Recientemente, y por motivos que no vienen al caso, he tenido que revisitar la novela “Soy leyenda” de Richard Matheson. Un libro ambientado en los 70 en el que la humanidad sufre la plaga de un potente virus que convierte a cualquier ser viviente en un vampiro. Es una novela impactante en la que se combinan el proceso de aceptación del dolor y de una nueva situación terrible para el único superviviente con una reflexión sobre la propia condición humana y nuestro papel como especie dominante en el mundo.
La dramática situación que vive la humanidad se desarrolla en un marco espectacular.
Es, indudablemente, uno de los referentes del género de catástrofes y provocó que me entrara la curiosidad respecto a la adaptación cinematográfica, “Soy leyenda” (Francis Lawrence, 2007) que había protagonizado, hace varios años, Will Smith. Curiosidad por ver como la industria hollywoodiense combinaba algo tan de moda como el cine apocalíptico, donde aparecían también vampiros (más de moda si cabe), con una novela que, a pesar de no ser demasiada extensa, es bastante compleja.
Es muss sein!
La respuesta a esa duda está en esta frase extraída de una obra de Beethoven (en la versión literaria el protagonista es aficionado a la música clásica, algo que se adapta al gusto por Bob Marley, bastante más popular) que significa “¡Tiene que ser!”. Porque esa es la gran virtud y el gran defecto del personaje principal de la película de Francis Lawrence. No es que el héroe quiera hacer aquello que hace, sino que debe hacerlo como una obligación, natural para él, de salvar a todo y a todos.
“Tengo que estar aquí. Puedo arreglarlo.”
“Puedo salvaros. Dejad que os salve."
Will Smith es el único y absoluto protagonista de todo lo que ocurre.
Ni en los peores momentos para él deja de ser consciente el Robert Neville de la gran pantalla de su misión. Por eso nunca se olvida de otros posibles supervivientes y no ceja en su empeño de curar esa enfermedad, ni en las situaciones más extremas, que amenazan con llevarse por delante todo rastro del ser humano.
La esclavitud de la imagen
El único aspecto que puede competir con esa exigencia de salvación para el desventurado protagonista es la imagen en sí misma (es un condicionante al que se suelen enfrentar todas las megaestrellas del universo Hollywood). Él es Will Smith antes que ningún otro y cada plano debe servir para que demuestre lo buen actor que es (y claramente lo es), lo bueno que está y como New York, a pesar de verse convertida en una especie de selva o sabana urbana donde hacer un safari, debe parecer un lugar por el que merezca la pena luchar.
Robert Neville (Will Smith) es una mezcla casi perfecta de deportista y científico con aspiraciones de superhéroe.
Francis Lawrence, un director con poco recorrido cinematográfico, aunque sí con experiencia en videoclips o televisión, trabaja bajo estas premisas y no se le puede negar que el producto resultante es visualmente muy potente. La película funciona a la perfección como lo que es, una película comercial, de acción, donde la estrella se luce y todos acabamos con buen sabor de boca porque, incluso en los peores momentos, podemos agarrarnos a nuestros ídolos aunque estos procedan de un plano bastante alejado de la realidad.
Los referentes
Llegados a este punto, todo el mundo podrá comprender que los referentes más importantes de “Soy leyenda” no están en la novela sino en el cine. Primero estarían los personajes que ha ido protagonizando el propio Will Smith en "Men in Black", "Hancock", "Yo, robot" y demás. Héroes con algún problema para hacerlos más humanos, pero con una misión en la vida.
En segundo lugar, antes que Richard Matheson, deberíamos mirar al Danny Boyle de "28 días después" como base del trabajo de Lawrence. Porque Boyle es un director, también con experiencia en los vídeos musicales, que explota como nadie los recursos visuales (tapando otras lagunas) de los entornos en los que se desarrolla la acción.
El juego de las diferencias
Para completar este repaso a “Soy leyenda” y a Will Smith vamos a buscar esas pequeñas diferencias, como diría el Vincent Vega de “Pulp fiction” creado por Quentin Tarantino, entre la película y la obra literaria de la que procede. Detalles que indican que, si bien parece que parten del mismo sitio, el destino al que pretenden llegar no tiene nada que ver.
Los infectados son unos depredadores implacables e imparables ante los que nada se puede hacer.
- ¿Vampiros o infectados? Podría decirse que, en realidad, poco importa porque el protagonismo corresponde a una sociedad en desintegración, o ya desintegrada. Pero la verdad es que hay bastante diferencia entre los vampiros peligrosos aunque asesinables de la versión en papel a los infectados superpoderosos e imparables del celuloide. Unos seres implacables en el uno contra uno y que solo comparten con los otros su teórica ausencia de sentimientos o empatía.
- Salvar a la humanidad o conservar humanidad. También parece una cuestión de matices, pero tiene un trasfondo bastante más amplio. Por un lado, el Neville interpretado por Will Smith lucha para que el ser humano se mantenga como especie dominante en la Tierra, mientras que el Neville literario solo quiere seguir siendo humano bajo unas condiciones psicológicas muy duras.
- Un héroe ante una gran empresa o un hombre en busca de motivos para seguir adelante. El poderío de los enemigos a los que se enfrentan acentúa más este sutil cambio de roles producto del trazo más grueso de la versión cinematográfica. Will Smith se enfrenta a un objetivo imposible frente a un rival todopoderoso y solo le vale la victoria. En la novela, el protagonista se conforma con seguir adelante con su vida a la espera de tiempos mejores o de adaptarse a las nuevas circunstancias.
- Un superhombre o un tío mañoso. La gran diferencia entre uno y otro. Porque, procedente de un hombre normal con buena maña para arreglarse en circunstancias adversas, llegamos a un científico cualificado, soldado de honor, valeroso y con cuerpo de atleta de élite. En definitiva, alguien más preparado para un reto más ambicioso.
La película reserva un hueco a la esperanza tras la tormenta.
- Esperanza o realidad. La menos sutil y más obvia la dejamos para el final, porque refleja bien a las claras lo que significa el “Soy Leyenda” (Francis Lawrence, 2007) respecto al original. Esa diferencia no es otra que el propio final. Sin ánimo de entrar en detalles que arruinen al que no haya podido disfrutar de ellos, diremos que uno se basa en la confianza total en el superhombre y el otro en el convencimiento de que nuestro camino aquí puede acabarse en cualquier momento.