La nueva película de Kelly Reichardt era una de las principales atracciones del XXVII Cineuropa. Una directora de prestigio, con el aval de su carrera, y el impulso de la propia organización que la definía como una de las películas del año. Para completar el efecto llamada, en un entorno en el que no abundan las caras conocidas, podíamos ver en pantalla a Jesse Eisenberg (La red social) o a Dakota Fanning (Yo soy Sam, La guerra de los mundos). En mi caso personal, el recuerdo de “Wendy and Lucy”, primera película de la que hablé en Spoilercat, y, en menor medida, “Old Joy” y “Meek’s Cutoff , convertían a “Night moves” en una parada obligada. Una película que suponía un paso más en la carrera de la directora norteamericana, puesto que en este caso el argumento y la información cobraban un especial protagonismo en relación a cuestiones más universales o generales.
Antes de “Night moves”
Los anteriores trabajos de Kelly Reichardt se caracterizaban por ser películas sostenidas por una historia mínima, apenas un retazo cuya función principal era la contextualización, más que como motor de la acción. Los datos proporcionados al espectador eran siempre escasos, que estuviéramos ante dos amigos íntimos que han visto como sus caminos se han separado, ante una joven en busca de una nueva vida o con un grupo en plena travesía por el desierto hacia, probablemente, ninguna parte, no era realmente importante. El foco estaba en sus reacciones, en su manera de relacionarse entre ellos y en lo que fueran capaces de expresar, con palabras o, más habitualmente, con gestos.
La relación entre los tres ecologistas tampoco ayuda a que comprendamos más.
Ahora, en “Night moves” (Kelly Reichardt, 2012) el argumento gana peso. Es importante que Josh Stamos (Jesse Eisenberg) y Dena Brauer (Dakota Fanning) formen parte de un grupo ecologista que intenta vivir de un modo diferente, sostenible y respetuoso con la naturaleza. Necesitamos saber por qué deciden pasar a la acción más radical, junto a un amigo de Josh, Harmon (Peter Sarasgaard), y destruir una presa. La trama da importancia a esta acción porque empieza en sus preparativos, pasa por la acción en sí misma y acaba con sus consecuencias. Lo único que no queda claro es la motivación que tienen los tres para embarcarse en tan desesperada empresa.
De Michelle Williams a Jesse Eisenberg: una cuestión de estilo
Lo único que parece no querer negociar Kelly Reichardt (y es algo de agradecer, porque su dominio de él es total) es el estilo. En teoría, son la puesta en escena y la expresividad de los actores y los diálogos los que deben darnos las pistas para que construyamos la historia de los personajes. El motivo que los ha llevado hasta el punto en el que se desarrolla la trama. Y ahí es donde los protagonistas deben tirar de galones para llegar hasta el público.
El gesto de Jesse Eisenberg no varía en ningún momento.
Jesse Eisenberg moldea a su ecologista radical desde una actuación totalmente hierática, con una gama de gestos mínima. En un principio podríamos aceptar esa opción y pensar en él como una persona extremadamente reservada, pero que a través de su compromiso demuestra su implicación en el entorno en el que vive y con los proyectos que acomete. Sin embargo, en cuanto llegan los problemas, y apoyándonos en sus propios actos, debemos concluir que estamos ante un psicópata que fue encontrado por el ecologismo y no por un ecologista que se metió donde no debía. Si las conclusiones a sacar eran otras, es algo que la interpretación de Eisenberg no transmite y es una sensación que se acrecenta si nos paramos en “Wendy and Lucy”, historia con muchos menos puntos de apoyo, pero donde Michelle Williams consigue en todos los planos explicitar aquello que está experimentando en cada momento. Es éste el punto clave en se queda corta “Night moves” (Kelly Reichardt, 2012) porque al acabar de ver la película descubrimos que nuestras grandes expectativas se han transformado en una cierta indiferencia, pecado mortal si lo que se buscaba era proponer algún que otro tema de discusión.