir. El buen cine es capaz de provocar ese mismo efecto, ya que podríamos considerarlo como un proceso de aprendizaje con el que vas descubriendo aspectos que antes habían permanecido invisibles.
Un consejo: prueba a ver por segunda vez "Slumdog Millionaire". Hazlo y notarás como algo ha cambiado en tu visión. Como si te hubieras convertido en un superhéroe resulta que ahora puedes ver matices distintos. Hazlo y verás como te atrapan esas imágenes cálidas de la primera parte de la película, como si el tono dorado que envuelve los días de la vida de esos huérfanos por los basureros inmensos de Bombay (¿aprecian la ironía de la metáfora?) se desparramara a través de la pantalla, como si ese mismo sol nos bañara a nosotros, por mucho que estemos viendo la película en plena madrugada, en medio del invierno nórdico o con todas las luces apagadas. Da igual, el color de la película lo inunda todo, reforzando el mensaje de cada imagen.
Así sucede en "Slumdog Millionaire", donde cada parte de la historia tiene casi su color propio (¿te atreves a identificarlos?) y no se parece en nada estar en ese plató de televisión, que ser parte de los niños de Maman o sufrir ese agresivo interrogatorio de la policía "a un perro de la calle". En esas secuencias el color, la luz y las sombras aportan el contexto preciso a esa historia que cuentan las imágenes y las palabras.
La luz entra por todas las rendijas de "Slumdog Millionaire"
Regla nº3: El manejo del tiempo no confunde
El desarrollo de "Slumdog Millionaire" (Danny Boyle, 2008) no es lineal. Los saltos en el tiempo son parte fundamental de la historia, porque son ellos los que marcan el ritmo de los acontecimientos, la velocidad a la que se descubren las respuestas. Sin embargo, esas idas y venidas entre el plató de televisión, la comisaría de policía y los encuentros casuales entre Jamal y Latika se articulan como un caos ordenado. Un puzzle que va asentándose delante de nosotros para mostrar una apariencia brillante, y al contemplarlo tenemos la certeza de que sólo podría haberse completado de ese modo. No hay atascos, ni puntos que queden sin resolver. Cada pregunta tiene su respuesta, cada duda su explicación, cada dificultad su solución.
Regla nº4: La alternancia es fundamental
Resulta imposible que algo llegue a encandilarnos o atraparnos por completo sin que muestre la adecuada dosis de variedad. La repetición, la monotonía, los enfoques planos, llegan a aburrir. El espectador (por mucho que algunos se empeñen en negarlo) no es tonto y es capaz de ir más allá. Apreciamos esa alternancia de primerísimos planos en los que sudamos con los protagonistas con esos generales cargados de luz en los que lo que pesa es el escenario. Entendemos que el enfrentamiento con los "malos" se produzca en cuartos grises alejados del bullicio, mientras que el interrogatorio policial (el de los "buenos") sea en una oficina tan clara que la imagen parece lavada. Podemos percibir como ese Prem Kumar (Anil Kapoor) que presenta el programa muestra su rostro ficticio en medio de los focos del plató, mientras su verdadera cara, la traicionera, aparece en el servicio o en el pasillo trasero, ambos bañados de blanco. Lo apreciamos porque "Slumdog Millionaire" nos ha enseñado que ningún detalle está ahí puesto al azar.
Cartel de "Slumdog millionaire" (Danny Boyle, 2008)
Regla nº5: Siempre se admite la réplica
La cualidad más importante de una buena película es que admite matices y valoraciones distintas. A su alrededor se puede establecer un debate, hay espacio para la discusión constructiva (desconfiar siempre de los juicios absolutos). Ese es el caso de "Slumdog Millionaire" (Danny Boyle, 2008) porque, a fin de cuentas, hablamos de una película que termina con un beso (y eso duele), que tiene todos los elementos para ser un "Blockbuster de Hollywood", que la historia de amor entre los protagonistas tiene ingredientes suficientes para oler a pastel romántico de difícil digestión y que el baile de los créditos (puro Bollywood) aporta un matiz casi cómico que no pega demasiado con el resto de la película. Sí, cierto, tiene todo eso y aun así no hay duda de que estamos ante una gran película, una de las mejores de lo que llevamos de siglo XXI.
Lo dicen las reglas y las reglas están ahí para que les tengamos muy en cuenta.