Hacía tiempo que no veía una película como “Guerra Mundial Z” (World War Z, Marc Forster, 2013). Y no es porque pertenezca a un género único, poco trabajado o escasamente publicitado. Ni porque haya sido una película de una calidad nunca antes vista. No, ni lo uno ni lo otro. Me voy a decantar por la opinión de que habría que encuadrarla en lo que toda la vida se llamó fantasmada y últimamente dosifico bastante mi relación con este tipo de productos.
A pesar de todo, me dejé llevar por el nombre de una novela que ahora ya tengo que leer (porque aún no salgo de mi asombro) y porque Brad Pitt era uno de los principales impulsores del proyecto. Cabe recordar que las tres últimas películas que ha protagonizado son “Mátalos suavemente” (Killing them softly, Andrew Domink, 2012), “El árbol de la vida” (The tree of life, Terrence Malick, 2011) y “Moneyball: rompiendo las reglas” (Moneyball, Bennett Miller, 2011) y que Brad Pitt siempre será para todos nosotros el Tyler Durden, uno de los personajes más carismáticos que se hayan visto en una pantalla de cine, de “El club de la lucha” (The fight club, David Fincher, 1999).
La película luce en los grandes planos, en las distancias cortas es otra historia...
Pues bien, fui al cine y ahora mi mente está llena de preguntas sin respuesta, y no es precisamente porque “Guerra Mundial Z” sea una película filosófica ni se proponga plantear cuestiones muy profundas.
¿Por qué
Así de simple. La única explicación tiene que ser forrarse. Una inversión tan fuerte (apoyad en el 3D, que siempre sube la cuenta), un nombre con un gran tirón comercial, publicidad y una novela detrás que complete el abanico de de atractivos tienen que ser suficientes. Porque no hay nada más.
Como integrista literario que soy, y las adaptaciones cinematográficas son un tema recurrente en mis apariciones aquí en Spoiler, y por lo que he leído (falta la opinión final cuando acabe la novela), de la obra de Max Brooks queda poco más que el nombre. No parece que, a día de hoy, hagan falta excusas para hacer una película de zombies (al menos tienen el detalle de no cambiarles el nombre por infectados o sucedáneos similares). Entonces, ¿por qué una adaptación Solo se me ocurre que sea para pensar un poco menos.
La desgracia persigue a Brad Pitt y su familia, pero ellos siempre escapan por los pelos.
¿Por qué no paro de acordarme de Will Smith
Puede que por la parte prejuiciosa y encasilladora que todos llevamos dentro. Pero el caso es que durante las casi dos horas que estuve sentado no paraba de pensar que Will Smith habría sido más apropiado para el papel. Puede que sea por eso que los críticos se quejan de la falta de expresividad de Brad Pitt. Porque ni el propio actor parece tener ganas de ser el salvador de la humanidad, ni siquiera de protagonizar la acción. Igual el bueno de Will, más habituado a ser ese héroe único, habría estado más cómodo en medio del despropósito.
Habría podido recordar como en “Independence Day” (Roland Emmerich, 1996) él solito se imponía en un uno para uno a un alienígena de una raza supuestamente muy superior a la humana. O como en “Soy leyenda” (I am legend, Francis Lawrence, 2007) se medía a unos seres superpotentes, más interesados en arrasar al estilo estampida que a morder, algo más propio de zombies o vampios. En ambos casos, o recuerdos, se hace prevalecer a una manada que luce en grandes planos de ciudades al borde del colapso que al cara a cara, donde habría que darles a estas criaturas un protagonismo del que carecen.
El asedio a Jerusalén es el momento más espectacular del film.
¿Por qué tiene que ser necesariamente Brad Pitt el que lo haga todo
Es otra cuestión interesante. “Guerra Mundial Z” es un drama planetario en el que se mueven por tres continentes diferentes y toda la raza humana se ve amenazada. La ONU, los gobiernos y cualquier individuo con mayor o menos talento tiene que luchar ante lo que se le viene encima. Da igual, porque solo Gerry Lane (el pobre investigador retirado al que da vida Brad Pitt) es capaz de lograr algún avance.
La situación llega a extremos tan delirantes que sus propios compañeros de viaje no solo le dejan todo el peso, sino que se convierten en auténticas rémoras. El científico que supuestamente lidera la expedición salvadora muere de uno de los modos más ridículos posibles cuando apenas han llegado a su destino (se dispara a sí mismo tras resbalar en la ¡¡¡rampa de bajada del avión que los transportaba!!!).
Los compañeros de expedición de Brad Pitt no son excesivamente eficaces.
Y en un laboratorio de la Organización Mundial de la Salud, en Gales, ya en la fase final de la película, Brad Pitt debe preocuparse por salvar a sus dos compañeros en ese instante y ocuparse de los zombies para que ellos cojan aquello que han ido a buscar. Obviamente fracasan y es él, en solitario y con un sonrojante anuncio de Pepso por medio, quien salve la papeleta del grupo y, por extensión, de la humanidad. En este sentido hay una diferencia entre el héroe que encarna Brad Pitt y otros héroes (los que encarna WIll Smith, por ejemplo) y es que, aunque hace lo mismo que los demás, en realidad no quiere. Solo ansía estar en su casa tranquilo, retirado, cuidando de su familia, sus hijas y ese niño al que ha tenido que “adoptar” en medio de la fuga inicial.
Existirían muchas más preguntas referidas a detalles que trufan toda la película, que dan para echarse unas risas después de verla con los amigos. Pero, como dice mi hermano pequeño, los detalles solo están ahí para que los raros pasemos el rato, porque la gente se queda con la impresión general y pasa de eso. No me convence, pero los datos están ahí.
Brad Pitt tiene que ir salvando vidas mientras se ocupa de salvar a toda la humanidad.
¿Por qué el mensaje final
A estas alturas tengo que reconocer que el miedo todavía me despierta en medio de la noche. La moraleja final, ese mensaje de que la guerra todavía no se ha ganado, que queda mucho camino por recorrer, que Brad Pitt solo ha abierto la puerta a una solución al problema global me deja con la terrible sensación de que alguien pudiera pensar, en un momento dado, que es buena idea una “Guerra Mundial Z 2”. Espero que no, pero de la misma manera que se vende esa supuesta confianza en nuestro potencial como especie si trabajamos juntos, también se nos acaban colando películas como “Guerra Mundial Z” (World War Z, Marc Forster, 2013). Y como funcionan muy bien en taquilla y los beneficiosos son cuantiosos (lo que responde a la primera pregunta) pues, ¿por qué no una segunda parte Esa seguro que no la voy a ver al cine.