Este verano de 2013 no ha sido fácil en lo que respecta a mi relación con Spoiler. Creo que no he tenido suerte. Demasiadas películas que me decepcionaron profundamente, con “Guerra Mundial Z” a la cabeza. Por eso es necesario volver, a pesar de que el jefe opine que está muy bien que también nos dediquemos a obras que no nos hayan gustado. Lo cierto es que es más cómodo criticar porque relaja más y porque basta con tirarte a degüello a por los puntos débiles.
El límite es el infinito, o eso creen ellos al menos...
Por eso vamos ahora a por “Las ventajas de ser un marginado” (The perks of being a wallflower, Stephen Chbosky, 2011). Porque, a riesgo de perder el respeto de algún que otro lector, diré que Chbosky, primero con su libro y después con la adaptación cinematográfica, es la persona que mejor ha comprendido lo que significa ser un adolescente, pero visto desde la perspectiva de un adulto. Es poco probable que muchos dieciseisañeros compartan su visión, pero sí que muchos adultos que miran (miramos) con cierta nostalgia a aquella época hayan acabado de verla con un nudo allá donde se forman los nudos importantes.
“Bienvenido a la isla de los inadaptados.”
Para hablar de las virtudes de “Las ventajas de ser un marginado” nada mejor que ir apoyándonos en citas del propio guión. Stephen Chbosky escribió una novela y después logró llevarla al cine. Y hay que decir que en un mundo donde la literatura se encarga de nutrir a la gran pantalla con desigual suerte, Chbosky ha sabido hacerlo de la mejor de las maneras. Porque se ha apoyado en el texto para realizar una adaptación muy fiel, seleccionando los momentos más importantes a conservar (el formato no es el mismo y el tiempo limita mucho), pero siempre con el convencimiento de que hay que dejar espacio para que los actores hagan algo más que representar lo que ya podemos leer en el libro.
Los actores disponen de escenas de sobra para mostrar todo su talento.
“¿Por qué la gente buena escoge novios malos Aceptamos el amor que creemos merecer.”
Tampoco vamos a decir aquí que “Las ventajas de ser un marginado” vaya a cambiar la historia del cine. Es una novela con una estructura muy particular, compuesta por una sucesión de cartas que Charlie (Logan Lerman) escribe a un destinatario que no existe. Va más allá de un mero diario aunque, por supuesto, la primera persona sea una constante. En el traslado a la pantalla, el tema de la escritura se mantiene aunque la trama se desarrolla de un modo mucho más lineal. Charlie sigue siendo el protagonista absoluto, pero aquí comparte espacio con Sam (Emma Watson) y Patrick (Ezra Miller).
Todo lo que tiene que ver con el trío se prioriza. Lo que deja al resto de la familia de Charlie (reducida a padres y hermanos), el profesor Anderson (Paul Rudd) o la tía Helen (Melanie Lynskey) con un papel mucho más secundario. A pesar de este rol, el profesor ejerce de voz adulta para Charlie y mantiene un peso importante como guía en su acercamiento al mundo literario y la tía Helen planea siempre sobre la acción, como un espectro que ayuda a definir el tono de la película.
El drama planea siempre sobre la vida de Charlie.
"- Escribe sobre nosotros.
- Lo haré."
Esta cita es el mejor ejemplo que he podido encontrar de cómo Stephen Chbosky ha pulido su propia obra. En el libro, Sam, que también le regala una máquina de escribir a Charlie le pide que escriba sobre ella. El matiz es pequeño, pero ilustra mucho mejor el sentimiento de pertenencia, idea clave en el desarrollo de “Las ventajas de ser un marginado” y que adelanta la cualidad más envidiable de los adolescentes.
Esa cualidad es su férrea convicción en que tienen el potencial suficiente para cambiar el mundo a cada paso. Cualidad que, indudablemente, se va perdiendo con el paso del tiempo y que es motivo de clara envidia por parte del resto de generaciones, niños excluidos.
El sentimiento de pertenencia es fundamental para el grupo de amigos.
“Va tan mal que solo deseo que uno de los dos muera de cáncer para así no tener que romper con ella.”
La película es un drama. Bastante duro en algunos momentos y con un final chocante. No porque sea sorpresivo, pero sí porque estamos en lo que podría ser una película de institutos, un género totalmente establecido en el cine norteamericano, con sus bailes, sus grupos, las relaciones de pareja y el anhelo de llegar a la universidad para “comenzar” a vivir. Y así se desarrolla. Los personajes pueden no ser típicos, pero el ambiente en el que se mueven sí que lo es. Para el final llega la resolución de esa historia paralela que ha planeado sobre nuestras cabezas todo el tiempo.
Aún así, siempre hay tiempo para el humor, incluso para el negro, porque no hay que olvidar que estamos ante un personaje para el que todo es nuevo y que se tiene que mover en situaciones que no controla.
“Seamos psicópatas juntos.”
Llegados a este punto creo que todo es cuestión de sensaciones. Y la mejor de todas en “Las ventajas de ser un marginado” es ver a Emma Watson. Porque el trabajo para ella no es fácil. Siempre será Hermione Granger a los ojos del mundo y cada día debe probar que es mucho más. El personaje le viene al pelo porque le permite, a pesar de sus actuales 23 años, 21 cuando hizo la película, seguir en un entorno juvenil. Ahí se mueve con naturalidad y explota su imagen. “Las ventajas de ser un marginado” es, también para ella, un paso más en el proceso, en el que tiene que aprender, adaptarse y salir del cascarón protector de una franquicia tan exitosa. Ahora toca elegir nuevos proyectos, arriesgarse y tomar decisiones. Lo que viene siendo crecer para todos los mortales.
Charlie vive la vida como espectador hasta que conoce a Sam y a Patrick.
“Hay quien olvida lo que es tener 16 cuando cumple 17.”
“En ese momento sabes que tu historia no es triste. Estás vivo.”
Ya en más de una ocasión he escuchado algo de lo que cada día estoy más convencido. La etapa que todos pasamos en el instituto, esos años en los que empezamos a tomar verdadera consciencia de nosotros mismos, de las relaciones con los demás, en los que una palabra tan rimbombante como responsabilidad empieza a planear sobre nuestras cabezas merece más atención. Porque es un momento en el que aprendemos a relacionarnos con el mundo, algo de lo que no somos conscientes cuando estamos allí y que nunca vamos a reconocer después por esa condescendencia que acompaña a cualquier adulto cuando ve a alguien de menor edad. Y es algo que “Las ventajas de ser un marginado” (The perks of being a wallflower, Stephen Chbosky, 2011) sí que sabe ver y hacernos ver. Puede que por eso me haya ganado.